Kraftwerk. Los indiscutibles maestros de la música hecha con
máquinas. Ésta es la referencia cuando me pongo a fabricar música con el
ordenador. Ellos, en su momento de mayor esplendor, allá a finales de los años
70, no tenían los medios de los que cualquier aficionado a los ruidos
electrónicos dispone hoy en día para programar secuencias. Claro que tenían
buenas (y caras) máquinas analógicas y lo demás lo suplían con creatividad,
inspiración, talento, imaginación y una enorme facilidad para los motivos
musicales simples y efectivos. De Bob Dylan se cuenta que decía “me gustaría
escribir una canción tan sencilla que te volviera loco”. Bueno, pues para mí
Kraftwerk lo consiguieron. Con dos motivos de cuatro notas, se apoderan de tu
cerebro en “The Robots” y te abducen, convirtiéndote en un autómata obediente y
feliz:
“We are
programmed just to do
anything
you want us to,
we are the
robots,
we are the
robots,
we are the
robots,
we are the
robots”.
Vaya desde aquí este tributo, homenaje o lo que sea que me
haya salido.
Parece
un hecho ciertamente admirable. Entre la Primaria y la Secundaria, nuestros
niños y muchachos se pegan un mínimo de diez años estudiando inglés. Al obtener
el graduado en Secundaria (o al abandonar los estudios para engrosar las filas
de los ninis), es una rara y honrosa excepción el alumno que está en
condiciones de departir con un anglosajón sobre, por ejemplo, las glorias
respectivas del Manchester United y el Real Madrid, o de ver y seguir, en
inglés, la película “Harry Potter y las Reliquias de Santa Teresa”.
No
deben deprimirse por esto los profesores de la nueva lengua franca. En la
enseñanza obligatoria, la vida académica está herida de muerte: una
sorprendente mayoría, al terminar sus estudios, no sabrá señalar Vigo con
exactitud en el mapa y dudará si dos al cubo es seis u ocho. Así están las
cosas.
La
función social de la escuela es, actualmente, la de guardería para niños y
niñas de tres a dieciséis años. Guardería que tiene un carácter marcadamente
recreativo y socializante e integrador, pero impartir conocimientos, lo que se
dice conocimientos, está por encima de sus posibilidades actuales. Y no es
cuestión de que los planes de estudios sean cada vez más fláccidos (que lo
son), ni que debido a la crisis y subsiguientes recortes, se destine cada vez
menos calderilla al presupuesto educativo (que se destina).
La
cuestión es que las escuelas y los institutos carecen de la posibilidad real de
crear un clima (o un escenario, como dicen ahora los políticos garrulos) donde
el pensamiento reflexivo y crítico, el sosiego, el trabajo personal y la
constancia, es decir, las bases de lo que estrictamente sería el estudio, lo hicieran posible.
De
este modo, llevando a cabo esto que he llamado estudio, una actividad basada en
el esfuerzo, la paciencia, la humildad y el afán de superación, por parte de niños
y adolescentes, en condiciones menos adversas de las que sobrellevan
actualmente las instituciones educativas, daría algún tipo de fruto, por
ejemplo, un conocimiento suficiente del inglés para mantener una conversación
de más de dos frases
Un
día hablaré de los factores que, a día de hoy, dificultan o imposibilitan la
adquisición del conocimiento académico, facilitando, a cambio, ligar y pasarlo
bien en los institutos (no todo ha de ser negativo en esta vida). De todas
formas, aprender inglés es muy difícil: es una lengua de otra familia, son todo
monosílabos y hablan deprisa que se las pelan. Además, no nos debe de hacer
tanta falta, porque las películas las doblan todas y las canciones son tan
tontas, que te gustan más si no las entiendes. Y, bueno, una lengua extranjera
es el uso práctico continuado lo que nos la enseña, tampoco podemos aprender
practicando distraídamente tres horas por semana. Ved si no lo que dijo nuestro
eximio poeta, Nicolás Fernández de Moratín, hace más de doscientos años, sobre
lo que es aprender una lengua ajena, en este precioso epigrama:
Tengo
una poderosa fijación estética con los cardos secos. Son, a miles, las humildes
plantas que bordean los caminos de esta áspera tierra, sin que nadie los
advierta. Florecen en mayo con un penacho carmín, púrpura o magenta y se secan
a lo largo del verano, sin que el paseante les haga el menor caso apreciativo.
Una planta de veras modesta y, según por donde camines, de veras molesta.
Hasta
su nombre se ha contaminado de falta de aprecio: se ha convertido en un término
despectivo para personas. Y sexista. Si yo digo de un varón que es un cardo,
significará que tiene muy mal carácter y su trato es áspero y desabrido, si lo
digo de una fémina, denotará que, a su mal carácter, se une un atractivo físico
escaso y nulos encantos.
Bueno,
pues yo quiero romper una lanza por el humilde cardo, apreciando que es de lo
poco que se digna a florecer por estos abrasados parajes. Mi madre, que en
gloria esté, gustaba mucho de tener unos cardos secos en un búcaro de cristal.
Eran unas plantas que no era necesario cuidar. Cuando se ponían polvorientos se
sustituían con facilidad. Una perversión de su gusto decorativo la inclinaba a
pedirme que se los pintara con purpurina dorada o plateada, pero nunca le di
ese placer. “Mamá, eso es más hortera que un ataúd con pegatinas” y se tenía
que conformar con el aspecto natural ocre o terroso.
Me
gusta su arquitectura de redondas cúpulas cuando paseo en otoño y los veo formar
caprichosas constelaciones en el margen del camino. Hoy los he fotografiado
para compartir aquí sus siluetas ovales y oscuras apuntando al cielo. Además
tendremos la suerte de no pincharnos.
“Las
bicicletas son para el verano” reza el título de la célebre película de Jaime
Chávarri. Y para la calzada, me permito añadir modestamente, ya que esto, que
siempre se consideró así, últimamente no parece estar nada claro.
Ayer
estuve en Zaragoza y, por dos veces, casi me pasa por encima uno de estos
vehículos de tracción animal. Las bicis actualmente pululan a todo trapo por
las aceras, para intensificar el acoso de los peatones, que ya venía siendo de
gran eficacia en nuestras hiperautomovilizadas ciudades.
Y no
es que yo caminara por uno de los innumerables carriles para bicicletas con los
que los consistorios ecolosocialistas y progresistas han sembrado las aceras;
no, qué va, pero es que como los carriles bici van de ningún sitio a ninguna
parte, sus usuarios, que sí van a algún lugar, acostumbran a empalmar los
tramos que les convienen navegando por la acera, ante la mirada complacida de
los guripas y el espanto inerme de las viejecitas.
Que
nadie me confunda: no soy enemigo, sino veterano usuario de la bicicleta y
tampoco pienso que su lugar esté fuera de la vía pública de las ciudades, donde
sería un vehículo, práctico, flexible, no contaminante y saludable. Lo que me
revienta son las actuaciones políticas orientadas por el oportunismo y por la
memez (o tal vez debería resumir y decir las actuaciones políticas).
Tengo
el privilegio de vivir en una ciudad pequeña (o en un pueblo grande, da igual).
Esta circunstancia facilita enormemente el uso de la bicicleta, tanto el
deportivo como el práctico. En el aspecto práctico, el tráfico no es tan denso
ni salvaje como para hacer desistir a un usuario de utilizar este vehículo para
moverse: ir al trabajo, de compras o salir a dar una vuelta. Eso sí, aquí falta
la costumbre y el personal coge el coche hasta para salir a ver si llueve. Qué
le vamos a hacer. El Ayuntamiento también se dio el gusto de pergeñar dos o
tres carriles bici. Supongo que se dijeron al proyectarlos: empezamos donde nos
vaya bien y acabamos donde se nos termine la pintura. Éste es, salvando algunas
honrosas excepciones, el criterio con el que se diseñan esta especie de adornos
viales. Y sí, también aquí hay ciclistas que confunden la acera con un
velódromo.
Hasta
donde yo soy capaz de percibir, no ha existido ninguna actuación política seria (un oxímoron), en el sentido de
intentar garantizar la seguridad de los ciclistas. Un ciclista en su sano
juicio no puede echarse con su vehículo a la calzada de ninguna ciudad española
y confiar en sobrevivir una temporada. Uno se pone verde de envidia cuando ve
fotos de los Países Bajos o de las ciudades del norte de Europa, todo atestado
de bicicletas. Al verlos piensas que deben de respirar mejor, ahorrar más y
estar menos estresados y más sanos (y eso que el clima no les acompaña como
aquí).
Ilustres
del ciclismo, como Perico Delgado, que han tratado de hacer llegar demandas
consecuentes a los políticos, se han encontrado con un muro de insensibilidad:
hay otras prioridades. Garantizar hoy en día el derecho del ciclista a circular
por la calzada es antieconómico, amén de difícil y costoso. Las ciudades “no
están preparadas” para la convivencia de automóviles y bicicletas. Sí lo están,
por lo que se ve, para la convivencia de peatones y bicicletas, en un espacio
que ya era grotescamente minúsculo (muchos alcaldes, entre ellos el de mi pueblo, solucionaron el problema de
las calles estrechas para el tránsito, quitando las aceras, increíble astucia).
En
resumen, como queda muy ecológico y da muestras de una elevada sensibilidad y
de un acusado compromiso social, mejorando la convivencia y bla, bla, bla, me
temo que seguiremos con este paripé y esta soplapollez, pero nadie que gobierne
hará nada en realidad, que fomente el uso de la bicicleta como medio de
transporte individual realmente viable,
porque eso pasa por articular medidas para otorgarle (o restituirle) un lugar
en la calzada y eso no están dispuestos a hacerlo. El reinado del automóvil en
la ciudad es para ellos, sean cuales sean sus siglas, como la gallina de los
huevos de oro.
-No es por criticar, pero esos poemas de amor
que os bajáis con el móvil para enviárselos a las chicas, son un poco simples y
un poco tontorrones, además no son nada originales.
-Ya, pero a las tías les gusta. Les mandas un
mensaje con la poesía y quedas bien.
-Lo encuentro, no sé, poco personal. Si
escribes tú el poema, es mucho mejor. Más auténtico. Mira, en mis tiempos
jóvenes escribí y mandé alguno, a ver si lo encuentro. –Revuelvo en unas
carpetas, saco una hoja amarillenta y se la doy.-Aquí lo tienes, este mismo…
Lee distraídamente y dice: -Es
como antiguo. Si lo mandara yo, quedaría como un rancio. Además hay cosas que
no se entienden.
-Justamente: la poesía trata de
expresar las cosas que no se entienden, con palabras que no son para ser comprendidas
en el sentido habitual, sino en otro nivel.
-Bah, no te enrolles. A mí no me sale eso de
escribir versos y además me parece una cursilada. Y ese tuyo no lo mandaba ni
loco. Esas frases me suenan a cuando los dinosaurios dominaban la Tierra.
Aquí concluí el intento de
educación sentimental de mi joven colega. Por si queréis darle o quitarle la
razón, he decidido colgar el poema en el blog. Ahí va:
LA ROSA DEL DESIERTO
Advierto en tu mirada clavelinas, promesas de aguardiente atemperadas, caracolas sedientas y nimbadas lunas tibias, cual frutas cristalinas.
Percibo que respiras bocanadas de espliego, que en las brisas adivinas; tres náyades te imitan y combinas aire, fuego y la paz de las nevadas.
Con estas y otras prendas te acreditas, te adornas de amapolas y levitas, rompes la claraboya y te agigantas,
transfigurada en rosa del desierto, alimentas pasión y desconcierto y un ruiseñor te ronda hasta las tantas.
Casi
se nos ha olvidado, pero hemos sido siempre un país de emigrantes: la vendimia
francesa, el “Vente a Alemania, Pepe” con Alfredo Landa y José Sacristán, el
exilio de la posguerra, el hacer las Américas, en fin, que hemos dado montones
de tumbos por el mundo.
A
principios de los noventa, reciente aún el ingreso en la Comunidad Económica
Europea, con el “boom” de la construcción y la proliferación de los más
variados “pelotazos”, nos convertimos de la noche a la mañana en una especie de
ostentosos nuevos ricos, con el adosado, el todo terreno y las vacaciones en
Cancún, o eso quisieron hacernos creer, con aquel “España va bien”.
Los
ricos somos poco dados a picar y preferimos que lo haga otro y contra menos
tengamos que pagarle, mejor, ¿quién no ha oído: “aquí la gente joven no quiere
trabajar en esto ni en aquello” o “no encuentras gente para atender esto o lo
otro”? Bueno, pues aprovechando lo cerca que está África o lo chunga que estaba
la situación en Latinoamérica… ¡Premio! “Vente Paspaña” Gladys, Mohamed, veníos
todos los que podáis, que en este país hay trabajo poco cualificado y mal
remunerado para todo el que llegue. No habrá control, chicos, no somos esos
norteamericanos racistas que tienen un Departamento de Inmigración quisquilloso
e insolidario.
Durante
quince años o más, todo iba de perlas, llegaron Irina, Dembo y Amaury y se
integraron, mal que bien como los nuevos españoles, haciendo la faena que los
viejos españoles no queríamos hacer, porque éramos todos arquitectos,
psicólogos, diseñadores o artistas y trabajábamos en el “manager consulting”
como mínimo. Y bien que mal, así íbamos tirando, con una cariñosa
condescendencia, disimulábamos nuestros prejuicios: los menos impresentables
sólo los expresábamos de puertas para adentro.
Prejuicios,
palabra clave. Siempre ha habido prejuicios contra los inmigrantes, en todas
partes. Soy nieto de exiliados españoles de la guerra civil. Mis abuelos eran
del bando perdedor doblemente: eran “rojos” y no eran Jorge Semprún. Vivieron
en Francia, que tiene fama (merecida) de ser un país de acogida presentable, residieron
allí durante más tiempo que los célebres cuarenta años, y les fue bien. Pero
sufrieron los prejuicios, la discriminación y la insolidaridad de muchísima
gente, al menos hasta que consiguieron competencia en el idioma, estabilidad en
el trabajo y veteranía en todos los demás frentes. “Íbamos a las tiendas y,
como no sabíamos pedir en francés, nos teníamos que ir sin que nos sirvieran”.
Y así.
Pero
esto no es Francia, es peor, en más de un sentido: no somos un país rico y no
tenemos tanta tolerancia como nos imaginamos.
Respecto
a la tolerancia, somos unos recién llegados. Tras 40 años de dictadura, la
hemos ejercitado poco y aún no nos sale natural. En Cataluña, que es la parte
adelantada de España para todo, lo bueno y lo malo, ya ha surgido algún partido de
corte xenófobo, la “Plataforma x Catalunya” empieza a dejar oír su voz en
muchos concejos: nos quitan el trabajo, las plazas de los colegios a nuestros
hijos, sobrecargan la Sanidad Pública, se llevan todas las subvenciones y
estribillos por el estilo.
Tampoco
somos un país rico. Esto, desde que se ha desatado la crisis, es una obviedad,
pero debió serlo mucho antes. Aquí no fabricamos nada más complejo que la
cerámica tradicional, apenas hay grandes firmas industriales, no exportamos
tecnología punta, ni nada por el estilo, vamos trampeando el día a día y
viviendo del cuento. Sin embargo nos hemos pasado veintitantos años importando
pobreza y ahora tenemos toda la que queremos. Respecto a la inmigración, entre
la alegría pasada y la actual aspereza, debió de haber algún término medio,
algún mecanismo de regulación, que nuestros dirigentes políticos, ahítos de
optimismo, olvidaron desarrollar.
Dejémoslo
estar, no somos gente juiciosa, sino prejuiciosa. Y pese a que tenemos un grave
problema con ese 25% de desempleo, tampoco podemos dejarnos arrastrar por la
demagogia más burda. No han sido los inmigrantes los que han gestionado desastrosamente la economía.
Me
viene al pelo este vídeo, que emitieron en “La Sexta”, donde unos bienhumorados
inmigrantes se apropian de los tópicos y prejuicios más comunes de que son
objeto y les dan la vuelta. Por un lado, es descacharrante y por otro, te hace
pensar. Aunque no nos podemos fiar de que esto de pensar acabe ocurriendo,
porque cuando lo vi en YouTube había comentarios del estilo: “Fíjate cómo se
burlan de los españoles”, “nos insultan y encima se ríen de nosotros” y otros del
mismo talante. No te lo pierdas. Vivir para ver.
El
buen tiempo prolonga el otoño en este paisaje. Ha llovido en abundancia y aún
no ha hecho frío. La chopera luce sus mejores galas y se llena de paseantes
agradecidos, porque aquí donde la veis es un regalo para el amante de una
caminata larga y relajada.
El
pueblo no la ha conquistado aún por entero, pero se afianza como zona de recreo,
donde algunos deambulan con sus perros sueltos, otros andan conversando en
animados grupos y hay quien se sienta en un recodo donde da el sol.
Actualmente
su explotación maderera está detenida y queda como singular y extenso parque.
Hay
bastantes atletas corriendo por aquí, es casi lo que predomina, y algunos
ciclistas. De tarde en tarde, un motorista tan atronador como molesto o un
grupo a caballo, con algún jinete que habla por el teléfono móvil.
Ocasionalmente el coche de un cazador, un pescador o un buscador de setas.
Sospecho que es buen sitio para coger caracoles, hay mucha humedad y hace
algunos años la pista de tierra estaba llena de babosas.
Ya
no se oyen las aves que en verano arman una algarabía de mil lenguajes, tan
sólo algún cuervo o alguna urraca graznan en la tarde aún apacible. Pronto
vendrán las nieblas.