Este
hombre cordial y conciliador, de suaves modales y verbo discreto, nacido en
1953 en España, aunque aspira a celebrar su sexagésimo cumpleaños fuera de
ella, se ha hecho acreedor a la veneración de todos sus compatriotas, que vemos
en él un modelo de firmeza, honestidad y respeto, no sólo a la legalidad, sino
más allá de ella, a los valores morales y democráticos, de los que es guardián
por aclamación popular de sus paisanos.
Uno
de los más inveterados tics de la izquierda en general y de la catalana en
particular, es llamar fascista o nazi a cualquier adversario político (de fuera
de casa, en el caso catalán). Es un recurso muy cómodo: se desempolva una
categoría moral lo suficientemente horrenda y desacreditada, para etiquetar con
ella (“nazis”) a un grupo de sujetos que puede ser amplísimo, todos caben allí
y no hay que molestarse en averiguar si son conservadores, liberales,
centralistas, democristianos, federalistas, moderados, centristas, unitarios o
socialdemócratas. Todos nazis y a correr. De acuerdo con esta espléndida
taxonomía política, el Gobierno de París, por ejemplo, es nazi, ya que su
administración de carácter unitario es poderosamente centralista.
Por
eso no nos debe sorprender la vivaz inocentada que le gastan Tardà y sus
acólitos al ministro de educación, cuando éste amenaza con lanzar los V2 de la
Wehrmacht lingüística española, sobre la indefensa población civil catalana:
unos bonitos carteles rojos, adornados con la corona británica (nada de
Borbones), animan a mantener la calma y seguir hablando catalán. Los nazis no
consiguieron invadir Inglaterra y tampoco desembarcarán en Cataluña. Qué
alivio, oye. A su derecha, otro prócer de gran comedimiento y serenidad, Alfred
Bosch, expresa con gallardía que “tendrán que poner un guardia civil en cada
aula, para obligar al cumplimiento de la ley”. Esta bravata heroica era
innecesaria: si alguien cree que el actual Estado Español tiene la más remota
posibilidad real de poner un guardia civil en cada aula, para garantizar el
cumplimiento de la ley, es que viene de una galaxia muy, muy lejana. O sea, que
fue un brindis al sol.
Otro
tic muy poderoso de la izquierda en general y de la catalana en particular, es
ser solidario con los miserables lejanos y no serlo en absoluto con los miserables
cercanos. Hace unos pocos años, en el blog de un político de la formación ICV,
también separatista (uso este término brusco y rehuído por los “soberanistas”,
desde que entiendo por qué lo rehúyen: no son separatistas en tanto en cuanto
nunca se han sentido como parte de un todo común), en el blog de un concejal de
Iniciativa, digo, aparecía la infamante propuesta “apadrina a un niño
extremeño”, para quejarse de la progresividad fiscal aplicada a las rentas
altas en Cataluña; en el mismo blog, había también soflamas en favor del pueblo
palestino. Resumiendo: palestinos sí, extremeños no.
Joan
Tardà es un hombre de izquierdas, de eso no cabe duda, no hay más que ver a sus
portaestandartes pertrechados con ese moderno cruce de la senyera con la
bandera de Fidel Castro, aunque la Cataluña que pretenden instaurar me recuerda
mucho más a Corea del Norte, que a la caribeña Cuba. De todas formas, no nos
engañemos, se trata de un hombre inteligente, sus exabruptos pretenden hacer
que le pillemos ojeriza, en lugar del afecto que naturalmente le profesamos,
intenta despertar nuestra malquerencia como una estrategia, así cuando se vayan
él y los suyos, no lo sentiremos tanto.
Dice y repite: "tenemos prisa en irnos" de España y salir de
la "miseria". Esto es un poco contradictorio en un hombre de
izquierdas, desmarcarse de los tiñosos y sarnosos, y poner su barrio
residencial a salvo de la turba miserable, pactando si fuese necesario con la
derecha catalana (y, por tanto, menos nazi). Pero, a estas alturas, se lo
disculpamos ya todo.
Bueno
pues, nuestro admirado Tardà i Coma, que ha terminado un acto de las juventudes
republicanas con el sentido eslogan “¡muerte al Borbón!”, que ha acogido el
dudoso humor españolista de Gregorio Peces-Barba motejándolo de “enorme hijo de
puta” (sic) y que ahora anda diciendo que “se usarán hasta los servicios
secretos contra la primavera catalana
pero creo que Cataluña aguantará el asedio" (Deia) es, quizá a su pesar,
el máximo exponente de la pluralidad de opinión posible en este país, donde
cabe, como vemos, todo, literalmente todo. Mi enhorabuena y a seguir transgrediendo y
dejando alto el pabellón de la izquierda, don Joan.