miércoles, 13 de mayo de 2015

Susana Díaz Y La Cultura Del Pacto

Henos hoy, expectantes de nuevo, ante la muy gallarda figura de doña Susana Díaz, la aguerrida baronesa territorial del PSOE en los territorios de Tartessos. Prepárase la aludida para el tercer intento de su investidura como presidenta de la Junta de Andalucía, aunque me temo que a lo que se va a enfrentar es a una nueva embestidura, con revolcón parlamentario incluido, por parte de los tercos representantes de los partidos rivales, que no la quieren ver ni en pintura.
Por eso precisamente la he traído en pintura a este blog chocarrero y pedestre. Primero, como reencarnación de la Inmaculada de Murillo, homenajeando así su denodada lucha contra la corrupción que salpica a todos sus despreciables rivales y, en segundo lugar, usurpando el look de la marquesa de Pontejos retratada por Goya, en honor a su larga trayectoria en la baronía que rige con mano firme, apuntando de este modo que es merecedora de un ascenso en el escalafón de la nobleza autonómica tan prestigiada en este país, vale ya de baronías: marquesados o, como mínimo, condados.

 
En diversos círculos políticos se habla sin parar de “la cultura del pacto” y se dice que en España se va a tener que tomar un curso acelerado de semejante especialidad, dado lo obtusos que somos y la cerrazón que nos impide dar nuestro brazo a torcer. Me explayaré como acostumbro: hasta el presente las componendas eran escasas, sólo había dos bandos estatales, llamémoslos A y B, pues rojos y fachas parece un tanto arcaizante. Ganaban unos o ganaban otros y, con ayuda de fuerzas particularistas, o mediante mayorías absolutas, podían gobernar con una especie de simulacro de estabilidad, presunción de alternancia y otros fingimientos. En estos momentos, el montaje descrito parece haberse ido a la hez fecal, debido a la irrupción de otros actores. Esta irrupción generacional, una nueva derecha para sustituir a los caciques ancestrales y una nueva izquierda venida, cual lejía del futuro, desde las florecientes redes sociales (me gusta/no me gusta/re tuitea/Rajoy apesta/pásalo), y dispuesta a disputar las subvenciones, los fondos sociales, las partidas presupuestarias, etecé, etecé, etecé. Esta doble irrupción ha puesto, por ejemplo en Andalucía, cinco fuerzas que, o pactan, o no gobierna ni Curro Jiménez que, pletórico, retornase a cabalgar.

 
Lo que desde fuera cuesta mucho entender es qué demonios impulsó a doña Susana a meterse en este berenjenal, donde se la paraliza, se la ridiculiza y se la muestra mucha ojeriza. Con el bonito cuento ilustrado de la “mayoría de izquierdas”, disponía a su antojo de unos obedientes siervos en Izquierda Unida, dóciles y honestos, que la apoyaban sin reparar en afrenta alguna… Súbitamente, nuestra protagonista se lía la manta a la cabeza y ¡zas! Adelanta las elecciones, abriendo las puertas del parlamento andaluz a una muchedumbre indignada, que clama y vocifera que no es la presidenta idónea… Con lo cual, la susodicha, lejos de garantizarse una Andalucía mejor para sus hijos y para sus nietos, como afirmaba, “habrá de espabilar un montón, si quiere conservar el sillón”.

Y aquí es donde vuelvo a la “cultura del pacto”. Pactar no es tomarle el pelo a tu socio minoritario (como hasta ahora), pactar no es yo ordeno y mando y tú amén amén, como nos han inculcado las mayorías absolutas… Pactar es ceder algo a cambio de algo y, claro, el resto de los participantes piden ese algo a la candidata a mandamasa. Izquierda Unida queda descartada, pues el desaire que sufrieron hace que su disposición actual hacia doña Susana sea “ni hartos de vino”, normal, quedan sus socios más naturales: Ciudadanos por la derecha y Podemos por la izquierda. Estos últimos me barrunto yo que fueron los causantes de su atolondramiento y su precipitación, pues la imagino maquinando que, si dejaba pasar el tiempo, el bombo y platillo de los medios les daría el ciento cincuenta por ciento de los votos a semejantes fanáticos. Y ahora, desembarcados con menor pánico y menor éxito del anunciado, le piden tres cosas que, sinceramente, me han sorprendido por su sencillez y coherencia: la defenestración de los expresidentes imputados, el cambio de cuentas de la Junta a bancos que no hayan desahuciado y un proyecto de reducción del número de asesores y altos cargos. Doña Susana les ha intentado convencer con unas piruletas rojas muy sabrosas que, hasta ahora, nunca le habían fallado y, de momento, no han llegado a un acuerdo.

 
El caso es que, aun siendo “la lista más votada” y pudiendo establecer una “mayoría social de izquierda”, el número de representantes electos de los ciudadanos que no tienen prisa en que doña Susana revalide su mandato, es mayor que el de aquellos que se ofertan de costaleros para llevarla a cuestas, con su peana y todo, así que tendrá que esperar, secuestrada en su trono de tronío, a que las ostras hagan atletismo… O a que sea capaz de convencer a alguien más que a sus ya convencidos fieles… Ay, si pudiéramos dar marcha atrás. Pero no, el calendario avanza hacia una nueva cita electoral. ¿Iremos a decantarnos por los corruptos, o por los fanáticos? Jesús, qué nervios.   

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