Usaré
una curiosa e interesante película italiana de 2006, para hablar un poco (mal) del
cine español reciente.
“Líbero”.
¿Qué me ha llegado de esta película? Es una historia familiar sin grandes
alardes técnicos ni narrativos. En algunos momentos bascula peligrosamente
hacia lo melodramático y aquello que nos cuenta no es nada del otro mundo.
Entonces, ¿qué tiene? Algo imponderable, no sé, la frescura, la verosimilitud,
la inocencia, la credibilidad, algo subrayado sólo con silencios, con miradas,
con elipsis… en resumen la visión llena de naturalidad que rápidamente hace
cómplice al espectador de lo que acontece a una familia maltratada a partes
iguales por azar y destino.
Todos
los que la han visto coinciden en que la interpretación del niño que hace de
Tommaso es una maravillosa singularidad, algo muy poco visto en un actor
infantil, o en “películas con niño”, categoría ésta casi siempre justamente
vilipendiada por su carácter artificial e impostado. Es precisamente la mirada
del niño, cargada de sinceridad y entereza, la que nos conduce a través de los
avatares de la película; conocemos a su hermana Viola, una preadolescente
cariñosa, alegre y algo pesada con él; conocemos a su agobiado e inestable
padre, Renato y, rápidamente, echamos en falta a la madre.
Tommaso |
Vaya,
una familia monoparental, luchadora y con algunas estrecheces económicas: el
padre trabaja de operador de cámara, es autónomo y su mal carácter hace que no
le sobren contratos, pero van tirando. Vemos algunos ambientes: amigos,
familiares, vecinos, la escuela, la piscina donde entrena en natación Tommaso…
todo este universo en equilibrio precario se verá sacudido por la inesperada
reaparición de la madre que los abandonó.
Con la madre |
Como
he dicho, nada especial… aparentemente. Pero no recuerdo en los últimos doce o
quince años ni una sola película española que lance, con tanta naturalidad, con tanta sinceridad, una
mirada a la realidad cotidiana que nos rodea. Es como si no aceptáramos
ponernos delante, sin ningún artificio, un espejo y retratarnos tal cual somos,
retratar sin remilgos ni trampas lo que nos agobia y atenaza.
El cine argentino, italiano, alemán y, sobre todo, el francés están llenos de películas que, sin grandes pretensiones, reflejan una realidad humana cercana y creíble, una verdad simple y directa que hace partícipe y cómplice al espectador, el cual se ve reflejado sin realces ni menoscabos. Las películas españolas que merecen la pena son visiones muy estilizadas de temas ajenos al espectador, o sea, de evasión (“Blancanieves” y tal). Las que no merecen la pena, son visiones zafias y denigrantes de nosotros mismos, puestas en clave picaresca, delictiva o burdamente cómica. O peor aún son petardadas ideológicas que falsean las situaciones reales con arreglo a cartillas en las que ya Fidel Castro dejó de creer hace cuarenta años. España (y también Italia, por cierto) es un país en una profunda crisis, no sólo económica, sino de valores, de identidad y de objetivos sociales. Ninguna mirada cinematográfica trata de reflejar esto con naturalidad y sin prejuicios. Una pena.
Si
esta película, en vez de italiana hubiera sido española, se completaría con
varios aspectos característicos del cine de aquí, a saber:
El
título “Anche líbero va bene” procede de una frase de la película. A Tomasso no
le gusta la natación y decide dejarla y tomar clases de fútbol. Renato, su
padre, que es un poco invasivo, le insta a que juegue de líbero. Tommaso
prefiere ser centrocampista, ”aunque líbero está bien”, admite para contentar a
Renato. Aquí no se podía poner un título tan misterioso y se ha optado por
“Líbero. Los padres no siempre aciertan”, fuck yourself and dance.
El cine argentino, italiano, alemán y, sobre todo, el francés están llenos de películas que, sin grandes pretensiones, reflejan una realidad humana cercana y creíble, una verdad simple y directa que hace partícipe y cómplice al espectador, el cual se ve reflejado sin realces ni menoscabos. Las películas españolas que merecen la pena son visiones muy estilizadas de temas ajenos al espectador, o sea, de evasión (“Blancanieves” y tal). Las que no merecen la pena, son visiones zafias y denigrantes de nosotros mismos, puestas en clave picaresca, delictiva o burdamente cómica. O peor aún son petardadas ideológicas que falsean las situaciones reales con arreglo a cartillas en las que ya Fidel Castro dejó de creer hace cuarenta años. España (y también Italia, por cierto) es un país en una profunda crisis, no sólo económica, sino de valores, de identidad y de objetivos sociales. Ninguna mirada cinematográfica trata de reflejar esto con naturalidad y sin prejuicios. Una pena.
Viola |
Tendría
abundantes escenas de cama, vergonzosos chistes sexuales que hubieran parecido
rancios en una revista de hace cincuenta años, y desenfado, mucho desenfado,
saldría algún homosexual. A cambio nos perderíamos el despertar sensual de
Viola, porque es una menor y en esas cosas hay que andar con cuidado.
Habría
interpretaciones progresistas de la situación económicosocial de la familia,
víctima de la insolidaridad de las más variadas multinacionales e instituciones
bancarias sin escrúpulos.
La
situación de la madre se vería con el oportuno toque feminista y comprometido.
No puede dejarse su conducta a su libre capricho. Habría que matizar los
condicionantes discriminatorios de su comportamiento a la luz de la opresión de
la mujer.
La
Escuela, que para mí es un tema cercano, sale abundantemente y es vista de una
manera muy natural y neutral, de lo más realista que he visto en una pantalla.
Aquí se aprovecharía para abordarla con un tono sarcástico y denigrante, ya que
somos contrarios al autoritarismo que tal institución representa y encarna.
Renato |
En
definitiva, una hermosa película, dura, directa, sin apenas aspavientos y
veraz. Dirigida e interpretada por el actor Kim Rossi Stuart (Karate Kimura 1 y
2) y con el niño más entrañable y menos empalagoso del cine reciente. Pídela en
Amazon o pon la mula a trabajar y pasarás un excelente mal rato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario