Ciudad
Jardín es un episodio tan lamentable como frecuente en el panorama musical
español: un grupo, entre muy bueno y extraordinario, del que nadie hace caso.
Las discográficas no los promocionan, los medios no los ponen en el primer
plano de actualidad, la crítica los trata con displicencia o tibieza, no venden
muchos discos, el público apenas los conoce o los aprecia y, tras ocho o diez
años de estéril lucha, echan el cierre y se van a su casa. Dejando, eso sí, por
un lado el mundillo musical poblado por las viejas momias de siempre y unos
pocos advenedizos con producciones que tienen cada vez el listón más bajo y,
por otro lado unos cuantos seguidores abandonados e irredentos, expuestos al
torrente de bazofia sonora regurgitada por la industria actual. Entiendo que me
hago fósil, pero entre los Cuarenta Principales, en alguna era geológica remota,
asomaba Joan Manuel Serrat cantando a Antonio Machado, o los Rolling Stones cantando
Honky Tonk Women y al que me diga que no aprecia ninguna diferencia de calidad
con Dani Martín y que son gustos regidos por tiempos y modas, le puedo
recomendar un buen otorrino que quizá le arregle el problema.
El
caso es que Ciudad Jardín navegaron con más pena que gloria por los últimos
ochenta y los primeros noventa. Lo más parecido a un éxito que tuvieron fue con
la canción “Beber y Bailar” y, un poco después con su magnífico álbum “Atún Y
Algas”(1991). En 1992, el grupo, ya reducido a trío, con Rodrigo D. Lorenzo,
Luis Elices y Paco Musulén, cambia de discográfica para ver de mejorar su
suerte. Sacan el disco “Ojos Más Que Ojos”, que pasa más desapercibido que una
piña en un pinar y, en 1995, echan el cierre tras publicar “Ombligo Secreto”
que, a las pocas semanas de su lanzamiento, se hallaba en la sección de ofertas
en la tienda de discos de la Estación de Sants, donde podías adquirirlo por 100
pesetas, la dieciseisava parte de su precio de salida. Hoy los dos últimos
discos de Ciudad Jardín son inencontrables, ni siquiera probando en iTunes.
“Ombligo
Secreto”, el último trabajo de Ciudad Jardín, es un disco finísimo, divertido y
reposado, lleno de letras inteligentes y graciosas, y con enganchosas y
cuidadas melodías, arregladas con gusto y esmero. Muy, pero que muy, por encima
de lo que la industria discográfica nacional vendía como churros por aquellas
épocas. Pienso, de hecho, que son lo mejor que podía escucharse en la década
comprendida entre 1985 y 1995, justamente entre “la movida” y los “indies”, sin
ser particularmente apreciados por los seguidores de ninguna de estas dos
tendencias. ¿Por qué pasa desapercibida una oferta de tantísima calidad musical
como la de Ciudad Jardín? Mi teoría, un poco absurda, en espera de algo mejor,
es la siguiente: para los “teenagers”, los jovencitos de entonces, es una
propuesta demasiado sofisticada, le falta inmediatez y urgencia; para los públicos
musicales rebeldes, comprometidos y/o antisistema, les faltan pegada y rabia,
sus letras describen situaciones con agudeza y cuentan historias delirantes
donde no se denuncia nada; les quedaba un posible reducto de público pijo e
ilustrado que aquí, a diferencia de Inglaterra y otros países, no existe, pues
en nuestro contexto social los dos términos se excluyen y, por tanto, acabaron
dirigiéndose a nadie en concreto.
“Ombligo Secreto”, aun siendo muy
disfrutable, está un poco lejos de su mejor momento, por dos motivos
primordiales. Uno es común a otros grandes grupos españoles (Radio Futura, por
ejemplo) y es que, tratando de ganarse al público de más allá del Atlántico, se
latinizan, lo cual es perjudicial,
porque sacrifican parte de su sello personal a cambio de un sabor que allá, en
Hispanoamérica, nunca podrá competir con productos más genuinos, con los
auténticos ritmos latinos. Otro motivo de que no estén a su mejor altura es
que, buscando desesperadamente un eco mayor, entre un público más estándar,
pierden aquí parte de su extravagancia, de su excentricidad en letras y
situaciones descritas, que era uno de sus pluses más magníficos (“Emmánuelle
Negra En El Valle De Los Zombis”).
Aun
así, es un disco estupendo, que se escucha con un extraño regocijo, agradable y
relajado, con canciones que no se tararearon como merecían. Recomiendo
encarecidamente el arreglo exótico de “Míreme Miss”, la sofisticadísima y
melancólica “Era Fácil” y la estrafalaria y destartalada historia de “Una
Americana”, aunque es todo el disco muy sustancioso y nunca te da el bajón.
“Los que hablan de oídas / tienen miedo de una vida mejor”. Si consigo poner
bien el enlace, debes escucharlo hoy mismo:
Los vi en un directo de su último disco en Barcelona, con una soltura en el directo conta-gio-sa. El local pequeño y toda el público entregado.
ResponderEliminarRastreando en la red he encontrado un blog escolar de un profesor de música en el IES Francisco Ayala de Hoyo de Manzanares durante el curso 2009 - 2010 que responde al nombre de Rodrigo de Lorenzo y que por los comentarios que hace sospecho que es nuestro apreciado y talentoso autor de la laguna de churros o de los placeres delicados a las diez.
http://musicofilorodrigo.blogspot.com.es/
desde bcn
Estupendo blog de todas maneras disfrutamos mucho componiendo y produciendo aquellos 6 discos empezando por polen y terminando por ombligo fue increíble poder hacerlos.Muchas gracias por tu blog
ResponderEliminarMe ha encantado tu historia-crítica. Agradezco los halagos y comparto lo de Paco: fue muy bonito mientras duró. Y suscribo casi todo tu análisis. Sobre todo lo siguiente, porque me ha provocado una carcajada, que siempre se agradece: Pijo e ilustrado en España son términos excluyentes, ¡siempre lo he pensado! Un abrazo. Rodrigo.
ResponderEliminarHola, he abierto un nuevo blog porque no puedo acceder al otro. He publicado una biografía. Espero que te guste. Muchísimas gracias por tu interés. Es un honor.
ResponderEliminarhttp://ciudadjardingrupomusical.blogspot.com.es/
Un abrazote.
Rodrigo