He hecho estas absurdas fotos "con atención extrema que no sé si se debe a un interés real o al deseo de comprender algo, cualquier cosa, encontrar la lógica que poco a poco la realidad ha ido perdiendo."
Mi pueblo está surcado de carriles bici abandonados, que arrancan de ningún sitio en concreto y te llevan a ninguna parte. La carencia de mantenimiento es absoluta, aunque parece no importar a nadie. Aquí, en Monzón, sólo verás dos tipos de ciclistas: unos, los deportivos, que salen tenaces a las carreteras o a los caminos rurales, incluso cuando el tiempo no es bueno. Éstos van en grupo y buscan la salida del casco urbano cagando leches, pues el tránsito hasta el extrarradio es incómodo y hasta peligroso; una vez fuera, hay varias carreteras, si no idóneas, sí lo bastante apropiadas para la práctica del ciclismo, otro tanto cabe decir de los adeptos a los caminos, que encuentran fácilmente, trazados bastante buenos, apacibles y hasta encantadores si no fuera por los putos perros sueltos...
El segundo tipo de ciclistas, los no deportivos, está constituido por los muchachos que se desplazan por calles, parques y avenidas, utilizando las aceras con la más absoluta carencia de normas, restricciones o cualquier otro cuidado; bueno, tal proceder no deja de ser consecuencia de lo anteriormente apuntado: en la calzada te juegas la osamenta, así que no seré yo quien empuje a los chicos al más que probable descalabro.
Donde sí que no he visto nunca un ciclista es en los carriles bici, diseñados aquí por algún dipsómano contumaz, algún derrochador o algún bromista. Ignoro si se cimentaron con recursos públicos, tal vez con los del fabuloso plan E de Zapatero que tan buen resultado dio allá en 2009 para mitigar la crisis que se avecinaba; o, tal vez, alguna normativa que desconozco, forzó en su día a las constructoras a ceder parte del terreno para estos y otros inservibles equipamientos que, sin ningún género de dudas, ninguna autoridad urbanística se molestó en inspeccionar o, si lo hizo, merecía ganar un premio de venalidad o de incompetencia en categoría senior.
Recorro pues, perplejo y a pie, estos fragmentos de carril bici, desventrados más que agrietados, despintados y abocados a verjas, bordillos, senderos pedregosos y a la mismísima nada... Utilizándolos como alegoría, intentaría sacar alguna conclusión respecto a los recursos públicos que se dilapidan en este país, pero sería tan negativa y, probablemente, tan injusta que se la dejo al eventual lector, al eventual ciclista y al eventual defensor de estas y otras actuaciones que, una y otra vez, nos abocan a deliciosas mamarrachadas (públicas o privadas).
Ya que lo preguntas, no, no llega hasta el castillo. |
Mi pueblo está surcado de carriles bici abandonados, que arrancan de ningún sitio en concreto y te llevan a ninguna parte. La carencia de mantenimiento es absoluta, aunque parece no importar a nadie. Aquí, en Monzón, sólo verás dos tipos de ciclistas: unos, los deportivos, que salen tenaces a las carreteras o a los caminos rurales, incluso cuando el tiempo no es bueno. Éstos van en grupo y buscan la salida del casco urbano cagando leches, pues el tránsito hasta el extrarradio es incómodo y hasta peligroso; una vez fuera, hay varias carreteras, si no idóneas, sí lo bastante apropiadas para la práctica del ciclismo, otro tanto cabe decir de los adeptos a los caminos, que encuentran fácilmente, trazados bastante buenos, apacibles y hasta encantadores si no fuera por los putos perros sueltos...
Atención: firme en mal estado. |
El segundo tipo de ciclistas, los no deportivos, está constituido por los muchachos que se desplazan por calles, parques y avenidas, utilizando las aceras con la más absoluta carencia de normas, restricciones o cualquier otro cuidado; bueno, tal proceder no deja de ser consecuencia de lo anteriormente apuntado: en la calzada te juegas la osamenta, así que no seré yo quien empuje a los chicos al más que probable descalabro.
La valla final sugiere una creativa combinación de ciclismo e hípica. |
Donde sí que no he visto nunca un ciclista es en los carriles bici, diseñados aquí por algún dipsómano contumaz, algún derrochador o algún bromista. Ignoro si se cimentaron con recursos públicos, tal vez con los del fabuloso plan E de Zapatero que tan buen resultado dio allá en 2009 para mitigar la crisis que se avecinaba; o, tal vez, alguna normativa que desconozco, forzó en su día a las constructoras a ceder parte del terreno para estos y otros inservibles equipamientos que, sin ningún género de dudas, ninguna autoridad urbanística se molestó en inspeccionar o, si lo hizo, merecía ganar un premio de venalidad o de incompetencia en categoría senior.
Éste fin de trayecto parece particularmente útil para ir a hacer tus deposiciones al campo. |
Recorro pues, perplejo y a pie, estos fragmentos de carril bici, desventrados más que agrietados, despintados y abocados a verjas, bordillos, senderos pedregosos y a la mismísima nada... Utilizándolos como alegoría, intentaría sacar alguna conclusión respecto a los recursos públicos que se dilapidan en este país, pero sería tan negativa y, probablemente, tan injusta que se la dejo al eventual lector, al eventual ciclista y al eventual defensor de estas y otras actuaciones que, una y otra vez, nos abocan a deliciosas mamarrachadas (públicas o privadas).
Antes de estamparte contra las palmeras, deja cruzar a los peatones. |
Temporalmente fuera de servicio. |
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