Esta vez me veo obligado a jurar por mi
honor que no se trata de una imagen manipulada, sino de una toma real. Sólo he
retocado los niveles, porque la exposición se llevó a cabo en una hora muy
tardía y salió algo oscura. Tomé la foto en el Sobrarbe hace unos días, mirando
hacia el Pelopín, que es el pico que se ve a la izquierda en segundo término.
Ahora bien, el resultado me hace
reflexionar: ¿es una señal del cielo? Unas fuerzas cósmicas parecen haber
dibujado una “F” en el firmamento. Lo primero que me acude a la cabeza es “F de
fiestuqui”. Tal vez más allá, sobre nuestras cabezas, estén celebrando una
fiesta, o quizá las fuerzas que mueven el firmamento quieran bendecir la fiesta
de los que estamos en estos rincones pirenaicos de vacaciones.
Pero hoy, al ver en la prensa las
extensas multitudes de enfervorizados jóvenes brasileños, me ha venido, como a
San Pablo en el camino de Damasco, una repentina y cegadora iluminación: es la
F de Francisco, el Papa que está de gira por Latinoamérica, , predicando la
insurrección en nombre de la fe, la santificación de las favelas, la pobreza
inmanente decretada por Dios para la salvación de los hombres, el daño que hacen
las drogas no suministradas por él y algunos otros estribillos por el estilo. Y
cosechando un éxito similar, cuando no superior, al de una estrella del rock en
sus mejores tiempos. ¿Qué tendrá este hombre que hasta el neón del cielo
publicita su alias de guerra? Su mensaje no es nuevo: esta canción lleva más de
dos mil años sonando en nuestros fatigados e irredentos oídos… Su compromiso es
dudoso, y si no que prueben los de las favelas y traten de desplazarse al
Vaticano a vivir del bueno de Francisco. Pero es indudable que algo deben ver
las multitudes en él.
Algo que, por cierto, yo no soy capaz de
apreciar. Me alegro de que este anciano tan incuestionablemente religioso
propugne con ardor el Estado laico. En eso, por lo menos, estaremos de acuerdo:
yo, a mi vez, me siento tan laico que no puedo ver en él, sino al jefe del
Estado más pequeño del mundo y uno de los menos democráticos. Aunque el que la
jerarquía y el poder, en tal Estado, estén vetados a las mujeres, lo acabo
entendiendo. Imaginemos que un día el Papado se abre a la influencia feminista
e igualitaria y transige: podría acabarse llamando el Mamado.
Y francamente, suena mal.
También es F. el jefe del Estado con más gays por metro cuadrado del mundo. Y oye, por lo que parece, ¡cualquier día va y los legaliza!
ResponderEliminarGenial. Acabo de leerlo y me ha entrado un ataque de risa floja. Creo, por esta entrega y por muchas otras,que como articulista irónico-sardónico te habrías ganado la vida mejor que con las mates, y más entretenidamente. Un abrazo.
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