Extinguiéndose las últimas horas de este
puente que habrá sido tan beneficioso para la salud física y mental de aquellos
que permanecen uncidos al yugo del trabajo, me vienen a la mollera algunas
reflexiones sobre el significado de esta fiesta de tan desigual fortuna en las
ilusiones y en el corazón de los ciudadanos de este solar. Se ha pretendido,
con la escasa obstinación que puede desplegar un Estado tan viejo y fatigado
como éste, convertir al 12 de octubre en la fiesta nacional de las diecisiete
baronías territoriales de España. En las tumultuosas periferias se despotrica
sin desmayo acerca del “nacionalismo español” al que nunca se olvidan de tildar
de “rancio y casposo”, en contraposición con los que ellos amparan, que son
rutilantes y modernos, como si los hubiera diseñado el mismísimo Steve Jobs.
Para verificar la pervivencia del
denunciado engendro, tuve la ocurrencia ayer de darme una vuelta por mi pueblo
en busca de signos externos: tras caminar una hora, sólo había dado con tres
banderas españolas en ventanas, balcones o terrazas. En una avenida lucía una
de las llamadas “preconstitucionales”, con el escudo que, cuando éramos jóvenes
y progres, llamábamos “el del pollo”, para ver si degradando el ave que lo
protegía, lográbamos también degradar el régimen que encarnaba. En la parte
alta del pueblo, en dos emplazamientos muy cercanos entre sí, lucían dos
banderas republicanas. Mi amigo el Resentido, aunque también fue progre, no
simpatiza con tales nostalgias históricas y comenta: “míralas, parecen las del
orgullo gay, solo que con menos colores”. Eso fue todo, no cuento la del Ayuntamiento
y, de hecho, es muy difícil encontrar banderas españolas por aquí, fuera de los
mástiles de los edificios oficiales.
¿Será éste el secreto de la propuesta de Rajoy? |
El 12 de octubre, como nadie ignora, se
celebra la fiesta de la Virgen del Pilar, extremo este que pone muy contentos a
determinados creyentes, a casi todos los vecinos de Zaragoza y a todas aquellas
que son llamadas Pilar, María Pilar, Pili, Mari Pili, Piluchi, Piluca, Maripí o
Pilili. También se pone muy contenta nuestra televisión autonómica low cost,
que aprovecha la ocasión para ofertar una programación especial en directo y
una ración doble de jotas actualizadas: “El ebrio guarda silencio / al pasar
por el Pilar / la Virgen está dormida / no la quiere despertar”. Y es que las
fiestas patronales multitudinarias son ocasión de todo tipo de excesos. La
susodicha Virgen es patrona de la hispanidad, de Aragón y de la Guardia Civil, institución
esta última, que hoy es la más respetada y valorada por los ciudadanos del país,
mira tú quién lo iba a decir hace cuarenta años, ¿eh? Pero lo que muchas
jóvenes víctimas de la LOGSE ignoran es que semejante día se conmemora el
aniversario de la llegada de Colón a los territorios americanos (uno de mis
alumnos me escribió, en un ejercicio, Cristo Balcolón, uniendo mediante este
error lo religioso y lo civil). Semejante desembarco tuvo funestas consecuencias
para las culturas allí preexistentes y muy prometedoras para los reinos
europeos de España, Portugal, Inglaterra y, en menor medida, Francia. Se supone
que la colonización de buena parte del suelo americano debería ser motivo de orgullo
para los residentes en la Madre Patria, que somos descendientes de los que tan meticulosos
atropellos hicieron en nombre de la fe, la cultura y la civilización, huyendo
de la pobreza y buscando la plata.
Here lives the Pilarica |
Bueno, pues semejante suma festiva se ha
querido materializar aquí, como el 14 de julio en Francia, pero que si quieres
arroz Catalina. Estaba yo destinado a L’Hospitalet y el 12 de octubre era allí laborable. Para intentar levantarme la
moral, un colega me trajo unas revistas en aragonés, con el título de “Fuellas”,
ignoro si todavía existe tal publicación, “mira, de tu tierra”, me dijo, aunque
yo que soy muy desabrido, le contesté: “yo no tengo más tierra que la de las
orejas” (lo cual es rigurosamente cierto).
Encontrado en una trinchera de la Guerra Civil |
Y volviendo a la elusiva ilusión de lo
que es o representa una fiesta, porque las fiestas son una ilusión, solo los
días laborables están encarnados en una cruda y fatigosa realidad, nadie que no
tenga más de cincuenta años recordará las esperanzas e ilusiones generadas por
las pipas “La Pilarica”. Entonces, como hoy, los niños éramos muy
sugestionables y comíamos pipas. Por una peseta o un poco más (menos de un
céntimo de euro), comprabas un paquete de pipas “La Pilarica”. Dentro había un papelito
que podía contener un premio: podías soñar con un mecano o hasta con una
bicicleta. Pero en el papelito siempre ponía “¡Qué rica La Pilarica! Repita”. Te
prometo que una vez me salió un premio, ¿adivinas cuál? ¡Otro paquete de pipas “La
Pilarica”!
Pues así son estas fiestas, el premio es
encontrarlas “ricas” y repetir. Y qué si no.
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