El humor negro es como las piernas:
algunos tenemos y otros no tienen. Las elecciones del 24-M han dado un
veredicto claro: el pueblo español ha hecho un uso masivo del humor negro y ha
determinado que se fía más de los fanáticos y de los sectarios que de los
corruptos y de los caciques de toda la vida.
Me pregunto si este sufrido pueblo ha
puesto sus ojos en Grecia y, animoso como es, desea disfrutar una ola de calor
como ésta en paciente y ordenada cola, durante horas, ante un cajero para sacar
60 euros… No me extraña que, en esas condiciones, haya ciudadanos que quieran
salir del euro. De este modo, sin tener que chuparse semejantes esperas,
podrían sacar 200000 dracmas para comprarle al niño un chupete y que dejara de
llorar, aunque el que no llora, no mama. En esa soleada terraza de la Europa
sureña que es la Hélade, unos gobernantes similares a los que aquí han copado
ayuntamientos y baronías autonómicas, convencieron a sus gentes de que, una vez
apurados sus refrescos, podían hacer un “sinpa” y tan frescos… Lo malo es
cuando al día siguiente vuelves a la terraza a sentarte y el camarero, sea un
sicario del Banco Central Europeo o un criminal del FMI, te reconoce y se niega
a volver a servirte. Perra vida.
No debería estar yo haciendo humor negro
a costa de tanta gente que sufre, de tanta gente que lo pasa mal, pero no puedo
evitarlo: toda esta pobre gente pone sus esperanzas y su rabia a disposición de
unos populistas, para cuyo medro, es necesario que haya cada vez más gente que
sufre y que lo pasa mal, hasta que consigan juntar una masa crítica, que será
la herramienta de choque con la que alcanzar un poder omnímodo, duradero y…
beneficioso ¿Para quién? Seguro que lo adivinas.
No es que vaya yo aquí a salir en defensa
del señor Amancio Ortega, ¿o sí? Ya que estoy con el palo del humor negro, lo
haré, legitimado además por una existencia en la que he estado siempre muy
cerca sociológicamente de esa gente que “sufre y lo pasa mal”. El caso es que
los que vivimos de las migajas, ojo, deberíamos tener la experiencia de que son
muchas más las que derrama la opulenta y bien surtida mesa de Amancio Ortega,
que las que puedan caer de la parca y espartana colación de… ¿Íñigo Errejón?
Lo digo por poner un ejemplo del nuevo
“Frente Popular”, cuyas “líneas rojas” son siempre las mismas y muy claras.
Éste último sujeto anda solicitando el final de la dispersión de los presos de
ETA porque, cito literalmente, el caso “tiene que ver con que la pena se aplica
a una persona pero no a las familias”.
Muy considerado Iñaki, hay que evitarles
molestias, desplazamientos y gastos, bastante tienen con que uno de los suyos
sufra la represión del Estado Español y el odio de los fachas, al menos el de
aquellos que no tuvo ocasión de eliminar (a veces, el humor negro carece de
gracia y es una pena, porque estos compadres de artificieros abertzales,
dictadores latinoamericanos y alborotadores en la tribuna de invitados del
Congreso, tienen muchísimo salero).
Yo que soy tan entusiasta del humor negro
como el señor Zapata y tengo tan pésimo gusto como él, dado que no voy a llegar
en mi vida a concejal de cultura ni nada por el estilo, puedo permitirme este “tuit”,
en la seguridad de que no va a tener más allá de cero o dos lectores: cuando me
enteré (yo vivía en Barcelona) del atentado de Hipercor (21 muertos), hubiera
escrito en las entonces inexistentes redes sociales: “Seguro que no han sido ni
Lasa ni Zabala”. Luego, cuando los etarras se reunieron con Carod Rovira, del
Tripartito Feo, para hacerle saber que, dado que estaban en la misma pendencia,
el territorio de Catalunya quedaría exento de “acciones de lucha armada”, éste
les disculpó, supongo, por lo de Hipercor, y se me ocurre otro “tuit” de humor
negro, les diría “Bah, no os preocupéis, la mayoría eran charnegos…”
Pero lo que me trae hoy aquí es, no el sarcasmo
chabacano y de mal gusto, sino el asombro. El asombro de la solidez de un
sistema democrático que es capaz de alzar ciudadanos, desde el apedreamiento de
escaparates a la toma de decisiones, desde el asalto de las capillas a los
sitiales de los consistorios, desde los escraches a los despachos… Qué
maravilla, sinceramente, enhorabuena, qué deslumbramiento. Tan sólo me lo
empaña un inconcreto recelo: ahora que, por poner otro ejemplo, doña Ada Colau tiene mando en la Policía Urbana… ¿Usará de este formidable instrumento para
continuar con sus escraches a sus adversarios…? Sería un puntazo.
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