- Y Jesús le dijo a Lázaro: “levántate y anda”. Y Lázaro, al instante, se levantó y andó.
- ¡Anduvo, atontao!
- Hombre, sí, al principio anduvo bastante atontao, pero luego ya andó más despierto…
Andaba yo, pecador de la pradera, riéndome por el campo mientras me contaba a mí mismo este chiste clásico, cuando mi vista deficiente me gastó una mala pasada: ¿qué es aquello que brilla en la corona de los sasos? ¿No será humo? Y me acordé de otro chiste de corte clásico, debido al talento inconmensurable del humorista Perich: “Cuando un monte se quema, algo suyo se quema… señor conde”.
Nadie que no haya vivido en el anterior Régimen puede captar este vetusto chascarrillo: la TVE de la dictadura nos educaba para la ciudadanía a golpe de slogan institucional: “Vive deportivamente”, cuando ni dios practicaba el running ni el paddle, “Piense en los demás”, cuando todos ejercíamos obstinadamente la picaresca, y el citado “Cuando un monte se quema, algo suyo se quema”, cuando todos íbamos a los bosques a asar chuletas de cordero con la abundante madera seca. Una vez confiada la representación política al mangato popular, los eslóganes escasearon, encaminándose a lo jocundo: “Hacienda somos todos”, y fakes por el estilo.
Como veo menos que un gato de escayola, recuerdo ahora un sketch de Tip y Coll, la excelsa pareja de humor absurdo: Coll iba al oculista, que era Tip, y se sentaba frente al panel con las letras. Tip le colocaba un cubo, de metal con asa y todo, al revés, tapando su cabeza y le preguntaba: “dígame, ¿qué ve usted?”. “Nada en absoluto”. “Huy huy huy, esto es peor de lo que me imaginaba”.
Y, pese a abusar del zoom, hasta que no llegué a casa y descargué las fotos, no aprecié el reflejo de los aspersores, con su lluvia en diferido añadida a las abundantes lluvias de esta primavera: el viento esparcía un encaje de gotas que brillaban al sol. Y aunque, desde el entorno en el que yo disparaba las tomas, la belleza paisajística no era, ni mucho menos, sobrenatural, no dejaron de parecerme curiosas: portadoras de una extrañeza que me lleva a compartirlas.
- ¡Anduvo, atontao!
- Hombre, sí, al principio anduvo bastante atontao, pero luego ya andó más despierto…
Andaba yo, pecador de la pradera, riéndome por el campo mientras me contaba a mí mismo este chiste clásico, cuando mi vista deficiente me gastó una mala pasada: ¿qué es aquello que brilla en la corona de los sasos? ¿No será humo? Y me acordé de otro chiste de corte clásico, debido al talento inconmensurable del humorista Perich: “Cuando un monte se quema, algo suyo se quema… señor conde”.
Nadie que no haya vivido en el anterior Régimen puede captar este vetusto chascarrillo: la TVE de la dictadura nos educaba para la ciudadanía a golpe de slogan institucional: “Vive deportivamente”, cuando ni dios practicaba el running ni el paddle, “Piense en los demás”, cuando todos ejercíamos obstinadamente la picaresca, y el citado “Cuando un monte se quema, algo suyo se quema”, cuando todos íbamos a los bosques a asar chuletas de cordero con la abundante madera seca. Una vez confiada la representación política al mangato popular, los eslóganes escasearon, encaminándose a lo jocundo: “Hacienda somos todos”, y fakes por el estilo.
Como veo menos que un gato de escayola, recuerdo ahora un sketch de Tip y Coll, la excelsa pareja de humor absurdo: Coll iba al oculista, que era Tip, y se sentaba frente al panel con las letras. Tip le colocaba un cubo, de metal con asa y todo, al revés, tapando su cabeza y le preguntaba: “dígame, ¿qué ve usted?”. “Nada en absoluto”. “Huy huy huy, esto es peor de lo que me imaginaba”.
Y, pese a abusar del zoom, hasta que no llegué a casa y descargué las fotos, no aprecié el reflejo de los aspersores, con su lluvia en diferido añadida a las abundantes lluvias de esta primavera: el viento esparcía un encaje de gotas que brillaban al sol. Y aunque, desde el entorno en el que yo disparaba las tomas, la belleza paisajística no era, ni mucho menos, sobrenatural, no dejaron de parecerme curiosas: portadoras de una extrañeza que me lleva a compartirlas.
Te faltará vista, pero no olfato lumínoso.
ResponderEliminarUna foto refrescante, como pocas.
luis
En realidad, olfato y tacto es todo lo que me asiste en el blog. La vista ya no me alcanza... Y pronto va a tocar dejarlo.
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