El ecozoólogo Filamberto Cocciambre, en su investigación sobre las plataformas litorales del Atlántico Occidental, taxonomiza y describe al almejaruco (merops tapester); este singular pájaro submarino representa una adaptación especialmente anómala al medio acuático.
El almejaruco sobrevuela, planeando elegantemente, los fondos marinos donde habitan las veloces almejas que le sirven de alimento, y decimos veloces, no por que se desplacen con efectiva locomoción huyendo de esta voraz ave, sino porque ante la amenaza del depredador infatigable cierran las valvas en una fracción de segundo, burlando el apetito de nuestro pájaro que, incluso, corre el peligro de quedar atrapado sin remisión entre ellas, con lo cual le aguardaría un espantoso final.
Para el almejaruco, lo más seguro es esperar el acoplamiento de dos de estas almejas sexualmente insaciables; así, espiará con paciencia sus complejas danzas nupciales, atento al delirio y al hervor de la cópula misma, en la cual los nervios de ambos partícipes se estremecen al unísono, permitiendo al astuto pájaro comérselas de dos en dos.
El profesor Cocciambre se pregunta cómo una criatura con plumas ha sido capaz de adaptarse al medio acuático marino y la clave de la respuesta está en los frecuentes vertidos de chapapote procedentes de los gigantescos petroleros averiados, crujidos y descascarillados en todas las alturas del mar a estas alturas. El chapapote provee de una sólida capa de impermeabilidad al plumaje del almejaruco, lo lubrica y protege del frío. De otro modo, su presencia en el mar sería incongruente, incluso la inmersión de las gaviotas y los pelícanos es relativamente breve, si los comparamos con un pájaro que solo sale del agua brevísimos aunque muy frecuentes periodos, para respirar, broncearse el pico y las patas y defecar sobre los turistas.
Incluso el apareamiento de los almejarucos se produce debajo del agua. La hembra pone de tres a diecinueve huevos que incuba, defendiéndolos con audacia del frío y de los tiburones, durante once semanas, mientras el macho le lleva almejas, berberechos, zamburiñas y navajas.
Para proveer al apetito suplementario de la hembra y su prole, el macho puede llegar a verse obligado a robar raciones de los chiringuitos de la playa.
El almejaruco sobrevuela, planeando elegantemente, los fondos marinos donde habitan las veloces almejas que le sirven de alimento, y decimos veloces, no por que se desplacen con efectiva locomoción huyendo de esta voraz ave, sino porque ante la amenaza del depredador infatigable cierran las valvas en una fracción de segundo, burlando el apetito de nuestro pájaro que, incluso, corre el peligro de quedar atrapado sin remisión entre ellas, con lo cual le aguardaría un espantoso final.
Para el almejaruco, lo más seguro es esperar el acoplamiento de dos de estas almejas sexualmente insaciables; así, espiará con paciencia sus complejas danzas nupciales, atento al delirio y al hervor de la cópula misma, en la cual los nervios de ambos partícipes se estremecen al unísono, permitiendo al astuto pájaro comérselas de dos en dos.
El profesor Cocciambre se pregunta cómo una criatura con plumas ha sido capaz de adaptarse al medio acuático marino y la clave de la respuesta está en los frecuentes vertidos de chapapote procedentes de los gigantescos petroleros averiados, crujidos y descascarillados en todas las alturas del mar a estas alturas. El chapapote provee de una sólida capa de impermeabilidad al plumaje del almejaruco, lo lubrica y protege del frío. De otro modo, su presencia en el mar sería incongruente, incluso la inmersión de las gaviotas y los pelícanos es relativamente breve, si los comparamos con un pájaro que solo sale del agua brevísimos aunque muy frecuentes periodos, para respirar, broncearse el pico y las patas y defecar sobre los turistas.
Incluso el apareamiento de los almejarucos se produce debajo del agua. La hembra pone de tres a diecinueve huevos que incuba, defendiéndolos con audacia del frío y de los tiburones, durante once semanas, mientras el macho le lleva almejas, berberechos, zamburiñas y navajas.
Para proveer al apetito suplementario de la hembra y su prole, el macho puede llegar a verse obligado a robar raciones de los chiringuitos de la playa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario