jueves, 23 de junio de 2016

El Espíritu De La Comedia 2

Sigo citando extractos entrecomillados del magnífico ensayo de Antonio Escohotado (El Espíritu de la Comedia, 1991) .Hoy pondré el foco en lo que conocemos como Sanidad Pública, cuya concepción, en mi caso, ya era un tanto pesimista:

Una organización clientelar carísima e ineficaz que vive de gestar y gestionar enfermos crónicos, preferiblemente ancianos (por ser los rehenes más indefensos e incurables). Es también un sistema que genera un sometimiento a una autoridad político-médica de corte rigurosamente dictatorial.


Escohotado no es tan lapidario: explica con razonamientos amplios y sutiles de qué manera el Estado moderno se ha apoderado de nuestras decisiones en el campo de la salud física y psíquica, con el señuelo de la asistencia sanitaria y, siempre en contra de las decisiones autónomas de los sujetos, desposeídos una vez más de su libertad y de su responsabilidad y una vez más, tratados como menores o tontos de baba. 





Comienzo: “Una explícita «apuesta por la vida» ha conducido a notables cambios en las leyes”… “Se diría que es el forzoso acompañamiento a su oferta de bienestar, si bien cabe distinguir allí dos aspectos. Por una parte hay el sistema de seguridad social, que a cambio de metálico suministra atención médica gratuita y pensiones. Por otra hay un cuadro de servicios más reciente, que convierte la atención médica gratuita en obligatoria y se propone en general combatir vicios insalubres, con una alternativa mixta de deporte y pasatiempos sanos.” Con lo que “incluye una dictadura higiénica” y algo más.

“El largo Imperio eclesial inventó, entre otras cosas, las emisiones de indulgencias. Más científico, el Estado contemporáneo confía a médicos y psiquiatras gran parte de lo que otrora fue incumbencia de clérigos.”

“…para prevenir el cáncer de pulmón no basta informar verazmente; hacen falta órdenes a caballo entre el artículo de fe y el reglamento disciplinario. De ahí diez mandamientos generales sobre dieta, hábitos y comparecencias ante el médico. El primer mandamiento dice: «No fume. Si lo hace, que jamás sea en presencia de otro.»”

“Inermes ante una destrucción sistemática del medio, metidos durante el invierno en urbes mefíticas y fugados en verano a playas contaminadas, sólo recordando que la esencia de la disciplina es reducir a impotencia la voluntad original del sujeto se entiende que a Sanidad le inquieten tanto quienes asumen conscientemente el riesgo de contraer cáncer pulmonar – los indóciles tabacómanos - , y tan poco los expuestos inconsciente e involuntariamente a él. Esto es innegable cuando de 23 substancias cancerígenas, usadas generosamente por la industria, el Ministerio ha decidido prohibir tan sólo una (el benceno) y desentenderse de las otras 22, callando incluso su nombre, quizá para evitar que quienes trabajan en instalaciones donde se emplean, o simplemente cerca, empiecen a fumar cuatro paquetes diarios de cigarrillos sin filtro.”

“Fumar tabaco limita la autonomía, cuesta dinero y no puede ser sano en sí. Quien se jacte de tener ese hábito es bobo o hipócrita. Pero fumamos por un complejo de razones: compone coreográficamente el gesto, descarga tensión, llena el rosario infinito de segundos con algo familiar. Quien sabe existir sin rutinas es un ave rara, y la mayoría de los mortales nadamos en precarios equilibrios anímicos, articulados sobre una o varias costumbres rígidas, maniáticas, cuya suspensión engendra desasosiego. No obstante una cosa es argumentar los inconvenientes del tabaco, y otra – diametralmente distinta – que alguien se sienta legitimado para coaccionar a otros. O las manías son asunto privado (y en eso se distinguen de los delitos y las faltas) o son asunto público. Si son asunto público, ajeno a sectarismos, es exigible que se ataquen primero y más las peores, como la ley castiga primero y más el parricidio que el allanamiento de morada.”



“Tras repasar el catálogo de hábitos viciosos, sugiero que sólo hay una pasión incondicionalmente abyecta y nefasta para todos en el mundo, que es la dineromanía.”

…”La perfecta dignidad de este vicio proclama que a nivel oficial ha dejado de ser individualmente patológico, y socialmente devastador. Para los Estados salutíferos es más bien el cebo perfecto, una bendición que lubrica todos sus engranajes. Solo, o combinado con la manía de celebridad a cualquier precio (la no menos promocionada famamanía), es el filtro que introduce sin asperezas las disciplinas vigentes. En conjunto, presenciamos campañas muy imparciales y desinteresadas contra el vicio.”

Tras este sarcasmo, debo hacer notar que Escohotado es un partidario de la legalización de todo tipo de sustancias de esas que el Estado que nos vende protección llama “drogas”. Su nocividad y el coste social que supondría la libre circulación de semejantes tóxicos, aun siendo muy elevado, no sería ni la décima parte de los costes y perjuicios que acarrea la prohibición: policía sobredimensionada, rehabilitación, confidentes, bandas organizadas, violencia criminal…

También se explaya el autor sobre el derecho a la eutanasia, “y el estamento terapéutico - ¿quizá por casualidad? – mantiene un horror a la eutanasia esencialmente idéntico al de la Santa Sede.” Luego nos demuestra que no hay tal casualidad, pues la prolongación artificial de la vida y del sufrimiento es un gran negocio y, por otra parte “la existencia individual adulta pertenece finalmente al Estado”.

En la próxima (y última) entrega sobre este magnífico ensayo, trataré de abordarlo con una perspectiva más global en su variedad temática. A ver si consigo sintetizar un poco su miga.

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