viernes, 19 de febrero de 2016

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 50

31. UN DOMINGO CUALQUIERA DE PRIMAVERA

El domingo después de comer, me llevé, por si acaso, el cuaderno con las integrales a casa de Mateo. Hacía un día de sol velado casi veraniego aunque algo ventoso, a juego con el estrecho callejón del Viento. Me colé en el umbrío portal oloroso de alubias hervidas, col fermentada y aguarrás, subí en cuatro zancadas los empinados y estrechos escalones y golpeé la puerta con el llamador, haciendo los toques convenidos para evitar que su abuela invidente viniera a abrir tanteando las paredes del pasillo.

 - Pasa, Teo, ¿cómo es que no viniste ayer?

 - ¿Quién es? – Chilló una asmática voz de anciana desde el otro extremo de la casa.

 - Nadie, abuela. Mi amigo Teo que viene a ver los cuadros. Siga desgranando los guisantes, que no hace falta que salga.

 - No vine ayer porque estaba indispuesto, vamos, que tenía una resaca horrorosa. Además, por la tarde, tenía que acompañar a mi hermano Rosendo al bar “El Arcangel”, porque se le había metido en la cabeza darle una paliza a Serafín.

 - ¿A Serafín? Si es un bendito, un alma cándida incapaz de hacerle daño a una mosca que se le quedara pegada en el mostrador. En cambio, tu hermano es un bichejo pendenciero, en la Farmacia de Ferrer le van a tener que dar una comisión: es un no parar de venderles árnica a los quintos del cuartel. Dicen que el otro día, en el bar “El Marroquí”, les dio un sillazo a unos reclutas sólo porque los oyó que estaban hablando en catalán, pobres, los obligan a hacer la mili en el quinto coño y encima se encuentran lugareños tan cafres como tu hermano… ¿Y por qué quería calentar al desdichado Serafín, si puede saberse?

 - Porque nos anda difamando por ahí. A mí y a mi familia.

 - Esa sí que no me la creo: Serafín hablando mal de nadie, si es un santo Job… ¿Y le atizó ese matón que tienes por hermano al pobre? Pues lo dejaría bueno… Hecho un Ecce Homo, me figuro.

 - No. Al final no se pegaron. Se fueron a pescar al río Gas. – Yo empezaba a estar más bien incómodo con Serafín y seguía estando harto de mi hermano, así que corté: – ya te lo contaré otro día. Anda, enséñame esos cuadros.

Uno de mis primeros cuadros
En el cuarto de Mateo, además del concienzudo desorden cotidiano, había un olor mareante a aguarrás y, en una esquina, tapando la desportillada Venus de Milo de escayola, un enorme caballete de madera sujetaba un lienzo descomunal con un fondo submarino del que parecía emerger la Torre de la Cárcel, un sólido torreón de la vecina Plaza del Marqués de la Cadena, solo que a éste del cuadro le faltaba el pinguruto de hierros renegridos que coronaba el edificio real, el que se alzaba a unos cincuenta metros de donde estábamos encerrados. Cuando se lo hice observar, Mateo dijo:

 - En la pintura al óleo, se va procediendo por capas: pintas encima de lo que se ha secado y vas cubriendo los volúmenes generales y los fondos con detalles y retoques. Lo que ves está muy lejos de lo que el cuadro mostrará al final. Aunque, ahora que me haces pensar, podría ahorrarme pintar el chapitel ese de lo alto, con lo complicado que es, porque me han dicho que lo van a quitar…

De jacaenlamemoria
 
 - No jodas, que lo van a quitar ¡si es lo más chulo de la torre! Ahí lo que tendrían que hacer es un mirador, como en la Giralda de Sevilla: se vería todo Jaca desde lo alto.

En estas entró la abuela de Mateo con una bandeja donde dos tazas de café humeantes estaban acompañadas de un plato de pastas. Con un gesto certero, dejó la bandeja en el único lugar despejado que había en la vasta mesa del estudio. Dirigiéndose a Mateo, dijo:

 - Os he traído un café, porque tú nunca le ofreces nada a tu amigo. Porque es tu amigo éste que está ahora en el retrete, ¿no? El que tú llamas Teo, el hijo de esa tan pechugona que friega por las casas, Anacleta, ese chiqué esmirriau al que todos le dicen Pinchaúvas y van contando que es medio mariquita porque lleva los pelos más largos que la Marisol. El que sale con la hija de Modesto el pescatero. La mayor, la que dicen que es guapa como una corista, no, la pequeña, que me han dicho que es otra belleza, de otro estilo, como la Virgen de niña; hay que ver Modesto, qué suerte con esas dos hijas tan hermosas y tan trabajadoras. Este mocé, el amigo tuyo, es un poco sin sustancia y apamplao, no pega mucho con la chica de Modesto, tan vivaracha y con el porvenir resuelto, que vale un Potosí y se podría llevar, yo qué sé, hasta un labrador de casa fuerte, pero bueno, tu amigo saca pinta de buena persona, como su abuelo Jeremías el enterrador y me han dicho que, aunque parece lelo, tiene buena cabeza pa los números. En el Banco Hispano Ansotano, que andan buscando un botones, podría empezar una buena carrera y sentar la cabeza.

 - Abuela – cortó Mateo –, que está aquí oyendo las simplezas que dices y se va a agobiar.

De HDV Jaca
 - La culpa de que se vaya a desazonar este mesache con los cotilleos de una pobre vieja, la tienes tú que ya sabes que como soy ciega, reconozco por los olores, pero desde que andas con esa porquería de disolvente, ese asqueroso aguarrás no me deja percatarme de nada. – Y a mí: - Perdona mocé, como he oído un ruido, me he creído que te habías metido en el retrete. Voy a coger la escoba, que lo que debe andar por ahí es un ratón muy gordo que me tira todos los días los cubos y los cepillos de fregar.

Salió, dejando a Mateo un tanto confuso y humillado. Dado que su abuela, en realidad, no me había ofendido, decidí echarle un capote:

 - ¿Y cómo es posible que trastee y haga café en la cocina, si es ciega?

 - Porque en toda la casa, menos en esta habitación, está prohibido por completo cambiar un solo traste de sitio y ella, que sabe dónde están todos, se orienta dejando siempre las mismas cosas en los mismos lugares. Y tú podías haber señalado tu presencia, antes de permitirle meter la pata.

 - Da igual, hombre, los viejos ya se sabe… Ahora vive con nosotros Jeremías mi abuelo y, si yo te contara dónde se va dejando el paquete de cuarterón y el librillo de papel de fumar, la boina toda llena de caspa, las gafas de leer, la trompetilla del oído, la dentadura postiza y, lo peor de todo, una especie de tarugo ortopédico que lleva desde hace dos años, uno que se ata con correas al muñón del pie que le cortaron cuando le salió la diabetes… Sin contar que, cuando se cura las llagas, deja las gasas y los esparadrapos en cualquier parte, tirados por ahí.

Pseudo filatelia
 
 - Ya está. ¡Aquí lo tenéis al maldito! – Como un ángel exterminador, la abuela extendía su brazo y su mano aferraba en alto, por la cola, el cuerpo exánime de un ratón que debía de haber tenido atemorizados a todos los gatos del barrio. En la otra mano, llevaba la escoba y en los globos inertes de sus ojos brillaba, yo lo hubiera asegurado, un destello de orgullo.

Orgullo que hubiera estado justificado de todo punto, si no fuera por lo rancias que estaban las pastas.

Aspecto actual de la torre de la Cárcel (o del Reloj)
 

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