Dentro de unos días publicaré la última entrega de “La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles”, una esforzada ficción en primera persona donde se traza una muy poco elogiosa semblanza de mi familia ficticia.
Como desagravio, hoy quisiera traer aquí a los mayores de mi familia real, particularmente a mi abuelo materno, el primero en la lista de los fallecidos de los que aún guardo algún recuerdo. Murió en Jaca, a los 60 años: más joven de lo que soy yo en este momento, digamos que no llegó a cumplir mi edad actual. Fue impresor de profesión y trabajó en el periódico local, “El Pirineo Aragonés”.
No sé de quiénes habrán sido la iniciativa y el esfuerzo, pero desde aquí les dispenso un enorme agradecimiento: han digitalizado por completo el periódico en PDF, gracias a lo cual se recupera por entero una época y sus acontecimientos en la bella ciudad pirenaica. Bravo.
Rescato la esquela publicada con motivo del fallecimiento de mi abuelo y una breve reseña acerca de él, ya que era un trabajador de aquella imprenta añeja que alumbraba el semanario; de todo esto hace la friolera de 58 años.
Conservaba yo, entre mis papelotes, fotos de ambos: de mi abuelo y de mi abuela, del impresor y su esposa. Pese a los escritorios que muestran las imágenes, ella careció durante toda su larga vida de las primeras letras. Un contraste llamativo aunque no inhabitual en aquellos años oscuros.
También conservo el reloj de bolsillo, muy probablemente un objeto de plata, que perteneció a mi abuelo y que lleva más de medio siglo parado: prometí, al hacerme con él, restaurarlo con una corona nueva e intentar ponerlo en funcionamiento. A estas alturas, tendré que sobrellevar la infamia de no haberlo hecho: que Honorato, allí donde esté, me perdone. También me hubiera gustado llevar su robusto nombre que, tal vez por mera etimología, me hubiera puesto a salvo de alguna que otra deshonra de las que voy arrastrando.
Como desagravio, hoy quisiera traer aquí a los mayores de mi familia real, particularmente a mi abuelo materno, el primero en la lista de los fallecidos de los que aún guardo algún recuerdo. Murió en Jaca, a los 60 años: más joven de lo que soy yo en este momento, digamos que no llegó a cumplir mi edad actual. Fue impresor de profesión y trabajó en el periódico local, “El Pirineo Aragonés”.
No sé de quiénes habrán sido la iniciativa y el esfuerzo, pero desde aquí les dispenso un enorme agradecimiento: han digitalizado por completo el periódico en PDF, gracias a lo cual se recupera por entero una época y sus acontecimientos en la bella ciudad pirenaica. Bravo.
Rescato la esquela publicada con motivo del fallecimiento de mi abuelo y una breve reseña acerca de él, ya que era un trabajador de aquella imprenta añeja que alumbraba el semanario; de todo esto hace la friolera de 58 años.
Conservaba yo, entre mis papelotes, fotos de ambos: de mi abuelo y de mi abuela, del impresor y su esposa. Pese a los escritorios que muestran las imágenes, ella careció durante toda su larga vida de las primeras letras. Un contraste llamativo aunque no inhabitual en aquellos años oscuros.
También conservo el reloj de bolsillo, muy probablemente un objeto de plata, que perteneció a mi abuelo y que lleva más de medio siglo parado: prometí, al hacerme con él, restaurarlo con una corona nueva e intentar ponerlo en funcionamiento. A estas alturas, tendré que sobrellevar la infamia de no haberlo hecho: que Honorato, allí donde esté, me perdone. También me hubiera gustado llevar su robusto nombre que, tal vez por mera etimología, me hubiera puesto a salvo de alguna que otra deshonra de las que voy arrastrando.
Al ver su foto,que por cierto tienes bastante parecido con el, rememoró las veces que estuve con él y la admiración que que por él sentía. Siempre me preguntaba cómo podía ser feliz (que lo era) una pareja tan dispar.
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