Resulta que compré el álbum Planet Waves
de Bob Dylan en 1974 en vinilo. Como me gustó, lo escuché una y otra vez, hasta
que la aguja del equipo de música agrandó y profundizó sus surcos, de tal
manera que se impuso la presencia de un ruido, como si alguien en segundo plano
estuviera friendo huevos. Es lo que tenía la música en vinilo. Ahora ese ruido
analógico es muy apreciado por la peña del Hip hop, pero como fondo de folk o
de clásica, molestaba lo suyo, daba morcilla, vamos.
Así que cuando se reeditó en formato
cedé, me lo volví a comprar. No me preguntaron si ya lo tenía para hacerme una
rebaja (porque ya lo había pagado una vez)… Además los cedés eran más caros que
el salmón, o sea que te clavaban sin piedad, mientras el divo de turno venía a
Barcelona, se hospedaba en el Ritz, hacía cubrir el extenso suelo de la suite
con una alfombra persa y se corría una juerga con groupies como huríes (en
cantidad y calidad) y con drogas sin adulterar.
En estas, llegó Internet e hizo su
aparición la mal llamada piratería y se les acabó el chollo (a los creadores,
en beneficio de los grandes ejecutivos de las compañías de telecomunicaciones).
Mala suerte amigos, así las gasta el mercado.
Pájaro Libélula - Paulino Clii |
Su reacción no se ha hecho esperar: han
presionado a los poderes públicos para intentar cobrarnos por tercera vez el
mismo contenido: que si un canon, que si un plus en las tarifas… En fin, yo ya
he pagado dos veces (tres si cuento mi suscripción a Spotify, 5 € al mes) por
un disco del que no puedo disponer libremente: anteayer ripeé una de sus
canciones para ponerla en un video y compartirla con los tres amiguetes y medio
que se asoman a este blog y van en YouTube y la silencian, porque no tengo
derecho a usar una canción que el ínclito judío grabó ¡hace cuarenta años!
¡Toma Jeroma, pastillas de goma! Igual va a ser necesario que la pague (por
cuarta vez) para disponer de ella. De seguir así, no me extrañaría nada que una
mañana la estuviera escuchando en mi casa, con la ventana abierta, y subieran
un leguleyo, un policía, o ambos, a decirme que no tengo derecho a darla a
conocer a los que pasan por la calle y que cierre la ventana ipso facto. “No,
no es que moleste el ruido: es que no tiene usted derecho a difundirla…” Algo
así estoy preparado para escuchar. Ya les vale.
Yunaited Colors Of Beneton - Andresito Guarjol |
Continuaré hablando mal de los creadores
y, sobre todo, de sus voraces, insaciables y asaz inútiles gestores. Les toca
el turno a los de la letra impresa. Pretender cobrar entre catorce y dieciocho
euros por un libro en formato electrónico es firmar el acta de defunción del
sector. Y es lo que han hecho. Los libros de papel son caros, se supone, porque
acarrean enormes gastos de producción: el papel, la impresión… Pero, ¿Qué
gastos de producción acarrea colgar un fichero en la red?¿O es que, de repente,
las empresas editoriales se han vuelto generosas y quieren hacer millonarios a
los escritores? No señor: márgenes, beneficios, impuestos, promoción,
representación… El mamoneo de siempre.
Por otra parte, si uno prefiere, pongamos
por caso, leer a Baroja en vez de a los novelistas de actualidad, se encuentra
con una carencia notable de libros de este autor y otros muchos primeros
espadas de nuestro patrimonio cultural, en las ofertas editoriales de libros
electrónicos “legales”. Es un desierto. Nadie se ha tomado la molestia de
satisfacer esta demanda. Vas a alguna fuente de las mal llamadas “piratas” y
encuentras gratis (los piratas hoy en día son así, regalan los tesoros en lugar
de enterrarlos) extensos catálogos de Baroja, Unamuno, Azorín, Ortega… ¡Que no
están en ningún otro sitio! Un “amateur” ha empleado su valioso tiempo libre,
tras trabajar diez horas diarias por ochocientos euros al mes, en hacer un
escaneado con reconocimiento de texto de, pongamos por caso, Sender, cosa que
las editoriales no han hecho. Te encuentras una copia “ilegal”, algo imperfecta
(y gratuita), que cubre un vacío y una desatención absolutos, mientras los
supuestos responsables están llorándoles a los poderes públicos para que éstos
hagan de Dooh Nibor (que, al revés de Robin Hood, roba a los pobres para
entregárselo a los ricos). Me reiría si no porque se me iban a saltar los
puntos…
Pájaro Luciérnaga - Paulino Clii |
Pero hablando de puntos, donde los
defensores de las espléndidas remuneraciones de la creatividad (los paladines
de la Cultura, con mayúsculas) alcanzan su punto de mayor estulticia es en el
cine patrio. Para empezar, cuando me fijo en los créditos de cualquier película
de factura nacional, resulta que, como contribuyente, la he pagado yo. Bien
sea, a través de la Diputación de Lugo, de la Comunidad Autónoma de Castilla-La
Mancha o del Ministerio de Cultura. A continuación, si estoy interesado en
verla, me la vuelven a cobrar en una sala de cine y, finalmente, en el muy dudoso
caso de que quisiera conservarla o coleccionarla, me la cobran por tercera vez
en DVD, en una televisión de pago, o en un canal en abierto, sepultada en un
vertedero de publicidad (que es la forma de rentabilizarla). Total, tres
extracciones de numerario por un producto que últimamente es, en el mejor de
los casos, mediocre. Se quejan y se quejan y achacan la crisis del sector a la
ruindad del Gobierno y a la piratería y ello les impide hacer la menor
autocrítica: la piel que habitan les parece muy cómoda (y a mí muy poco
interesante). Yo no sé cómo, en tiempos verdaderamente difíciles, Berlanga pudo
rodar “El Verdugo”, o Buñuel “Viridiana”, con todos los factores en su contra y,
en cambio, ayer mismo nuestros gobernantes subvencionaban, por ejemplo,
catecismos ideológicos tan burdos y soporíferos como “De Tu Ventana A La Mía” o
“Una Pistola En Cada Mano”, títulos cuyo visionado recomiendo encarecidamente
eludir y ver a cambio, qué sé yo, “Atrapa A Un Ladrón” de Hitchcock, ya que,
seas del sexo que seas, encontrarás que Grace Kelly está divina. Y además, como
premio adicional, los creadores de esta película no te toman por un retrasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario