Hará cosa de un mes y de forma un tanto
casual, caí en las garras del vicio de moda. Dado que la corrupción, la
prevaricación, la cocaína, el cohecho, la adjudicación de obras a dedo y cosas
así, están fuera de mi alcance, he de referirme por fuerza al cigarrillo
electrónico.
Probelo y gustome, de modo que me adueñé
de un “kit de inicio” y me di a vapear a todas horas, en lugar de fumar como
antaño hacía, concitando con este nocivo e insolidario hábito los reproches,
las advertencias y la malquerencia de mis conciudadanos. El tránsito del humo
tóxico al vapor presumiblemente menos perjudicial, no fue nada traumático, sino
al contrario. Al cabo de una semana de sustitución, retomé un cigarrillo, lo
encontré menos atractivo que los vapores que lo reemplazaban y hasta hoy, que
proso estas líneas, no me he vuelto a acordar del tabaco analógico.
Sé que semejantes experiencias no son
transferibles pero, dejando a un lado el que sea más sano, que eso está por
verificar, aunque es obvia la sensación de que no te “carga” los bronquios y la
garganta tanto como un paquete de cigarrillos, para mí todo son ventajas: es
más limpio, puesto que no deja residuos tan aparentes como las colillas, sabe
mejor (esto, claro, es subjetivo), es más económico, puesto que vapearse 4 ó 5
euros diarios de e-líquido es virtualmente imposible… El mantenimiento,
comparado con el de una pipa (que también es muy atractiva y aromática) es
sencillo, divertido y es fácil hacer que “tire” mejor. La disponibilidad es más
inmediata, está siempre “encendido”, quiero decir que lo llevas en el bolsillo
y le puedes dar dos caladas antes de entrar a la frutería, no es necesario
encender y consumir una unidad, como con los cigarrillos. Y encima, nadie te
podrá responsabilizar de quemar un bosque.
Lo aprendí hace poco: se llaman claromizadores |
En el lado negativo del balance, es
igualmente adictivo (el cuerpo reclama su dosis de nicotina) y carece casi
totalmente de glamour, yo tampoco me imagino a John Wayne, en una del Oeste,
vapeando a caballo, ni a Humphrey Bogart seduciendo con un cigarrillo
electrónico. A mí me sedujo concretamente el sabor y lo divertido que es
hacerse cargo del funcionamiento de un aparatito tan entretenido (ideal para
frikis como un servidor).
Desde luego no contaba con poder vapear
libremente: una vez que el estigma ha sido detectado en un grupo de apestados,
imprime carácter, como algunos sacramentos. Pienso que no servirá de nada alegar
que no carga el ambiente, que apenas huele y que no perjudica a los “vapeadores
pasivos”, al no ser un humo con partículas sólidas en suspensión. Tras haber
firmado en un par de sitios, para poder vapear en algunos locales públicos, pienso
que esa batalla está perdida de antemano, la Santa Inquisición no descansa, sólo
ha cambiado su definición de herejes. Levemente.
He reunido un kit muy completito |
Para darme la razón, en El País de ayer,
jueves, aparece este titular “Europa saca el cigarrillo electrónico del limbo
legal”, dejando aparte la manía que tiene el citado diario de usar sujetos tan
mal definidos como “Europa”, “el pueblo” o “la calle” (creo que deberían ser un
poco más exigentes con sus redactores, para evitar estas abstracciones tan
imprecisas), lo que es palmario es que lo van a regular, lo cual inevitablemente quiere decir poner barreras,
limitar, restringir, coartar, prohibir, en fin, todo eso que se les da tan bien
y que encima se arrogan la potestad de hacerlo en mi nombre, en mi beneficio y
por mi bien. Qué morro, señor comisario.
Pero esencialmente, lo que quieren es su
parte en el botín, su mordida para dietas y lunches. El mecanismo es sencillo:
se declara nociva y perjudicial la actividad del vapeo y ya se puede someter a
exacciones exageradas, ya pueden cruspir a impuestos brutales a los pobres
diablos que vapeen, ¿o iban a ser más afortunados que los que fuman, beben licores
o juegan apuestas? Si en una cajetilla de tabaco, el 75 % del precio que paga
el consumidor, son impuestos, un botellín de líquido para vapear puede
fácilmente acabar multiplicando su precio por 4. Y que paguen los pobres, que
para eso están.
Un Himphame vapeador |
De momento se moviliza a los esbirros
encargados de velar, desde sus despachos, por la salud pública. He aquí algunas
ideas que se anuncian de inminente aparición con validez científica:
Con el cigarrillo electrónico te puedes
electrocutar. (No te rías, eso decían hace 50 años de las guitarras
eléctricas).
Se te puede caer y, como es cilíndrico,
una persona puede pisarlo, resbalando y sufriendo graves politraumatismos.
Un bebé puede confundirlo con un chupete
y convertirse en una criatura adicta a la nicotina de por vida. La defensa de
los indefensos e inocentes, es lo primero. (Para eso son siempre, los inocentes y los indefensos, los que pagan todo tipo de exacciones, amén de los platos rotos).
No se sabe las sustancias tóxicas añadidas
que lleva y, por tanto, es malo. (Claro que esto tampoco lo supieron, sino a
posteriori, con las vacas locas y uno se pregunta si no podrían gastar un poco
menos en despachos y un poco más en laboratorios…)
En fin, amiguitos, preparados para la
nueva caza de brujas, que se anuncia interesante.
Con tu nuevo look y un buen cencerro nadie te podrà disputar el rol de macho alfa cuando paseemos por los montes del valle de Benasque.
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