Como don Erre que erre en su celebrada
película, sigo obstinado en presentar vetustos y encantadores libros de
narrativa infantil. Y no es que quiera arruinarle el negocio al señor Helme
Heine, es que sus cuentos me parecen muy buenos y no puedo evitar la tentación
de compartirlos aquí con el numeroso público que internet me brinda y que el
coreano del Gangnam Style me ha birlado casi enteramente (con toda justicia,
ojo). Espero que a sus 72 años el multipremiado escritor e ilustrador alemán no eche de menos en su
peculio los casi tres libros que mi infortunada admiración le ha privado quizá
de vender.
Der autor |
Así que hoy lo traigo de nuevo a esta
desdichada página con unas cuantas vanas esperanzas:
La de que tal vez un padre o una madre,
usando de un tablet, donde se agrandan fácilmente las ilustraciones, se lo
cuente en la cama, a la hora de irse a dormir, a su criatura de entre tres y
nueve años y, de este modo, la mande al paraíso de los sueños a soñar con la
canción de los cerdos felices (los que nunca oyeron hablar de Campofrío, de El
Pozo ni de Oscar Mayer).
La de que quizá un docente, para relajar
a sus niños en la sesión de la tarde, utilice el cañón o la pizarra digital,
proyectando en el aula este torrente de imaginativa diversión que sacude el
mundo porcino. Una sugerencia de lectura colectiva.
La de que, ocasionalmente, un adulto que
no ha exterminado al niño que se lleva dentro, pueda hallar regocijo con una
historia ingenua pero ocurrente, corriendo el riesgo de sentir una espontánea y
tontorrona alegría por la ventura de estos cuasicongéneres.
La de que lo leas tú y me digas que te ha
parecido “un cuento con situaciones y contenidos excesivamente tradicionales
para la formación que se pretende impartir hoy en día”. O algo parecido.
Muchas gracias por subir este libro. Siempre fue uno de mis preferidos
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