Hoy me toca rememorar una excursión que
hice, en dos o tres ocasiones, cuando era más joven y disponía de mejor
tracción y un resuello más contenido. Lo hago porque me he comprometido, más o
menos, a repetirla con un amigo que me insistió en que si recuperaba algo de
visión, como así ha sido, parece, le sirviera de guía por un valle que
desconoce, pese a que ha transitado, infatigable por toda la bella zona
ribagorzana.
Lago de Remuñe |
Para estar en una comarca tan turística, Remuñe
es un vallecito poco masificado, más bien solitario. En una ocasión, tal que un
fin de semana de agosto, estaba Benasque a reventar de gente, en los campings y
zonas de acampada ya no cabía un alma y, en cuanto nos echamos a andar hacia
Remuñe, mi mujer y yo, nos topamos únicamente con otra persona a lo largo de
toda la jornada, alguien de mi pueblo, ya es casualidad.
Valle de Remuñe |
La relativa, llamémosla, poca atracción
de este paseo, en modo alguno se debe a la falta de alicientes: agua en
abundancia, cascadas y remansos, flores, marmotas, paisajes maravillosos y
perspectivas de notable majestuosidad, culminan en un lago tan azul que se
diría que lo han pintado. Al parecer, la ausencia de los visitantes que
abarrotan la Escarpinosa, Aigualluts y otros hermosos lugares, se debe a la
necesidad de caminar por un terreno incómodo que, si bien no tiene ninguna
dificultad real para un excursionista dominguero (like me), es algo molesto de recorrer:
pedrizas, corrientes de agua que hay que cruzar quitándose las botas, un itinerario
en alguna ocasión algo incierto, cuyas indicaciones se reducen a los hitos de
piedra que algún alma bondadosa se toma la molestia de apilar. Sin ser largo,
resulta bastante “entretenido”.
La empinada canal accede al ibón grande |
Al llegar a Benasque, uno sigue por la
carretera en dirección al norte, una ruta que lleva a ninguna parte, pues se
acaba de golpe unos doce kilómetros más arriba. Alguien tuvo la idea de que un
túnel abriría una comunicación con Bagnères-de-Luchon, pero la idea no
prosperó, se dice que, como de costumbre, los galos no cooperaron. Bueno pues,
cien o ciento cincuenta metros antes de que la carretera se suicide, un sendero
a mano izquierda se interna por un bonito pinar, luego se gana altura pasando
por un imponente promontorio (Corona de Remuñe) y se accede por fin al barranco
homónimo. A partir de aquí la orientación es indudable, río arriba, con la
corriente a nuestra izquierda. Tras un incómodo deambular por una orilla
pedregosa, empinada y con numerosos torrentes que afluyen al caudaloso barranco
principal, llegamos a un bucólico rellano. Aquí a esos terrenos planos, donde
un valle se abre, los llaman “pleta”. Así pues, Pleta de Remuñe, un descansito
que lo peor está por venir: hay que cruzar el río y una canal obvia, con una
pendiente del copón y unas piedras como autobuses, nos lleva en no más de
cuatrocientos sufridos metros a un rellano superior, donde se asienta un lago
de unas dos hectáreas que quedará a nuestra izquierda conforme recorramos su orilla.
No me importa reiterar lo azul que es, azul ultramar, en una ladera bastante
abierta.
El ibón grande... |
... no cabía entero en la foto |
A partir de aquí, podemos acceder en
pocos minutos a otro lago chiquitito, apenas una piscina olímpica, éste de
color verdoso y oscuro. Finalmente, continuando por un reborde, conseguimos
bajar el escalón que nos separa del valle principal y completar un pequeño
recorrido circular, ahora hemos accedido a una “pleta” superior, en un terreno
encharcado, con un curioso covacho de piedra así, como megalítico, que nos puede
servir de refugio o merendero. Se puede seguir valle arriba, pero son palabras
mayores, algo ya para excursionistas de pelo en pecho… Los benjamines tiramos
para abajo, y luego por donde habíamos venido. Debe costar algo así como hora y
media alcanzar el ibón grande y cuatro horas completar el circuito.
El ibón pequeño, diminuto |
Este paseo me gusta especialmente porque
compendia los atractivos del Pirineo Central. Es como si fuera un muestrario o
un “menú degustación” de las maravillas que puedes encontrar en otras
excursiones más monográficas, hay un poco de todo lo más hermoso. Sentiría
darle publicidad y acabar con su carácter recoleto, apartado y solitario, menos
mal que no me lee ni dios.
Agua en abundancia |
Ah y otra cosa: “in illo tempore” no había
dado comienzo la era digital y gastaba yo unas cámaras fotográficas que hoy se
negarían a vender en los bazares chinos. A ver si cuando vuelva, consigo unas
fotos decentes.
El itinerario |
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