Siempre que un político, un periodista o
un presentador se dirigen a los ciudadanos en el contexto de temas educativos,
gustan de poner a los docentes en el punto de mira: que si no están tan
preparados como los de Finlandia, que si insisten en la desfasada lección
magistral, que si habría que evaluar su competencia y productividad… ¿Por qué
no azuzan a las masas contra los veterinarios, los fontaneros o los
pensionistas? Misterio.
En las series y en la publicidad, es
frecuente presentar la figura del profesor como la de un ogro reaccionario, ¿te
acuerdas de aquel anuncio institucional
para promover el folleteo seguro, donde un profesor rancio y malcarado encontraba
un condón en el instituto y, con expresión torva, preguntaba de quién era?
Menos mal que al final vencía la solidaridad y se levantaban todos los
estudiantes como un solo magma voluptuoso.
Anteayer, en un noticiario aragonés de la
radio, don Celso Alertas, presidente de una compañía de las telecomunicaciones
digitales, no se me quedó si era Vomistar o Jodafone, más un cetáceo que un pez
gordo de las actuales minorías directivas/lavativas, aprovechó la tribuna que
los micrófonos le bringdaban para echar otra palada de excrementos sobre el
sufrido gremio de la enseñanza, diciendo algo así como que los niños eran
digitales y sus profesores todavía no habían sido capaces de hacer un esfuerzo
de adaptación y seguían utilizando retrógrados métodos antediluvianos y
obsoletos medios analógicos, así que ya era hora de reciclarse (en el oportuno
contenedor). Este tirón de orejas a los de la tiza fue la gota que colmó el
vaso, me encendió: santo cielo, ¿qué niño de hoy en día necesita ser adiestrado
en el manejo de un móvil, una Tablet, un ordenador, una PS Vita, una Nintendo
DS, una Wii? ¿Es que aún quieren venderles más chufas? ¿Es que todavía quieren
lavarles el cerebro con más pantallitas?
Los niños son, en este país, nativos
digitales. Usan estos medios mejor que el peine o la cuchara. Si tienes alguna
duda sobre cómo enviar un Whatsapp, configurar la conectividad de un móvil o
crear, guardar, compartir o borrar un archivo y hay en tu casa un niño entre
cinco y dieciocho años, consúltale a él… Ahora, si eres de Vigo, no le
preguntes dónde está Santiago y si eres de Daroca, no quieras saber (por su
boca) qué tal es Tauste.
Las cosas como son: la “generación más
preparada de nuestra historia”, según repite una celebérrima (y cacatuérrima)
locutora que uno de estos días terminará la carrera de periodismo, la
generación que va a tener que irse a Alemania a desintegrar el átomo, porque
aquí los recortes, en opinión de la briosa reportera (que no ha necesitado de
los estudios reglados), condenan a nuestros vástagos a desintegrar la caspa o
las mondas de patata y la I+D se ha detenido en el asa del botijo.
Pero si la solución pasa por denostar sin
descanso a la escuadra de la función docente, apañados estamos. Tal vez he
mencionado ya que, entre los hindúes, que creen en la transmigración de las
almas, existe la presunción de que aquellos que no hacen caso de sus maestros y
se dedican a injuriarlos o a burlarse de ellos, en su próxima reencarnación
habitarán la forma de un asno. Es probable, claro, que esta convicción fuera
difundida por el gremio de los preceptores, pues eran parte interesada en
asunto tan punitivo.
Aunque aquí, hoy y entre nosotros,
advierto que ya ha ocurrido, ya nos hemos reencarnado en la bestia que tomamos
como epítome de la ignorancia. Desposeídos los pedagogos de a pie de cualquier
preeminencia o autoridad, escarnecidos a todas horas, mal pueden ser culpados
de los conocimientos que han dejado de adquirir sus pupilos que, eso sí, han
crecido felices, pues la ignorancia acarrea una inocencia que no deja de ser
muy saludable.
Lo que no entiendo es la saña con la que
los medios azuzan a la opinión pública para que siga aborreciendo e inculpando
a estos sufridos encargados de las guarderías, donde los infantes de dos a
dieciocho años son atendidos en todas sus necesidades, excepción hecha de las
intelectuales si las hubiera.
Nuestra puerta al futuro: cerrada y sin llamador |
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