jueves, 26 de febrero de 2015

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 36

23. EN MANOS DE TALIA

El lector que haya tenido la paciencia de llegar a este punto de la narración, quizá se asombre al comprobar que no, no le había conseguido dar esquinazo a Nines. Mis esfuerzos por ser desconsiderado, evasivo, descortés y desdeñoso con ella, en suma, mi comportamiento mezquino de rufián sin recato, daba en una pétrea determinación que ella había afianzado: en su versión, salíamos juntos y punto. No importaba que, herida por algún doloroso desplante, buscara consuelo en su hermana Antonia y ésta tratara de hacerla desistir de su obstinación:

 - Teo es un gilipollas – le dijo un día y Nines vino a renglón seguido ¡a contármelo a mí! – Harías mejor en desalojar a semejante mendrugo de tu cabecita: no te da más que morradas y disgustos. La verdad es que no se parece en nada a su hermano Rosendo, que es tan sensato, tan formal y que ya se gana la vida como un hombre, en lugar de seguir haciendo palotes en las libretas… Alguien de quien te puedes fiar. Y no un cantamañanas y un extravagante. Ya ves, qué pelos lleva y qué pintas de mariquita que saca, si todo Jaca se ríe de él. ¿Estás segura de que no es un mariquita y por eso no le gustas? Olvídate de ese membrillo: cuanto antes, mejor. Dentro de un par de años, se irá a estudiar fuera y si te he visto, no me acuerdo. Te la pegará con una gordita gafosa, de esas pedantes y redichas como él, y entonces te darás cuenta de que has estado perdiendo el tiempo con semejante imberbe. Es un cretino, Nines, no te merece.

En éstas tres últimas palabras estaba yo de acuerdo, aunque, pese a todo, la tenía pegada a mi sombra todo el día. Josemari que, como se ha visto, era muy bueno dando consejos, me aleccionaba:

 - No tienes nada que hacer. La Mejillones está obsesionada contigo. Tu única posibilidad de que te deje en paz, pasa por que te ligues a otra y no pueda soportar el despecho de los celos, pero viendo el éxito que tú tienes con las gachís, el asunto, ciertamente, va para largo. Mira, haremos una cosa: si cuando vayamos al viaje de estudios, aún no has conseguido sacártela de delante, nos inventaremos un idilio apasionado que habrás tenido durante esos diez días. Algo que haya ido hasta el final. Tú estarás enamorado y nosotros sostendremos la fantasía, para eso estamos los amigotes. Diremos que has vivido una tórrida pasión con una tal Macarena, por ejemplo, ya le pondremos rasgos y atributos. Y ella, en la noche andaluza olorosa de azahar, te habrá preguntado: ¿quieres que me saque las bragas? Eso es definitivo, Pinchaúvas, nosotros seremos los testigos de esa historia y la Mejillonera no te lo perdonará nunca.

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Todos en El Arcángel, acogieron con risotadas esta perorata. Todos menos Serafín que me dio una moneda para que pusiera “Los chicos con las chicas” y, cuando la canción distrajo a todos con su potente embeleso, me dijo en un aparte:

 - Esto que estás haciendo con esa chavala no es honesto, Teo. – Otro que me llamaba así y no Pinchaúvas. Y que, sin venir a cuento, iba poco a poco tratando de convertirse en una especie de mentor y consejero espiritual, siempre dispuesto a corregir mis desatinos con su sabiduría estrafalaria y beata, pero adulta. – Si no sientes un verdadero cariño por ella, no deberías darle pie a que albergue ilusiones de ninguna clase. Tú te dejas querer, porque no tienes nada mejor y te aprovechas un poco. Ella es muy cabezota y está un poco pirada, pero no se merece que andes dándole largas, hoy me vales, mañana te planto. No señor. Si tuvieras un poco de decencia, cortarías: le dirías no y no, en cualquier situación es no. Aunque esto a tu amiguita le afectaría mucho, a la larga, sería mejor para ella, que se encamina hacia una grandísima decepción. Y mejor para ti, que te quedarías con la conciencia más tranquila: ¿acaso no te remuerde por plegarte a esa insensata conveniencia? El Señor te va a escarmentar un día de estos, ya sabes que Dios castiga y sin dar voces. Sé valiente, anda, afronta ante ella que no quieres seguir con este engaño.

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Esto era muy fácil de decir y muy difícil de hacer. Chus y Josemari se mofaban a dúo, ora de mi humilde procedencia y mis escasos medios como galán rumboso, ora de su categórica ignorancia, que remedaban como si Nines fuera la mismísima tonta del bote.

Andábamos a la sazón enredados con la obra de teatro que los de sexto íbamos a interpretar en el instituto. Esta representación era un ardid maravilloso para sacarnos unas perricas, con las que hacer frente a los costos desmesurados del citado viaje de estudios, que habíamos urdido con ayuda de los profesores y que allá por el mes de mayo nos llevaría a conocer la exótica tierra andaluza. Villalobos, un profesor de literatura más paciente que un san Francisco de escayola, nos había dado a elegir entre varias obras teatrales y nosotros habíamos escogido “El médico a palos”, en versión de Fernández de Moratín, que era la más fácil de comprender y la de más risa, aunque sabíamos que él hubiera preferido algo de Lorca, o “Luces de Bohemia de Valle-Inclán, que era un tostón indescifrable, claro que así eran los profesores, sofisticados como el Martini. Para más inri, a las chicas les cayó mal la elección y, como si se tratara de una sola sosaina con más cabezas que la hidra, todas se negaron a hacer el papel de Martina porque, argumentaban, al tratar de dárselas de dicharacheras y graciosas, quedarían ante todo el pueblo como unas ridículas payasas.

Chus se había ganado, en reñida competencia, el papel protagonista del supuesto médico, Bartolo, que mi amigo se aprendió en dos días y declamaba con una cómica voz de palurdo y con una desenvoltura y un desparpajo que nos dejaba turulatos. Pero Villalobos estaba desesperado: no conseguía dar con una Martina cuyo desenfado la hiciera creíble porque las chicas boicoteaban con su ñoña pasividad el papel.

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Yo, relegado a un modesto desempeño de ayudante de tramoyista y decorador, a las órdenes de Mateo, cometí el imperdonable desliz de comentarle a Nines el problemita y ella, con un aplomo que no le sospechaba, me contestó:

 - Si quieres, puedes preguntarle a tu profesor si puede darle el papel a alguien de fuera del instituto. A mí se me da muy, pero que muy bien, hacer comedias, todos los que me han visto lo dicen: piensan que me sale con mucha gracia. Y no paso ni un tanto así de vergüenza.

Le iba a responder que no dijera animaladas, que sólo me faltaba eso, que iba a ser, una vez más, la rechifla de todo el pueblo… Pero Josemari había oído su insensato ofrecimiento y decidió meter baza:

 - Pinchaúvas, no seas moro. Deja que se lo digamos al Villalobos: por intentarlo no se pierde nada. La Meji… Nines, si él está de acuerdo, va al instituto, dice unas frases de Martina a modo de prueba y entonces decidimos si vale o no vale. ¿Qué te parece, chata?

 - Pero, ¿os habéis vuelto locos o queréis tomarme el pelo hasta que la cabeza me brille como una bombilla? ¿No os dais cuenta de que las otras víboras, que ni comen ni dejan, se van a reír de ella y de mí hasta que se les salten las varillas del sostén? – Respondí, ya bastante amoscado.

 - Tranquilo, Pinchaúvas que te va a dar un infarto: tú deja que la niña demuestre su talento.

 - Va, Teo, por favor, por favor. Me hace mucha ilusión y sé, porque lo sé, que tengo facilidad para hacerlo bien.

Me rendí: me iban a coronar como el mayor idiota de la clase. Y el Villalobos despacharía a Nines en seis décimas de segundo: no había más que oírla hablar con su voz de pito desafinado.

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2 comentarios:

  1. Qué bonito es que alguien quiera estar a tu lado, y qué imbéciles sois los hombres de reíros de personas que no saben elegir y os eligen a vosotros, supinos ignorantes.

    Que tengas un día lleno de asco y poco entusiasmo.

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  2. Es ficción. Pareces haberte enfadado con un personaje imaginario.
    De creerlo, me sentiría muy satisfecho y muy halagado: el protagonista está un poco contrahecho moralmente y, a tí, su mezquindad, te ha parecido real.
    Gracias por el comentario.

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