Hoy me ha parecido interesante tomarme un
poco más de trabajo del habitual y tirar de escaneado y edición de imagen como
un forzado o un galeote, para poder subir y compartir este cuento de corte
clásico, cuyas ilustraciones me parecen prodigiosas y cuyo desarrollo
argumental estremecerá a los pequeños y hará sonreír a los mayores.
Desempolvo la que, sin duda, es una de
las joyas de la sección de libros infantiles de mi biblioteca, encareciendo con
la más ferviente insistencia que os toméis la molestia de leer y disfrutar y de
difundir este pedazo de leyenda entre la peña menuda que tengáis a vuestro
alcance, sean hijos, sobrinos, nietos, ahijados, vecinos, alumnos o tutorandos.
Se trata de un libro que adquirimos en casa
a principios de los 90 y con el que he conseguido que mis hijos se durmieran
estremecidos de pánico, paralizados por el espanto y, luego, fueran asaltados
por las más horribles pesadillas, para poder correr a consolarlos y después
arroparlos, haciéndome pasar así por un padre inmune al pavor y digno de
confianza.
Bueno, en realidad no hay para tanto, lo
que sí les inquietaba (y a mí también) es el dilema en el que se ve envuelto sir Gawain, ¿qué es mejor? ¿Qué es
peor? ¿Qué preferirías tú? Al final,
el libro sale de la encrucijada por la vía del humor, pero todavía discutimos
en casa sobre qué opción era la mejor posible…
A mí me sonaba esta historia porque,
desde joven, me di un atracón con todo lo relacionado con el ciclo de las
leyendas del rey Arturo, comenzando por la endeble cinta de animación de
Disney, pasando por la inconclusa novela de Steinbeck, los gruesos ladrillos de
Thomas Malory, hasta acabar en el brutal y bellísimo filme de Boorman:
Excalibur (1981). A partir de ahí, mi interés se orientó hacia las historias de
corte más sexurreralista, como las películas de Almodóvar y la programación de
Telecinco.
En cuanto a este lujoso librito, de tapa
dura y formato cuadrado y algo grande (23x23), lo publicó Altea en España en
1988. La versión literaria de la historia es achacada a Selina Hastings y las
maravillosas ilustraciones deben su prodigio de ambientación, elaboración y
detalle a Juan Wijngaard. Ignoro su disponibilidad actual y su precio, pero si lo
localizas y hay un menor por ahí cerca, date un capricho y regálaselo (cuando
se haga mayor, si le queda algo de memoria y sensibilidad, puede recordarte quizá
con afecto).
Ahí va, todo seguido, sin más rollo.
Comentaré sólo que las páginas 22-23 y 28-29 deberían ir unidas en una sola
ilustración. Todas se pueden agrandar, con un click ratonil, para leer y
sobresaltarse con más comodidad.
Para un a ratos àcrata,escéptico,antisistema como tu,me extraña que recomiendes un cuento que podría,a mi modo de ver,ser firmado por la factoría Disney
ResponderEliminarEsta leyenda es muy antigua y es maravillosa, solo que la traducción o la versión de la leyenda en este libro de ilustraciones preciosas, ha utilizado unas palabras que no son las que corresponden.
ResponderEliminarEn realidad, lo que verdaderamente desea una mujer es... tener la decisión sobre su propio destino.
Así lo contamos algunas personas narradoras y solo por la forma de la frase, cambia muchísimo el significado.