A mediados de los 80, llegaron al mercado
unas maquinitas con las que podías jugar al ajedrez. Eran caras como la
langosta y no es que fueran adversarios de cuidado, más bien las primeras eran
un tanto previsibles y tontorronas, tenían lo que se ha llamado un “juego
maquinal”, basado en el material, en la “fuerza bruta”, pero como eran más
lentas que la administración de justicia, no es que calcularan con una
profundidad abisal: un mate en 4 jugadas les podía llevar todo el rato de la
merienda. Además, en los finales de partida, su estrategia era un tanto
deplorable y las podías engañar, haciéndoles la pirula y dejándolas con la
piruleta. Eran las primeras Chess Challenger, Novag y Mephisto. Un problema
añadido era que, si querías que jugaran con un poquito de nivel, tardaban más
en responder que las piedras y aquello era un aburrimiento.
Poco a poco, fueron mejorando. Recuerdo a
Amador Cuesta, un señor que escribía en las revistas especializadas en el noble
juego, detallando la evolución de tales artefactos y los modelos de mayor
rendimiento. La Mephisto de la fotografía todavía funciona, la adquirí en el
Corte Inglés de Barcelona y me costó lo que hoy valdría un portátil de gama
media. Todavía era lenta, pero ya era un rival de cierta envergadura. Qué
tiempos. La primera que tuve que jugaba con un mínimo de sentido fue la Novag
Super Constellation, no sé qué hice de ella. Paleoinformática: el uso de
ordenadores personales no se había extendido aún por los hogares humildes de estos
olvidados páramos.
Do you remember the future? |
Cuando llegó el PC a las casas, de la mano
de esos escolares que lo querían “para estudiar”, su procesador, más potente
que el de las maquinitas dedicadas, se puso, entre otras muchas cosas al
servicio de los programas de ajedrez, que venían en disquetes: M-Chess Pro,
allá por 1995, fue el primero capaz de dar unas hostias de campeonato. Las
tornas se habían cambiado. Luego vendrían los Rebel, Fritz, Genius, Hiarcs…
Hasta hoy, cuando nadie en su sano juicio se atrevería a retar a un programa ejecutándose
en una plataforma rápida, de varios núcleos. En el momento presente, los
programas son intratables y no se puede jugar contra ellos, ni aun siendo un
perfecto masoquista. El problema actual es cómo rebajarles la fuerza para poder
echar una partidita medianamente entretenida.
Estos dos disquetes almacenaban más sabiduría ajedrecística que mi cerebro |
...Y estos, también |
Y hay programas que se adaptan más bien o
más mal a tu nivel de juego, sea el que sea: en unas cuantas partidas te lo han
medido y luego juegan como tú, poco más o menos: te dan el gustazo de ganarles
alguna partida y te dan con la morcilla gorda y negra en el ojo en cuanto te
descuidas. Claro, que no es fácil para un programa simular un juego humano y
cometer errores creíbles, aunque algunos lo hacen, más bien que mal.
El mejor que yo conozco es Shredder para
iPad: por 7 u 8 euros (iPad no incluído), te agencias un contrincante de
cuidado, de mucho cuidado si lo pones en estilo “aggressive”. Se adapta muy
rápidamente a tu fuerza como jugador (mide tu ELO) y te las va a hacer pasar
canutas aunque le ganes. Tiene un juego humano, emprendedor, tocapelotas y,
hasta sus errores, son muy “lógicos”. Es rápido (responde en el acto incluso, a
niveles bastante fuertes) y no te aburrirás con su ritmo ni con su juego, más
que activo, asesino.
Ahora que estoy “retirado”, me entreno un
poquillo con él y, normalmente, me canea de lo lindo, aunque, el otro día, pude
hacerle una versión del “sacrificio inmortal”, entregando las dos torres para
meterlo en una red de mate. La partida es verificable (es decir, cualquiera
podría comprobar que el dispositivo juega así) y la consigno aquí, para darme
un poco de moral, omitiendo las 313 derrotas anteriores. en las que jugué, como
diría Mafalda, como un “pichiruchi”.
Primero la planilla completa, de la que
estoy tan ufano, tal vez sin motivo. Es una partida a 15 minutos.
Cualquiera que me conozca, sabe que juego
el gambito Morra y lo planteo así de chapuceramente.
Con esta jugada tan “activa”, el programa
la caga de lo lindo, cuando le juegue b4, ya las puede tirar.
Éste es el “sacrificio inmortal”.
El negro se ha comido las 2 torres y va a
morir del empacho, aunque al melón que lleva las blancas le cuesta encontrar el
camino.
Este jaque doble es la clave del asunto
(ya era hora, macho).
Mate pirulero, la pringaste, compañero.
Y hasta otra, amighost.
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