Se me ha ocurrido repentinamente una
pequeña observación que quiero registrar en este diario, a fin de no olvidarla.
Los hombres, para conservar su vida y defenderse de las amenazas o resistencias
hostiles del ambiente en que viven, siempre han debido recurrir a la fuerza, a
una forma más o menos dócil de la energía física. Comenzaron utilizando el
esfuerzo muscular propio; más adelante, una vez lograda la domesticación de los
animales, recurrieron a la potencia muscular de éstos. Por espacio de muchos
siglos la fuerza del viento fue tan sólo un auxiliar limitado y poco digno de
confianza. La revolución industrial del siglo XIX pudo tener a sus órdenes la
fuerza del vapor obtenido del agua, cosa que pareció, y fue una conquista
maravillosa. Pero el vapor fue superado muy pronto, desde los últimos años del
siglo, por las esencias minerales y por esa energía multiforme invisible,
misteriosa y obediente, que es la electricidad. Hoy en día podemos prever que
dentro de pocos años todas las fuentes de energía usufructuadas hasta ahora por
el hombre, serán sustituidas por otra energía aún más misteriosa y potente,
accesible para todos los pueblos la energía atómica. En sus líneas esenciales
ya está claro ese paso de las fuerzas individuales, bastas y débiles, hacia las
fuerzas cada vez más universales, inmateriales y poderosísimas. ¿Nos
detendremos en la utilización de la energía que se libera en la disgregación
del átomo? ¿No hay tal vez en el hombre una energía mal conocida pero
prodigiosa, que comúnmente se llama "espíritu" y que, en ciertos
individuos y en determinados momentos, ha demostrado ser capaz de lograr
efectos sorprendentes que hasta hoy ninguna maquina es capaz de producir?
¿Acaso no será posible que algún día tal vez lejano, esa energía espiritual,
utilizada hasta ahora solamente para el trabajo del pensamiento, cuando esté
educada, desarrollada y debidamente guiada, logre hacer todo lo que es
necesario para la vida del hombre con la simple emanación y radiación de su
voluntad? ¿No sucederá que en el próximo milenio, la veleidosa ilusión mágica
de los primitivos llegue a convertirse en una realidad?”
Giovanni Papini – El Libro Negro (1951)
Esta cita está sacada de uno de los dos
libros que me propongo releer y comentar aquí este mes. Se trata de dos colecciones
¿poco conocidas? de ensayos breves de un escritor italiano ¿casi olvidado? que
despertaron en mí una curiosidad ¿superficial? por los fenómenos intelectuales
y estéticos de la primera mitad del siglo XX. También subiré ambas obras,
porque el paso del tiempo las ha arrumbado en el desván del olvido y hoy son más
difíciles de encontrar que un producto duradero en un bazar chino.
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