Me extrañaría que, si la cibercasualidad
o el azar de los navegadores te han llevado más de dos veces a las páginas de
este blog, no te hayas percatado de que los vegetales son los seres vivos
favoritos del Himphame que bosqueja estas entradas.
Cito a los célebres botánicos Heather
Celery y Rowan Pepper de la universidad de Pikletown, en cuyo trabajo “Las
plantas autótrofas como únicos seres vivos sostenibles”, podemos leer (pp
256-257):
”Los animales nos parecen indecorosos y
agresivos, tanto más cuanto más ascendemos en la escala de la evolución, supuestamente
coronada por un mono particularmente nefasto, una plaga extendida en nutridas
colonias por todo el planeta, que devasta, extermina y mutila, tala y deforesta y se
concibe a sí misma como la dominadora del cosmos, siendo así que ni siquiera su
hábitat será capaz de albergarla unas pocas decenas de años más, pues los
recursos que detrae del ecosistema superan en unas diez o quince veces por
individuo a los consumidos por el predador más insaciable.”
“Acaso, una remota posibilidad de
supervivencia para nosotros (en el caso de que fuéramos identificados con los
lúbricos monos del párrafo anterior) podría ser mimetizarnos con las plantas
verdes: aprender de su inmovilidad nos llevaría a ser capaces de fijar el
nitrógeno en los compuestos orgánicos necesarios para nuestra nutrición.
Asimismo, las modificaciones genéticas, quirúrgicas o biotécnicas de la piel,
incorporando en nuestra epidermis células con cloroplastos, aptas para realizar
la fotosíntesis, nos llevaría a solucionar, entre otros, el problema del hambre
en el mundo. No más abusos sobre animales y plantas indefensos, se acabaría con
la inmoralidad de las granjas industriales y de los cultivos extensivos, que no
son otra cosa que gigantescos campos de concentración, donde millones de
plantas inocentes son torturadas, con ataduras que las constriñen y deforman
brutalmente y con degradantes rociadas de productos malolientes, como pesticidas y otros
tóxicos.”
“De paso, cabe añadir que se solucionaría
el tema de la agresividad y la violencia ya que, como se ha observado, las
plantas verdes establecen únicamente patrones de conducta defensivos, mediante
púas y espinas, o a través de sustancias urticantes, siendo desconocido en el
reino vegetal el secuestro, el estupro, el atraco a mano armada, el dolo, el
cohecho y, sobre todo y especialmente, las agresiones y abusos sexuales o la
violencia de género: unos seres vivos que se satisfacen sexualmente con el
cosquilleo del flanco peludo de un insecto o con la mórbida caricia de una
brisa, son incapaces de llegar a los extremos de degeneración a que llegan
determinados machos alfa entre los mamíferos.”
Edificante, ¿verdad? Me he propuesto
compartir aquí este acreditado y sesudo estudio para acompañar, con una útil y
ponderada reflexión, la publicación de dos nuevas y aún más bellas láminas de
flores. A disphrutar.
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