Un bonito libro de carácter costumbrista
que tuvo mucho éxito en los últimos años del franquismo fue “Celtiberia Show”
del periodista Luis Carandell. Fue publicado en 1971 y los que entonces
teníamos 18 o 20 años y empezábamos a darnos cuenta de que el régimen era una
chufa pestilente, nos echamos, a costa de su lectura, unas risas que aún
resuenan en la bóveda polvorienta de nuestros vetustos cráneos.
Hoy, por ejemplo, cuesta hacerse a la
idea del peso que una religión omnipresente y atávica tenía en aquel desdichado
rebaño. Incluyo este grabado de una urna a la que se añadía una leyenda que,
según el periodista, estaba presente en la iglesia de los PP. Franciscanos de
Orense, dando testimonio fehaciente de las malas pulgas de un vengativo santo.
Es sólo una muestra de cómo las gastaban por aquel entonces allá arriba en el cielo,
por si el amor y la mansedumbre predicados por el Nazareno no eran suficientes
para mantener a la peña disciplinada.
Transcribo el texto, como hace el propio
Carandell y no añado más, ¿para qué?
“YENDO UNA MUGER a labar ropa a la Burga
el día de San Antonio, reprehendiola una amiga suya porque no guardava la
fiesta de el Santo, ella le respondió: ¿por ventura S. Antonio me a de dar lo
que necesito por guardar su fiesta? Ni le conozco ni sé si es santo. Prosiguió
su camino i apenas llegó a meter la mano en el agua, quando se le empeçó a
quemar i por atajar el milagroso fuego, le cortaron la mano, la qual llebó el
Santo pendiente de la suya, el mismo día, en la prosessión, i es ésta que está
aquí para memoria de tan insigne i singular milagro.”
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