En la década de los 50, Giovanni Papini
era un escritor controvertido y disfrutaba de un considerable éxito editorial:
un hombre que escribía con una ambición y un apasionamiento que, a veces, le
hacían bordear el territorio de lo pretencioso, del que se salvaba por resultar
siempre muy atractivo y muy agradable de leer. Hoy, la mayor parte de su
temática, donde se combinan las preocupaciones morales, estéticas, religiosas e
intelectuales, ha caído en desuso y ha pasado a ser un escritor poco apreciado,
cuando no desconocido u olvidado.
“Gog” es una de las lecturas
“enjundiosas” que acometí a una edad en la que más me hubiera valido leer
comics y, claro, me impresionó y me marcó, más de lo que hoy me puedo explicar
cuando la releo. Es normal, ocurre con los poemas y otros textos, con la música
y las canciones, con las emociones eróticas y estéticas: se marcan más cuando
el barro está tierno que en la dura corteza reseca de la que disfruto
actualmente. Ajo y agua.
Pero ¿qué es “Gog”? No es una novela, no
es un ensayo, no es una colección de relatos, no es un pájaro, ni es un avión
ni, desde luego, es Supermán, aunque planea por ahí un poco la sombra de
Nietzsche… Voy a ver si me aclaro.
Al principio parece que va a ser una
novela en formato de diario, por lo que requiere levantar un buen personaje.
Gog es un “descendiente de salvajes”, procedente de las islas Hawaii (hoy no
usaríamos estos términos para referirnos a Obama y es que, lo advierto, el
libro está decididamente démodé, desfasado como dicen mis hijos). Un self-made
man, este Gog, que arrancando de la pobreza propia de los inmigrantes y
valiéndose de su olfato para los negocios y de su falta de escrúpulos, se
convierte en uno de los cinco hombres más ricos de la Tierra. Un potentado
atípico porque, en la cincuentena (la flor de la edad), se jubila, decidido a
disfrutar de sus caudales, de su curiosidad y de sus inquietudes: viaja,
disfruta del lujo, acapara, colecciona, conoce a gente… y se aburre.
El autor, de joven |
Hasta aquí la historia, que es un mero
pretexto para hacer aflorar las inquietudes del propio autor, embarcado en una
visita a todos los jardincillos del mundo cultural, plasmando en forma de
breves apuntes, a modo de hojas del diario de su personaje, anécdotas y
reflexiones que nos regalan un mosaico de todo lo divino y lo humano de la
época (los años 20), como en un caleidoscopio donde danzan fragmentos del mundo
entero, el Aleph de Borges.
Un texto apasionante para aquellos que,
como un servidor, quieran hacer un viaje turístico por el pomposamente llamado
“mundo de la cultura”. No obstante hay que hacer varias acotaciones: el texto
es “salvajemente” occidental y eurocéntrico, el punto de vista es el de un
“explorador” que se autoproclama exento de convencionalismos y prejuicios, pero
aquellos que ha sacado al rellano, por la puerta principal, se le cuelan por el
ventanuco de una habitación trasera, en fin, quiero decir que el libro es muy
enteramente hijo de su época y hoy nos chirrían puntos de vista paternalistas, ridículamente
misóginos, o de un descreimiento pueril, de una transgresión que se nos aparece
muy trasnochada. El otro aspecto llamativo es la fijación por lo siniestro, las
ciencias ocultas, las creencias donde el carácter esotérico y morboso se
interna en lo lúgubre o incluso en lo espeluznante. Capítulos como “Narración
de la isla” o “La ciudad abandonada” me parecen pequeñas obras maestras del
género y esto pudo atraerle quizá lectores del ámbito del terror, pero para mí
es menos interesante que la divulgación que hace de movimientos, ideas y
personajes entre lo más celebrado del mundo artístico, literario, científico e
intelectual de su tiempo; a veces (y esto es lo que más me gusta) mixtificando,
internándose en la falsificación y en la suplantación… Así, nos divertimos y
solazamos al conocer “de primera mano” y disfrutar del trato de Einstein,
Freud, Lenin, Henry Ford, Gandhi, Edison... y una pléyade de famosos… No, no
sale Paris Hilton, es demasiado reciente.
Giovanni Papini |
Además, el escritor establece un
sarcástico ajuste de cuentas con las vanguardias artísticas de su época:
algunos capítulos sobre arquitectura, escultura, música o poesía se establecen
en un terreno donde son vistas con agudeza, entre la chanza y la diatriba: el
devenir del fenómeno artístico ha confirmado, subvenciones incluidas, la
perspicaz sátira de Papini. Pero su principal faena es la de condensar ideas, a
veces muy clarividentes (“La compra de la república”, “Desquite”, “Paidocracia”),
a veces muy peregrinas (“La reconstrucción de la Tierra” o “Proceso a los
inocentes”, cuyo tema se recoge en la película “Minority Report”, qué cosas,
aunque el libro entero me recuerda “Midnight in Paris” más bien).
Hoy, sólo en librerías de viejo |
A veces Papini hace de iconoclasta por el
puro placer de discursear. Me quedó grabada su descripción de las obras
maestras de la literatura universal, ahí va:
“Las primeras se me antojaron malas y me
pareció increíble que tales humbugs fuesen verdaderamente los productos de
primera calidad del espíritu humano. Aquello que no comprendía me parecía
inútil; lo que comprendía no me gustaba o me ofendía. Género absurdo, aburrido;
tal vez insignificante o nauseabundo. Relatos que si eran verdaderos me
parecían inverosímiles, y si inventados, insulsos. Escribí a un profesor
célebre de la Universidad de W. para preguntarle si aquella lista estaba bien
hecha. Me contestó que sí y me dio algunas indicaciones. Tuve valor para leer
aquellos libros, todos, menos tres o cuatro que no pude soportar desde las
primeras páginas.
Huestes de hombres, llamados héroes, que
se despanzurraban durante diez años seguidos bajo las murallas de una pequeña
ciudad, por culpa de una vieja seducida; el viaje de un vivo en el embudo de
los muertos como pretexto para hablar mal de los muertos y de los vivos; un
loco hético y un loco gordo que van por el mundo en busca de palizas; un
guerrero que pierde la razón por una mujer y se divierte en desbarbar las
encinas de las selvas; un villano cuyo padre ha sido asesinado y que, para
vengarle, hace morir a una muchacha que le ama y a otros variados personajes;
un diablo cojo que levanta los tejados de todas las casas para exhibir sus
vergüenzas; las aventuras de un hombre de mediana estatura que hace el gigante
entre los pigmeos y el enano entre los gigantes, siempre de un modo inoportuno
y ridículo; la odisea de un idiota que a través de una serie de bufas
desventuras sostiene que este mundo es el mejor de los mundos posibles; las
peripecias de un profesor demoníaco servido por un demonio profesional; la
aburrida historia de una adúltera provinciana que se fastidia y, al fin, se
envenena; las salidas locuaces e incomprensibles de un profeta acompañado de un
águila y de una serpiente; un joven pobre y febril que asesina a una vieja, y
luego, imbécil, no sabe siquiera aprovecharse de la coartada y acaba cayendo en
manos de la Policía.
Me pareció comprender, con mi cabeza
virgen, que esa literatura tan alabada se hallaba apenas en la edad de la
piedra, lo que me dejó desesperadamente desilusionado. Escribí a un
especialista en poesía, el cual intentó confundirme diciéndome que aquellas
obras valían por el estilo, la forma, el lenguaje, las imágenes y los pensamientos
y que un espíritu educado podía experimentar con ellas grandísimas
satisfacciones. Le contesté que, por mi parte, obligado a leer casi todos
aquellos libros en traducciones, la forma importaba poco, y que el contenido me
parecía, como es, anticuado, insensato, estúpido y extravagante. Gasté cien
dólares en esta consulta, sin ningún fruto.”
Este es el que yo leí del Círculo de Lectores |
Debe de tener razón Gog, en el momento
presente sólo uno de cada veinticinco estudiantes de ESO adivinarían el título
siquiera de más de una o dos de las obras a las que se refiere.
¿Y por qué recomiendo este “Gog” de
Giovanni Papini? Si te va el parloteo intelectual, pero no te atreves con
textos en exceso exigentes, como a mí me ocurre, este es tu libro.
Principalmente porque está muy bien escrito: la prosa de Papini convoca
instantáneamente un epíteto: atractiva. Se podría añadir ágil, precisa, directa,
sugerente y unos cuantos más, pero no creo que hagan falta. Un libro que
combina la frívola y un tanto ingenua despreocupación inconformista de la Belle
Époque, con una misantropía de un pesimismo abrumador, ojo. Esto iba a dar un
giro insospechado en su aún más apasionante continuación de 1951, “El libro
negro”.
Como me parece que “Gog” es un ejemplar
un tanto dificultoso de conseguir (desde luego no está en las librerías de mi
pueblo), pongo aquí un enlace al título, por si después de este rollo aun te apetece
leerlo.
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