sábado, 15 de agosto de 2015

Gog - Giovanni Papini

En la década de los 50, Giovanni Papini era un escritor controvertido y disfrutaba de un considerable éxito editorial: un hombre que escribía con una ambición y un apasionamiento que, a veces, le hacían bordear el territorio de lo pretencioso, del que se salvaba por resultar siempre muy atractivo y muy agradable de leer. Hoy, la mayor parte de su temática, donde se combinan las preocupaciones morales, estéticas, religiosas e intelectuales, ha caído en desuso y ha pasado a ser un escritor poco apreciado, cuando no desconocido u olvidado.

“Gog” es una de las lecturas “enjundiosas” que acometí a una edad en la que más me hubiera valido leer comics y, claro, me impresionó y me marcó, más de lo que hoy me puedo explicar cuando la releo. Es normal, ocurre con los poemas y otros textos, con la música y las canciones, con las emociones eróticas y estéticas: se marcan más cuando el barro está tierno que en la dura corteza reseca de la que disfruto actualmente. Ajo y agua.

Pero ¿qué es “Gog”? No es una novela, no es un ensayo, no es una colección de relatos, no es un pájaro, ni es un avión ni, desde luego, es Supermán, aunque planea por ahí un poco la sombra de Nietzsche… Voy a ver si me aclaro.

Al principio parece que va a ser una novela en formato de diario, por lo que requiere levantar un buen personaje. Gog es un “descendiente de salvajes”, procedente de las islas Hawaii (hoy no usaríamos estos términos para referirnos a Obama y es que, lo advierto, el libro está decididamente démodé, desfasado como dicen mis hijos). Un self-made man, este Gog, que arrancando de la pobreza propia de los inmigrantes y valiéndose de su olfato para los negocios y de su falta de escrúpulos, se convierte en uno de los cinco hombres más ricos de la Tierra. Un potentado atípico porque, en la cincuentena (la flor de la edad), se jubila, decidido a disfrutar de sus caudales, de su curiosidad y de sus inquietudes: viaja, disfruta del lujo, acapara, colecciona, conoce a gente… y se aburre.
 
El autor, de joven
 
 Hasta aquí la historia, que es un mero pretexto para hacer aflorar las inquietudes del propio autor, embarcado en una visita a todos los jardincillos del mundo cultural, plasmando en forma de breves apuntes, a modo de hojas del diario de su personaje, anécdotas y reflexiones que nos regalan un mosaico de todo lo divino y lo humano de la época (los años 20), como en un caleidoscopio donde danzan fragmentos del mundo entero, el Aleph de Borges.

Un texto apasionante para aquellos que, como un servidor, quieran hacer un viaje turístico por el pomposamente llamado “mundo de la cultura”. No obstante hay que hacer varias acotaciones: el texto es “salvajemente” occidental y eurocéntrico, el punto de vista es el de un “explorador” que se autoproclama exento de convencionalismos y prejuicios, pero aquellos que ha sacado al rellano, por la puerta principal, se le cuelan por el ventanuco de una habitación trasera, en fin, quiero decir que el libro es muy enteramente hijo de su época y hoy nos chirrían puntos de vista paternalistas, ridículamente misóginos, o de un descreimiento pueril, de una transgresión que se nos aparece muy trasnochada. El otro aspecto llamativo es la fijación por lo siniestro, las ciencias ocultas, las creencias donde el carácter esotérico y morboso se interna en lo lúgubre o incluso en lo espeluznante. Capítulos como “Narración de la isla” o “La ciudad abandonada” me parecen pequeñas obras maestras del género y esto pudo atraerle quizá lectores del ámbito del terror, pero para mí es menos interesante que la divulgación que hace de movimientos, ideas y personajes entre lo más celebrado del mundo artístico, literario, científico e intelectual de su tiempo; a veces (y esto es lo que más me gusta) mixtificando, internándose en la falsificación y en la suplantación… Así, nos divertimos y solazamos al conocer “de primera mano” y disfrutar del trato de Einstein, Freud, Lenin, Henry Ford, Gandhi, Edison... y una pléyade de famosos… No, no sale Paris Hilton, es demasiado reciente.

Giovanni Papini
 
Además, el escritor establece un sarcástico ajuste de cuentas con las vanguardias artísticas de su época: algunos capítulos sobre arquitectura, escultura, música o poesía se establecen en un terreno donde son vistas con agudeza, entre la chanza y la diatriba: el devenir del fenómeno artístico ha confirmado, subvenciones incluidas, la perspicaz sátira de Papini. Pero su principal faena es la de condensar ideas, a veces muy clarividentes (“La compra de la república”, “Desquite”, “Paidocracia”), a veces muy peregrinas (“La reconstrucción de la Tierra” o “Proceso a los inocentes”, cuyo tema se recoge en la película “Minority Report”, qué cosas, aunque el libro entero me recuerda “Midnight in Paris” más bien).


Hoy, sólo en librerías de viejo
 
A veces Papini hace de iconoclasta por el puro placer de discursear. Me quedó grabada su descripción de las obras maestras de la literatura universal, ahí va:

“Las primeras se me antojaron malas y me pareció increíble que tales humbugs fuesen verdaderamente los productos de primera calidad del espíritu humano. Aquello que no comprendía me parecía inútil; lo que comprendía no me gustaba o me ofendía. Género absurdo, aburrido; tal vez insignificante o nauseabundo. Relatos que si eran verdaderos me parecían inverosímiles, y si inventados, insulsos. Escribí a un profesor célebre de la Universidad de W. para preguntarle si aquella lista estaba bien hecha. Me contestó que sí y me dio algunas indicaciones. Tuve valor para leer aquellos libros, todos, menos tres o cuatro que no pude soportar desde las primeras páginas.

Huestes de hombres, llamados héroes, que se despanzurraban durante diez años seguidos bajo las murallas de una pequeña ciudad, por culpa de una vieja seducida; el viaje de un vivo en el embudo de los muertos como pretexto para hablar mal de los muertos y de los vivos; un loco hético y un loco gordo que van por el mundo en busca de palizas; un guerrero que pierde la razón por una mujer y se divierte en desbarbar las encinas de las selvas; un villano cuyo padre ha sido asesinado y que, para vengarle, hace morir a una muchacha que le ama y a otros variados personajes; un diablo cojo que levanta los tejados de todas las casas para exhibir sus vergüenzas; las aventuras de un hombre de mediana estatura que hace el gigante entre los pigmeos y el enano entre los gigantes, siempre de un modo inoportuno y ridículo; la odisea de un idiota que a través de una serie de bufas desventuras sostiene que este mundo es el mejor de los mundos posibles; las peripecias de un profesor demoníaco servido por un demonio profesional; la aburrida historia de una adúltera provinciana que se fastidia y, al fin, se envenena; las salidas locuaces e incomprensibles de un profeta acompañado de un águila y de una serpiente; un joven pobre y febril que asesina a una vieja, y luego, imbécil, no sabe siquiera aprovecharse de la coartada y acaba cayendo en manos de la Policía.

Me pareció comprender, con mi cabeza virgen, que esa literatura tan alabada se hallaba apenas en la edad de la piedra, lo que me dejó desesperadamente desilusionado. Escribí a un especialista en poesía, el cual intentó confundirme diciéndome que aquellas obras valían por el estilo, la forma, el lenguaje, las imágenes y los pensamientos y que un espíritu educado podía experimentar con ellas grandísimas satisfacciones. Le contesté que, por mi parte, obligado a leer casi todos aquellos libros en traducciones, la forma importaba poco, y que el contenido me parecía, como es, anticuado, insensato, estúpido y extravagante. Gasté cien dólares en esta consulta, sin ningún fruto.”

Este es el que yo leí
del Círculo de Lectores
Debe de tener razón Gog, en el momento presente sólo uno de cada veinticinco estudiantes de ESO adivinarían el título siquiera de más de una o dos de las obras a las que se refiere.

¿Y por qué recomiendo este “Gog” de Giovanni Papini? Si te va el parloteo intelectual, pero no te atreves con textos en exceso exigentes, como a mí me ocurre, este es tu libro. Principalmente porque está muy bien escrito: la prosa de Papini convoca instantáneamente un epíteto: atractiva. Se podría añadir ágil, precisa, directa, sugerente y unos cuantos más, pero no creo que hagan falta. Un libro que combina la frívola y un tanto ingenua despreocupación inconformista de la Belle Époque, con una misantropía de un pesimismo abrumador, ojo. Esto iba a dar un giro insospechado en su aún más apasionante continuación de 1951, “El libro negro”.

Como me parece que “Gog” es un ejemplar un tanto dificultoso de conseguir (desde luego no está en las librerías de mi pueblo), pongo aquí un enlace al título, por si después de este rollo aun te apetece leerlo.
 

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