Me he movido siempre en el ámbito
tecnológico (y en muchos otros) con una falta de perspicacia, con una carencia
de olfato que nunca deja de asombrarme.
Corría el mes de abril de 1991, en plena
época, ya olvidada, de “el cambio del cambio” y la SER difundió una ridícula
conversación telefónica entre “el número tres” del PSOE, por aquel entonces
Txiki Benegas, y algún otro figurón de su calaña. En ella se deslizaban perlas
como “Aquí el problema es el one, no
Solchaga” (el “one”, también llamado “dios” en la conversación, era Felipe
González) y “oye, ¿te funciona la Motorola?”…
El incidente y la filtración, muy chuscos
ambos, me parecieron divertidos de la muerte, pero lo que se me representaba
como especialmente grotesco era el artefacto mediante el cual los fulanos
lanzaban sus ocurrencias al éter: una especie de carísimo y extravagante
maletoncio (“la Motorola”) que era el prototipo de un “teléfono móvil” de entonces,
dispositivo que, en mi palurdicie, me parecía, no sólo innecesario y ostentoso,
sino primordialmente irrisorio y esperpéntico, un gadget mostrenco, como de
nuevos ricos sin un ápice de clase.
Ya lo ves, soy un visionario: veinticinco
años después, el aparatito de marras es más numeroso que los ciudadanos en este
país y, a mayor abundamiento, es el regalo de primera comunión preferido por
los más pequeños. ¿Quién lo iba a adivinar?
Enardecido por los ecos de aquella necia
anécdota (se filtraba una conversación de “alta política” y era una
insustancial chirigota), me puse a componer (a secuenciar) un numerito tecno,
brioso y alegre hasta lo espasmódico, con toques retro y humorísticos (sale
hasta el hombre de Marlboro)… Y hoy, que ni es oportuno ni viene a cuento de
nada, lo he recuperado, remezclado y regrabado y me atrevo a compartirlo.
Paciencia hermanos.
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