Los veraneantes son una fauna muy
reciente en el tortuoso vaivén de la evolución de las especies. En este país,
antes de los últimos años cincuenta o los primeros sesenta, sólo veraneaban los
aristócratas y los potentados: el resto de la población andábamos demasiado
ocupados procurándonos féculas para la subsistencia.
En los años cincuenta del pasado y ya
casi remoto siglo, la pequeña burguesía: comerciantes, dentistas, autónomos,
industriales, farmacéuticos y estanqueros, entre otros, descubrieron el
veraneo. Algunos se compraron un chalet o un apartamento en la playa, donde la
familia pasaba las vacaciones a salvo del tórrido bochorno del interior. Lo
creas o no, una de las primeras consecuencias de este fenómeno sociológico fue
la canción del verano, primero en
manos y gargantas de artistas italianos y franceses, hasta que llegó el Dúo
Dinámico.
Yo nunca fui fan del dúo barcelonés,
primero por edad: no tengo hermanos mayores, pero de haber tenido uno con tres
o cuatro años más que yo, hubiera recibido, a través de él, el eco de un éxito
casi inconcebible, como el que tuvieron en aquella apagada España, cuyos
rincones más mohosos y mortecinos comenzaron a iluminarse con su música
desenfadada y optimista, de claras resonancias norteamericanas, pero adaptada a
nuestra peculiar idiotincrasia.
Y en segundo lugar, la fanicie no me
alcanzó por extracción social: la cosa reclamaba un modelo de niño bien, modoso
y un poco pijeras, a ser posible propietario de una Vespa y con un papá que
tuviera un apartamento en la playa, que serviría de base de operaciones para
vivir las deliciosas aventuras sentimentales propuestas en las pegadizas
tonadas del asombroso dúo.
Pero no te engañes, su fama descabellada
alcanzó a todos los estamentos a principios de los sesenta… actuaciones,
discos, galas, películas con y sin Marisol… Hasta como personajes de comic
llegaron a comercializarse en este desfallecido y roñoso país. Fue lo que hoy
llamaríamos un megabombazo. Y bastante prolongado, hasta la irrupción de los
Beatles, por lo menos. Luego, han sido un episodio camp también muy perdurable
y con muchas recidivas.
Con la Transición, se volvieron a poner
de moda como un fenómeno un poco perverso, todo el mundo fingía encontrar risibles
y desfasadas sus canciones, ocultando lo que en realidad ocurría: que seguíamos
siendo víctimas de su indiscutible gancho. Y aunque, en el ágora, escuchábamos
“Libertad sin ira” (Una canción tan ridícula, esta sí, que nunca hubieran
firmado Manuel de la Calva y Ramón Arcusa), a escondidas, o tal vez en la
intimidad de la ducha, entonábamos “Quince años tiene mi amor” o “Mari Carmen”
(Es Mari Carmen, dijeron todos / su mirar, / su bailar / cautiva todos los
corazones / y tú bien pronto lo vas a comprobar…)
De entre todas las canciones de ambiente
veraniego y playero que confeccionaron (y fueron muchas) me quedo con dos: la
popularísima y algo rimbombante “Amor de verano” que, en el de 1964, maullaban
hasta los gatos de tu callejón y la melancólica “Adiós verano, adiós amor”, con
la que, hasta yo que soy poco propenso a los ataques de nostalgia, me siento
alcanzado por un punto, medio poético, medio kitsch, y suelto, si no me ve
nadie, una lagrimita por esos amoríos quiméricos que nunca me fue dado vivir.
Mucho después, al otro lado del charco,
se articularon y se reciclaron estos delirios juveniles en una película como
“Grease” y lo petaron. Aprovechando que estás descuidado, te endiño un vídeo de
ambas canciones atrapaveraneantes, así que conecta el sonotone y disponte a
recordar.
Pero, a mi poco juicioso juicio, su
mérito mayor, o uno de ellos, radica en haber rubricado el equivalente español
de la norteamericana “My way (A mi manera)”. La canción a que me refiero es
“Resistiré” (y ha resistido, en efecto, a todas las manipulaciones y
apropiaciones espurias), otro himno más para nosotros, los creyentes en una
religión personal, aquella que no admite más adeptos ni conversos que uno mismo.
La versión original de “Resistiré”
adolece, como es muy frecuente en el país de charanga y pandereta que hollamos,
de un arreglo catastrófico, con unos sintes horrorosos. No tardando mucho, la
memoria histórica hará un ajuste de cuentas con los arreglistas, pero a día de
hoy, la mejor versión que he encontrado por ahí es ésta, no es porque se trate
de un primo mío… Es que, manejado por Jose Ángel, el tema cambia de nivel y
parece algo salido de Gilbert Becaud o de Jacques Brel. No te lo pierdas.
Por cierto, ahora que veraneantes somos
todos, suelo aprovechar para huir, con la familia, de las fiestas patronales de
mi pueblo y su monótono bullicio. Me voy a la playa más cercana, en estas
fechas casi deshabitada, y hago estas fotos que he compartido hoy en la
entrada. “Vuelvo a la playa donde te conocí y el mar me canta así. Chao, chao
...”
hey, megsi bian, megsi bian! Qué ilu, es la primera canción que me cuelgan, y encima no es para ponerme verde. Me plantearé sacar un disco, ahora que no se venden XD
ResponderEliminarEste año también se ha pasado el verano sin vuestra visita.
ResponderEliminarHabéis cambiado Brotó por la playa?
Me han gustado las canciones que has colgado y la que canta José Ángel esta muy bien.Un beso