Comencé cerca de cuarenta cursos con una
mezcla de espanto, expectación y vértigo, siempre; un puntito de ilusión,
durante los primeros veinte años y una pincelada de fatiga en los diez últimos. Nadie te dirá aquí que tu vida coincide con
tu vida laboral, así que yo te lo digo. Los mejores años son aquellos en los
que te remangas y te sumerges en la vorágine. “I’ll rest when i’m dead”,
declaraba Morrissey en “El Mundo” y, hace unos días, decía Perico Delgado: “con
lo que se sufre en las subidas, con el cansancio que se acumula en las pruebas
largas, no te das cuenta, pero luego recuerdas los años de ciclista profesional
como los mejores de tu vida”. Así que si estás deseando jubilarte “para
descansar” como yo, recuerda: la inacción, las goteras en la salud y la cabeza
que ya no se ocupa de la pendencia diaria, te van a ir arrinconando y acabarás
hablando solo en una habitación, en una esquina o, peor aún, en un blog.
En un blog donde traigo hoy una imagen
desusada y melancólica: la de esta señal en medio de la nada, advirtiendo a los
conductores de unas escuelas inexistentes, de unas risas y atolondradas
carreras inexistentes… La señal de peligro, advirtiendo del tránsito escolar,
está en un descampado, antiguo polígono residencial para obreros de una
fábrica, ya reconvertidos y desaparecidos. Hace unas décadas había aquí cerca
un parvulario para los hijos de los trabajadores. Cuando terminó el modelo de
paternalismo empresarial, desmantelaron las fábricas, que se fueron a Cataluña
y cerraron la escuela infantil (hoy se llama así porque, en nuestros días, los
parvularios acogen a niños entre 3 y 18 años, es decir, toda la etapa de
educación obligatoria). Dejaron, entre otros despojos, esta señal incongruente
que, a mí, me recuerda lo que somos llegado el momento oportuno: la
reminiscencia deshilvanada y disfuncional de algo que, en su momento, tuvo
significado pero ya no lo tiene.
Esta señal es como la escuela en la que
yo batallé, algo del pretérito y, qué demonios, me alegro de no comenzar este
curso en activo, vaya, entre muchas otras cosas porque las autoridades
educativas anteriores, en un alarde de ineptitud y estulticia, parieron una
reforma condenada por la falta de consenso, que tuvo trabajando como galeotes
de la burocracia a los maestros durante todo el curso pasado, añadido a las
clases, por supuesto. Las autoridades educativas entrantes, en un alarde de
estulticia e ineptitud, fulminan la reforma de sus adversarios, con lo cual los
maestros han hecho el trabajo de Sísifo… Para eso les pagan, dirá usted sin
duda, miembro o miembra de la comunidad educativa, pero imagínese que está
usted un año entero amasando harina en un obrador donde no se hace pan, sino
tortilla de patatas, ¿a que pensaría que alguien de la dirección de su empresa
es un tanto incompetente? Repito, menos mal que no estoy en activo, porque me
sentiría un pringao y un gilipollas…
Bueno, que ustedes lo pasen bien.
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