miércoles, 23 de septiembre de 2015

Se Nos Fue El Verano (Con Pirotecnia)

Se nos fue el verano. Lo que en mi pueblo llaman, con una frase insólita de narices, “el buen tiempo” y eso que el calor no te deja respirar ni siquiera por la noche… A no ser que tengas aire acondicionado y te sumerjas en las contradicciones de nuestro modo-de-vida-cada-vez-más-ecológico-y-sostenible… Pese a estos sinsabores y otros (polvo, sequía, mosquitos, incendios, contaminación acústica), estamos casi todos de acuerdo en que el verano es una época alegre, en la que nos sentimos obligados a divertirnos con frenesí, a viajar empapados de sudor y a tomar las calles durante las breves horas en las que el astro rey deja de mortificarnos con sus cancerígenos rayos.


Yo atribuyo semejante preferencia por el estío a que todos los niños y buena parte de los adultos están de vacaciones. Y las vacaciones son el estado primigenio del ser humano: según la mitología judeocristiana, dios creó a la primera pareja (heterosexual, qué previsor) y los puso, de vacaciones vitalicias, en el jardín del edén, donde siempre era verano, ¿alguien se imagina el paraíso en invierno, con nieve helada y un viento de esos que acuchillan?


Bueno, pues un año más hemos sido expulsados del paraíso y aunque, en el clima extremoso de mi pueblo, los dorados y tibios días de octubre, si el cierzo no los desbarata, son los mejores del año con diferencia, se viven las últimas fechas del verano con un sentimiento de pérdida. Para mayor descalabro, aquí el verano se despide con la celebración de las fiestas mayores: el día 21, tradicionalmente el del cambio de estación, es también la festividad de san Mateo apóstol y evangelista, patrono de aduaneros, loteros, estanqueros y recaudadores de hacienda (es así, no miento). En el lugar donde resido, la gente lo adora, lo tiene presente todos los días del año, es fanática de sus sagrados textos: si vienes por aquí, ten cuidado con ponderar el evangelio de san Lucas, de san Marcos o de san Juan, porque hay mucho forofo y te podrían hinchar un ojo, vamos, debes declarar, con el más espontáneo testimonio, que ningún evangelio es tan apasionante, tiene tanto suspense o está tan bien escrito como el de san Mateo. Menudos somos por aquí.


Y, como cada año, se ha despedido el verano, las fiestas y la esperanza de continuar pasándolo bien, con un castillo de fuegos artificiales desde el Castillo. Un punto final bombástico y ruidoso, al que ponía un silencioso contrapunto una luna discreta que he acrecentado en las fotos, retocándolas para que haga más bonito.


Y para que sirva de metáfora, allí quieta, sobrellevando los últimos coletazos del jolgorio, para alumbrarnos luego en nuestra travesía por el rutinario territorio invernal, por el melancólico revés del calendario… Hasta la próxima temporada. A la que llegaremos si hemos sido cautos con nuestros movimientos, en una senda apenas iluminada por su luz fantasmal, donde se hace difícil recordar que cada paso que damos, nos salva la vida.

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