Quisiera escribir un sincero mensaje de
condolencia por las víctimas de la barbarie, en esta ocasión, una vez más, en
París. Una de las capitales mundiales de la libertad y de la tolerancia, hogar
de gente muy comprensiva y multicultural. Muy lógico, puesto que lo que
pretenden esos desperfectos morales y culturales con sus agresiones
indiscriminadas y recurrentes es, precisamente, demostrarnos que nadie está a
salvo si solamente lo ampara la libertad y la tolerancia, cosa que por otra
parte ya sabíamos. Nadie está a salvo, punto.
Y parece que continúa la escalada de la
Tercera Guerra Mundial, esa especie de guerra civil a nivel global: resulta que
ya hace algún tiempo que nos la han declarado, y esta vez nos ha pillado
tomándonos unas cañas, porque nosotros seguimos por ahí, dándole coba al
enemigo, ya que hablando se entiende la gente y hay que negociar, que para eso
están los fusiles de asalto y los explosivos, para reforzar los argumentos de
estos desfavorecidos mentales, de estos oprimidos religiosos, de estos
defensores de la verdadera fe. (Me asaltan dudas piadosas, / ¿y si hubiera
malgastado / mis boñigas asquerosas / con el dios equivocado?)
Una vieja redondilla, que recoge el
académico Pérez-Reverte en un artículo sobre historia de España, dice:
“Llegaron los sarracenos / y nos molieron a palos / que dios ayuda a los malos
/ cuando son más que los buenos”. Y es que, aunque no es pertinente señalarlo,
sí, hay por medio un tema de religión: me consta que los terrorilleros no
abrieron fuego mientras tarareaban “Imagine” de John Lennon (“…and no religion
too”). Y sí, puede que haya un islam moderado, del mismo modo que hubo un Santo
Oficio cariñoso y el amor a los enemigos fue la norma evangélica que impregnó
las guerras de religión en la Europa de los siglos XVI y XVII. Y es que los
ignorantes somos la monda… Los verdugos harían bien en reírse con solidaria complicidad
en vez de malgastar municiones con nosotros.
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