sábado, 23 de noviembre de 2013

Acequias En La Chopera De Monzón

Vivo en un lugar donde se lleva poco la ropa de entretiempo: jerséis finos, gabardinas, nada de esto es demasiado útil por aquí. Hace dos semanas aún era verano por estos lares y hace una comenzó el mal tiempo. Aquí no cae el invierno, sino que se desploma sobre nuestras cabezas, como el cielo que tanto temen los galos de Astérix.
 

Esta temporada, a diferencia de la anterior, el otoño no ha consistido en un lento broncearse de las hojas: una fuerte lluvia las arrancó casi todas y, al día siguiente, el viento se llevó las que quedaban.
 

Las fotos otoñales que hice el otro día en la chopera se benefician, a cambio, de un imprevisto cuidado que se han tomado este año los responsables de su mantenimiento: han desbrozado los márgenes del camino, que ahora parece muchísimo más amplio y han limpiado el cauce de las acequias que la riegan, acequias que canalizan el agua para inundar las parcelas cuando se considera necesario.
 

El resultado ha sido muy contundente con la maleza: ha desaparecido, adiós a las fotos de cardos que hice el otoño pasado. A cambio he podido fotografiar las acequias como grietas espejeantes, pequeños abismos plateados o grandes arañazos paralelos al camino.
 

Tomé el martes por la mañana, un día gris pero no muy oscuro, el rumbo de esta zona, que poco a poco va ganando el status de parque cuasinatural de Monzón, por donde serpentean caminantes, chuchos, ciclistas o atletas en su entrenamiento diario.
 

Provisto de una Canon EOS, me dediqué a hacer fotos verticales de acequias puestas en fuga que reflejaban un cielo muy blanco.
 

Como me gustaron, he seleccionado algunas y las he puesto aquí: las acequias me parecían un misterioso signo de puntuación en el paisaje, además las fotos están recortadas para subrayar su verticalidad, como queriendo indicar que utilizo la chopera como lugar de retiro espiritual (o algo así).
 

 

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