Esta es, según los que han tenido la
paciencia de escuchar mis escarceos musicales, mi mejor canción. O la menos
mala, si quieres. De este modo, tienes una buena pista: si la oyes y no te
gusta, podrías prescindir sin remordimientos de todas las demás.
La compuse y secuencié hace más de quince
años en un apreciable programa de aquella época que se llamaba XGWorks y
funcionaba muy bien con tarjetas de sonido de Yamaha. Esta semana me ha dado
por retomarlo y lo he vuelto a masterizar, aprovechando las capacidades de
audio del programa Reason. Me ha gustado cómo ha quedado pero, claro, soy el
padre de la criatura y qué voy a decir. Un soporte rítmico y armónico de
guitarra, bajo y batería, con un colchón de cuerdas, todo emulado, sostiene una
melodía bastante pegadiza en tres partes, que hacen de estrofas y estribillo.
Aquellos que se chuflan, sin acritud, de
mis esfuerzos musicales, me proponen que escriba la letra de la canción y la
cante, sin embargo saben que una almeja tartamuda tendría mejores posibilidades
que yo para entonar armoniosamente. No obstante, por si alguien quiere hacer
karaoke, esta vez he escrito el texto, “uno que más o menos vaya bien con la
música, la música es lo primero”, como dice con toda frescura Jeff Lynne, el
líder de Electric Light Orchestra. Acertaste. Otro de mis referentes.
Gusta la criatura, que sí. La música la veo bastante más animosa que la letra, muy existencialista ella (o ex-existencialista quizá) pero a mí particularmente me van estos descompases.
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