Abandonar, rendirse, inclinar el rey o
“tirarlas” es un momento muy delicado de la práctica ajedrecística. Uno suele
estar muy ofuscado tras varias horas de extenuante ejercicio mental que, a la
postre, ha resultado estéril y llega el momento de parar el reloj y darle la
mano al adversario. Este rito, al parecer, según me dijo un árbitro, es
normativo. Una vez había jugado yo con un contrario cuyo comportamiento me
pareció, a todas luces, antideportivo, malintencionado, provocador e insidioso.
Encima estaba jugando mucho mejor que yo y mis perspectivas eran nulas. Resolví
abandonar la partida, salir de la sala de juego e irme a airear a un prado a
ver si se me pasaba el sofoco, pero fui advertido de que me sancionarían si no
volvía a decir cortésmente que me rendía y a apurar los trámites que semejante
decisión conlleva. Pienso que no soy un jugador muy conflictivo: la prueba es
que he pasado muy pocas veces por trances lo bastante enojosos como para
sacarme de mis casillas, pero, claro, una cosa es cómo nos vemos y otra muy
distinta, cómo nos estamos comportando realmente.
La posición de las blancas es desesperada |
Otra cuestión crucial es la de cuándo
abandonar: si lo hacemos de modo prematuro, podemos estar desperdiciando alguna
oportunidad, más o menos remota, más o menos oculta. Si tardamos en rendirnos
más allá de lo razonable, mostramos una falta de consideración o de respeto al
adversario y ponemos a prueba su paciencia y su buena educación. Una vez un
adversario y amigo “las tiró” de modo precipitado y, avalado por la mutua
confianza me dijo: “oye, ahora que te entretenga tu padre”, aunque en la
práctica es más frecuente dilatar al máximo la partida y posponer el momento
del abandono más allá de lo razonable, hasta rozar el ridículo. Cuentan de un
fuerte jugador local, en su tiempo subcampeón de España, que exasperado porque
su rival continuaba la partida estando en una desventaja abrumadora, le
preguntó “¿En qué cuadro quiere que le dé el mate?” A nosotros en una ocasión,
jugando un torneo por equipos, nos esperaba un regreso con un desplazamiento
muy largo y sólo faltaba por concluir una partida, en la que el adversario
tenía desventaja material y una posición catastrófica. Nuestro jugador le
preguntaba en ocasiones: “señor N, ¿le ve alguna posibilidad?” Y el señor N
pensaba otros diez minutos y cavaba otra paletada en su fosa. No se rindió
antes del mate y llegamos a casa a las tantas. ¿Puedes reclamar que el rival ha
mantenido una posición insostenible y no se ha rendido a tiempo? No lo sé.
Savielly Tartakower (1887-1956), un gran
maestro de nacionalidad polaca, es recordado por al menos dos motivos. Uno es
por ser el inventor de la apertura catalana y este es un evento bien curioso:
en 1929, con motivo de la Exposición Universal de Barcelona, se organizó un
torneo que reunió, en la vecina Sitges, a los más fuertes jugadores de la
época. Un prócer, llamado Francesc Armengol, convocó un premio, dotado con 150
pesetas, una buena suma para aquéllos tiempos, al maestro que inventara una
apertura o una defensa que, en lo sucesivo, llevaría la denominación de
catalana en el universo del ajedrez. El premio fue para Tartakower que propuso
y analizó planteamientos que empezaban con 1.d4, 2.c4 y 3.g3, una idea original
e hipermoderna, que ha dado lugar a desarrollos teóricos muy fecundos, gozando
de mucha popularidad en los torneos.
El otro motivo es, que siendo un jugador
muy dicharachero y bizarro, se le atribuyen, con o sin razón, toda clase de
ocurrencias lapidarias. Según esto, se pone en boca de Tartakower la siguiente
frase: “No se debe abandonar nunca, porque si abandonas, pierdes”. En la
posición que propongo hoy, una mirada distraída indica que el negro tiene
suficientes motivos para abandonar, ¿verdad? Pero pensándolo mejor, si juega
bien, gana. Qué extraña es la vida en el tablero.
Juegan negras y, en vez de abandonar, arrasan al oponente |
Por cierto, en “Entrena tu remate”, la
entrada anterior dedicada a este noble juego, la partida acaba 13. … Ah3+! 14. Rh3 Dxf3
15. Rh4 g5+ 16. Rxg5 Rh8 17. Rh4 Tg8
18. Tg1 Df4+ 19. Rh3 Dh6 mate.
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