Me prometí que no haría más entradas con
videos musicales albergados en YouTube. En parte, porque colgar mis devaneos con
la filarmónica de mi habitación en la citada página me daba mucho trabajo y, en
parte, porque no conseguía dotarlos de un sonido satisfactorio. Probé con
SoundCloud que es el gadget que se me abre aquí a la derecha en la página del
blog. El sonido es, aprecio, mucho mejor, aunque el éxito ha sido parecido: más
o menos el que tiene la delegación de “Jamón Guijuelo” en La Meca. Un
despistado o dos le dieron al “play” y les debió sonar en los altavoces de la
tablet o del portátil una tonadilla como de videojuego antiguo que soportaron
durante once segundos. Ése es mi genio musical. Pero yo insisto. Y como dijo
Groucho Marx: “estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros.” Así que
vuelvo a YouTube con un tema que, más vale que lo confiese, no es música
propia.
En el libro “Teclado para torpes aquejados
de artritis” venía una partitura, convenientemente simplificada, del Aria de la
Suite para Orquesta nº 3 de Johann Sebastian Bach, a cuyo espíritu decidí
gastarle una broma. Abrí un secuenciador MIDI, empecé a cacharrear y este es el
reverente resultado de mis esfuerzos y desvelos.
Creo recordar que, en la carpeta del
“Ziggy Stardust” de David Bowie, aparece la siguiente advertencia: “Para ser
tocado a un volumen máximo”. Pues eso: si no, aquí, no se sufre lo suficiente
con el martillo pilón del bajo y los leñazos de la batería. Sigue tocando, me
digo, lo importante es que a ti te guste. Y qué bien me lo pasé versioneando al
alemán de la peluca, colegas.
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