sábado, 31 de enero de 2015

Matemáticas Y Diversión 14. Los Números Vampiros

Del libro “El prodigio de los números” de Clifford A. Pickover que marca el status irrisorio de las matemáticas recreativas (me costó menos que tres sobres de cromos de futbolistas), he extraído este acertijo, con lo que el autor llama “números vampiros”

¿Y por qué números vampiros? Conocida es la costumbre que tienen los vampiros de vivir más allá de una existencia humana corriente. Esta pervivencia, que elude la muerte, es la que se manifiesta en algunos números en los que, una vez multiplicados entre sí, sus cifras perduran en el resultado, en lugar de transmutarse en otra cosa o en nada (multiplícate por cero), como nos pasará a los demás mortales.

 
Independientemente de lo acertado de la comparación, no deja de ser una propiedad llamativa y lo que me sorprende es la dificultad de encontrar productos así. Comentaré uno de los ejemplos propuestos en la parte gráfica: 15 x 93 = 1395. El número vampiro es 1395 que tiene, en el orden apropiado, claro, las mísmas cifras que sus “progenitores”. El 1, el 3, el 9 y el 5 sobreviven más allá de la operación que, normalmente decretaría su desaparición, como ocurre por ejemplo en 23 x 46 = 1058, aquí no ha persistido ni una sola de las cifras de los progenitores. Los otros ejemplos 30 x 51 = 1530 y 27 x 81 = 2187, me llevan a hacer unas cuantas observaciones antes de dejarte con un enigma a cuestas. Los progenitores han de tener un número par de cifras, el mismo en ambos: empiezo con dos porque es más sencillo, pero podrían multiplicarse dos progenitores de cuatro cifras cada uno y, en el resultado, habrían de hallarse las mismas ocho cifras de los factores, aquí podría haber algún dígito que se repitiera, peeeero…

 
No se vale engordar con ceros los vampiros, so pena de pérdida de autenticidad. Por ejemplo, basándome en un producto anterior, 1500 x 9300 = 13950000, esto no es dar con un nuevo vampiro, sino echarle jeta al problema.

Problema que me ha sorprendido porque es más difícil de lo que, a primera vista, aparenta. Soltaré la bomba ya: según parece sólo hay siete vampiros entre los números de cuatro cifras. Como te acabo de decir tres, cuando tengas una calculadora a mano, mira a ver si encuentras los cuatro que faltan.

 
Y si descubres un vampiro auténtico de ocho cifras, habrás llegado mucho más lejos que yo en esta caza con espejos plateados y estacas de madera. Nosferatu en persona te estará esperando.

Respecto a los enigmas pasados (pasadísimos, hace casi tres meses), moviendo las dos cerillas marcadas, conviertes la figura de la izquierda (cinco cuadrados), en la de la derecha (cuatro cuadrados):

 
Para hacer cuatro triángulos y dos cuadrados con sólo ocho cerillas, tienes que darte la maña de disponerlas tal que así:

 
Y por último, en el juego de los 23 palillos que se van retirando por turnos, tomando 1, 2 ó 3 a discreción de cada contrincante y ganando el que recoge el último palillo, ganarás siempre si consigues dejar 4, pues coja los que coja tu adversario, tú retirarás el último. Pero claro, para dejar 4, antes hay que haber dejado 8 y antes, 12, 16 ó 20…

Por tanto, cuando empieces, ganarás siempre cogiendo 3. Quedan 20: si el contrario retira dos, tú otros dos; si retira uno, tú tres, y si retira tres, tú uno y así sucesivamente hasta que se dé cuenta de que está acabado, lo cual , en las primeras rondas, suele tardar.

Ay, amigo, la cosa es que cuando empiece él, habrás de confiar en que no conozca el truco estratégico y que, en un momento dado, le engañes o se equivoque, porque de otro modo, te ganará… Qué le vamos a hacer, así es la política.

miércoles, 28 de enero de 2015

Sobre El Olivar - Antonio Machado

En el verano de 2005 pasamos unos días de vacaciones con unos amigos en la provincia de Jaén. En un pueblo blanco, colgado en la árida sierra, Albánchez de Mágina, hoy lo he recordado al ver unas fotos que hice con una de mis primeras cámaras digitales.

 
Por aquél entonces yo aún estaba en el servicio activo, en la enseñanza, donde una de mis obsesiones era impregnar las neuronas tiernas con el desacreditado aprendizaje memorístico de poemas, cuantos más mejor, pues tengo para mí que los poemas que se aprenden en la infancia, se recuerdan durante toda la existencia. Yo estoy ingresando en la edad tercera y todavía recuerdo “A un panal de rica miel / dos mil moscas acudieron…” etc. Y es que la poética que nos enseñaron hace más de cincuenta años, no estaba muy decantada, pero bueno, algo es algo.

 
Y entre los versos que yo imponía en las mentes tiernas de los cachorros (personeznos) que el Estado confiaba (con creciente desconfianza, según pasaban los años) a mis solícitos y desmañados cuidados, unos de los más obligatorios eran éstos de don Antonio, que continúa siendo uno de mis poetas de cabecera. Los suelto ya, circundados de algunas de las fotos que hice en aquellas maravillosas tierras donde vieron florecer al maestro.

 
 SOBRE EL OLIVAR

 Sobre el olivar,
se vio a la lechuza
volar y volar.
Campo, campo, campo.
Entre los olivos,
los cortijos blancos.
Y la encina negra,
a medio camino
de Úbeda a Baeza.

 
  Por un ventanal,
entró la lechuza
en la catedral.
San Cristobalón
la quiso espantar,
al ver que bebía  
del velón de aceite
de Santa María.
La Virgen habló:
-Déjala que beba,
San Cristobalón.

 
 Sobre el olivar,
se vio a la lechuza  
volar y volar.
A Santa María
un ramito verde
volando traía.
¡Campo de Baeza
soñaré contigo
cuando no te vea!

 
 Como dirían los ingleses, un “must have” para cualquier mente que sienta, piense o sueñe en español.
 

lunes, 26 de enero de 2015

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 35

22.     HELLO, GOODBYE

 - Otra escoba, capuyo’, ya sé quién va a pagá esta servesita…

 - La culpa es de Pinchaúvas, que está anieblao y te las deja todo el rato a huevos.

 - Venga, callaos, que han vuelto a poner “Hello, Goodbye ”.

Una espesa niebla veteada tamiza el oscuro ambiente de “El Arcángel” con un velo descolorido que disimula, mediante volutas de penumbra, su aspecto confortable y fachendoso de pocilga psicodélica. Las débiles luces multicolores confieren al local un hálito como de perpetua y desvaída Navidad. Y escuchamos, por séptima vez aquella tarde, en respetuoso silencio, el Nuevo Himno. Jezú que, como va ganando, está un poco más contento, no en vano lleva horas trasegando de gorra, canturrea en un susurro: “Yu sey yes, ai sey no, yu sey stop en ai sey goo goo goou” Mi entusiasmo me lleva a estallar una vez más:

 - ¡Qué canción! ¡No me digáis que no es la canción más cojonuda que han compuesto los Beatles!

 - Por lo menos, es una de las más pegadizas. – Responde Chus como de costumbre. Y, como de costumbre, apunta Josemari:

 - Ya, Pinchi, pero lo mismo dijiste con “All You Need Is Love”. Y antes con “Penny Lane”. Y antes con “Yellow Submarine” que era una chorrada, siempre estás igual. Además yo prefiero los “Rolling”: “A quen get no, satisfacshon, A quen get no, satisfacshon, cos a tray, en a tray, en a tray… ”.

 - Tú tienes el gusto musical en el culo, perdona - le digo acalorado.                                                            

Jezú nos silencia con una ostentosa ventosidad que hace crujir el escay del asiento, proclamando triunfal:

 - ¡Y otra escoba! ¡Ya podéi ir apoquinando, shavale!

 - Este es un juego tonto y aburrido – dice Chus para disimular su decepción.

 - ¿Queréi pué que juguemo ar siete y medio?

 - ¡No, Jezú! ¡Que te conocemos y nos sacarás hasta los calzoncillos!

 - ¡Vuestro calsonsillo no lo’ quiero yo ni p’asé el anunsio de Palomino y Vergara!

Quizá advierta el atónito lector un regreso a la cordial normalidad que había presidido hasta el anterior verano nuestras relaciones. No lo desengañaré, los amigos con los que se despierta a determinados secretos de la vida, son para siempre. O, por lo menos, para unas cuantas temporadas.

Yo estuve haciéndome el digno y el dolido, durante la mayor parte del primer trimestre del curso que habíamos empezado, el sexto en la cuenta de nuestro desasnamiento en la egregia institución académica que nos permitía sentirnos superiores a los demás: éramos más modernos que nuestros retrógrados progenitores, más sabihondos que la gente común del pueblo y contábamos con tener mejor porvenir que los chavales que habían dejado los estudios y se habían puesto a trabajar. Como se ve, éramos unos pardillos bastante resabiados. Había, como digo, atravesado una etapa de simulado pundonor en la que no les dirigí la palabra y les daba aparatosos desplantes, con esa inquina que etiqueta a los demás como culpables de agravios basados en nuestra propia necedad.


Josemari que, no sé de qué extraña manera, me profesaba cierto afecto, fue el primero que se olió la causa de nuestro distanciamiento y el primero que intentó ponerle cierto remedio:

 - Mira Pinchaúvas, no sé cómo habrás hecho para averiguarlo, pero me parece que estás molesto porque te has enterado de que durante el final del verano salí algunas tardes con la Cheles… Lo cierto es que no sé por qué lo hice, porque en realidad es una tía que no me gusta lo más mínimo. Y además no quería que tú lo llegaras a saber, para que no te cabrearas, con eso que decías de que te iba un montón aunque, las cosas como son, ella a ti no te hacía ni puto caso.

 - …

Es más, le caías gordísimo… Un día hasta me dijo que cómo era posible que tuviera un amigo tan desgraciado y melón como tú. Dijo que eras un completo cenutrio. Así que, como ves, lo tenías difícil con ella. No es precisamente que fuera de tu propiedad y por ese motivo pudieras estar celoso o algo parecido. A mí es una gachí que no me va lo más mínimo: si quieres que te diga la verdad, encuentro que es aún más fea y más sosa que tu novia la Mejillonera.

 - …

 - No te vayas a pensar que te pierdes nada. Yo me la ligué porque en la piscina me reía todas las gracias, así que para caerle mejor, ya sabes cómo soy, aún hacía más el ganso por ella. Es algo que no se puede evitar, pero fue un error: las gachís enseguida se piensan que vas en serio y empiezan rápido a pedirte cuentas. Encima yo no quiero liarme con una tía de mi edad: las tías, de mayores, se hacen viejas más pronto. Nosotros tenemos que mirarnos a una de tercero o de cuarto que apunte maneras de que dentro de un par de años estará buena; además las de nuestra edad nos ven como unos putos críos, que es lo que somos para ellas: tú con la Mejillonera lo tienes mejor de cara a una relación que dure más tiempo.

 - …

 - Y aunque te hayas molestado, no veo por qué vamos a dejar de ser amigos, macho: si supieras lo poco que te has perdido. Encima ella ahora tampoco me habla. Y no te creas que fue la hostia: es una tía más estrecha que las monjas de clausura cuando van estreñidas; si su madre es no sé qué de Acción Católica y, claro, la nena es más ñoña que santa María Goretti.

 - …

 - Me decía que los besos con lengua, le daban asco. Y una noche, en el banco de la Salud, intenté meterle un poco de mano y cuando le toqué la goma de la braga, no te pienses que nada con rizos, cuando tropezaron mis dedos con la dichosa gomilla e iban a colarse para inspeccionar por debajo, me dice: “¿no te parece que estamos yendo demasiado lejos?” Yendo demasiado lejos, qué pánfila, para descojonarse de risa…


Esto ya fue demasiado para mi aguante: aprovechando el efecto sorpresa, pese a que Josemari era más fuerte y más rápido que yo, le lancé una hostia que resonó junto a su incipiente patilla y lo dejó, por unos instantes, pasmado de incredulidad. Ahora – pensé – es cuando se levanta y me pisa la cabeza, me deja aquí tirado y no puedo ir a la función de Navidad del instituto a cantar el puto villancico, con el que no ganaremos el concurso del viaje a San Sebastián…

El efecto sorpresa estuvo de su parte cuando, frotándose un poco la mejilla, me dijo:

 - Esto significa que me has perdonado y ya volvemos a ser amigos, ¿no?

No andaba yo tan sobrado de ellos que le dijera que no. Y, de este modo, volvieron las interminables tardes de charla, música y juegos en “El Arcángel”.

En donde, en ese momento, se levantaba Jezú:

 - Bueno, shavaliyo’, me voy al reservado a jugá con lo mayore’, a vé si le’ saco una buena guita pa í bien forrao al viaje de estudio’ y os puedo invitá a una dihcoteca de verdá.

Yo saqué mi última moneda de dos cincuenta y me dirigí a la máquina de los discos

 - ¿Vas a poner otra vez “Hello, Goodbye”? – Dijo Chus – porque ya huele.

 - No. Voy a poner la cara B, “I Am The Walrus”, que es aún mejor.

 - Ay, Pinchi se nos está volviendo un exquisito, como su amigo Mateo – remachó Josemari, en su más puro estilo Josemari.


Durante toda la canción estuve dando vueltas con los ojos cerrados y los brazos extendidos, al más puro estilo derviche, hasta que el mareo me hizo irme al suelo. Y allí estaba, todavía con los ojos cerrados, los brazos extendidos y con los pies en alto, cuando Chus anunció:

 - ¡Pinchaúvas, tu novia, la Mejillones! ¡Acaba de llegar a buscarte!  
    

domingo, 25 de enero de 2015

La Montaña De Oro - Karl May

En un lugar de la infancia de cuyo nombre aún puedo acordarme, fui obsequiado por mi padrino con un libro que era y tal vez siga siendo, un regalo de los dioses para un lector de once o doce años. Se trata de “La montaña de oro” una voluminosa fantasía de un autor alemán, Karl May (1842-1912), que escribió monumentales sagas de aventuras que transcurren en lugares exóticos, cosa curiosa pues, al parecer, el escritor nunca viajó fuera de Alemania.

Karl May en 1905
 
Ésta que iluminó con héroes al viejo estilo los últimos años de mi infancia, transcurre en el oeste americano, durante los años de la construcción del ferrocarril hacia el Pacífico. Es una genuina novela del Oeste, una aventura por entregas, lo que hoy es terreno de las series televisivas, una odisea que siempre se interrumpe en el momento más emocionante… Yo leí las cuatro primeras partes: “El cazador de la pradera”, “El hacha de la guerra”, “La venus cobriza” y “La montaña de oro”, que venían en dos volúmenes de la editorial Molino. Removí cielo y tierra para dar con la continuación, sin ningún éxito, quedando truncada para siempre la venganza de uno de los protagonistas que jamás llegó a término en mi experiencia lectora. Perdí los libros de aquella infancia soñadora y muchos años después, ya mayorcito, tuve ocasión de adquirir una reedición que se había hecho para Círculo de Lectores: las mismas cuatro partes en un solo volumen titulado “La Montaña de Oro”, así que sigo sin conocer el desenlace.

Este nuevo volumen es el que he dado a leer a mis hijos, sorprendentemente, con bastante éxito, pues han sido ellos también enganchados por la innegable facundia creativa del autor y por la poderosa, bien articulada e ¿interminable? odisea que aquí se narra. Al leerlo ahora y, aun advirtiendo con claridad las evidentes trampas con las que toda la obra está ensamblada, no logro sustraerme del todo a la intensa fascinación que el libro produce, en parte por su misma fuerza y, en parte, heredada de cuando lo leí con la inocencia que una obra como ésta requiere.

La portada de la edición de Molino
 
No soy particularmente amante del género del Oeste: casi ninguna novela y escasísimas películas se han filtrado al prejuicio que suelo armar ante estas producciones, cuyo interés es para mí muy escaso: encuentro aquí una épica facilona, previsible, violenta y, sobre todo, muy ajada por el uso, con unos clichés muy gastados y con unos héroes y unos valores con los que no atino a identificarme.

Pero ay, colegas: aquí se nota que, cuando esta novela es escrita, ocurrealgo como lo escrito por García Márquez: “El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarías con el dedo”. En las aventuras narradas por Karl May, hay algo de fundacional: se están armando las vigas maestras que levantarán todo el género. Lo consabido, la saturación y el cansancio vendrán después: ahora todo sorprende, todo maravilla, estamos en territorio virgen…

Pero, ¿es bueno el libro? No lo sé, no puedo ser ecuánime: me secuestró a una edad muy tierna. Narrativamente es muy convencional, los personajes son arquetipos carentes de profundidad, sutileza o matices. Y en lo estilístico, todo está al servicio de la acción, sin adornos: muy ligero y con mucho diálogo, que los jóvenes no son lectores pacientes. Entonces, ¿dónde está la gracia? Tampoco lo sé, pero a mi entender hay mucha, muchísima, desparramada por unas páginas de una inocencia arrebatadora.

Los personajes principales son dos: Old Shatterhand, un inmigrante alemán, más que valeroso, temerario, adornado de todas las cualidades positivas para medrar como héroe en aquellas tierras salvajes: fuerza, puntería, gran corazón, poderoso entendimiento y una solidez moral deliciosamente pasada de moda (como todo el libro). Su “hermano de sangre, el indio Winnetou, es una especie de alter ego gemelo: exactamente lo mismo, pero en piel roja. El resto de “los buenos”, componen un elenco encantador: el gracioso y atolondrado mentor Sam Hawkens, el orgulloso caudillo Inchu-Chuna, su delicada y adorable hija Nso-Chi… ¡Qué privilegio haberlos conocido a todos antes de que me saliera el bigote! (De mayor, ya no das crédito a semejantes maravillas).

En cuanto a “los malos”, también son bastante inequívocos: Rattler, el asesino borracho y despreciable, Tangua, el jefe kiowa orgulloso y rastrero y, el peor de todos, Santer, que es listo y carece de escrúpulos: un criminal peligrosísimo, con cuya momentánea huida el relato concluye.

La portada de Círculo de Lectores
 
Un relato de fuerte carácter episódico, en el que la acción apenas da respiro, aunque se articula con pasajes líricos, reflexivos o pseudo antropológicos, deliciosamente ajenos a los valores, preocupaciones y puntos de vista actuales. Entre que es una lectura que no permite el aburrimiento, que se puede hacer con una sola neurona y que está encantadoramente desfasada, ahora que la he emprendido por tercera vez, me ha vuelto a cautivar, devolviéndome retazos perdidos de una infancia lejana, recuperada durante unas cuantas horas.

El uno de enero de este año, han cerrado el acceso a la colección de papyrefb2.com. Es comprensible que se pretenda que los autores literarios tienen derecho a comer y lo es, también que sus señorías den en atajar la piratería (de momento, la ajena), aunque yo tengo una observación y queja al respecto: admito que las novedades sean puestas a buen recaudo del “todo gratis”, eso me entra en la cabeza, pero ¿libros como éste? Si no se pueden conseguir de otra manera que a través de un amable usuario, que ha escaneado y hecho un reconocimiento de texto de su propio ejemplar, entregando su tiempo libre a una comunidad de lectores, y mientras, las editoriales, que podrían digitalizar con facilidad sus fondos y sacar algún dinero, se dedican a plañir mientras se tocan las pelotas.

Consciente de que no se puede encontrar esta novela ni pagando, te la enlazo aquí abajo. Es una traducción al español de Sudamérica, vale la pena aunque tendrás que lidiar con pequeñas diferencias léxicas, descárgala y ponla en un lector al alcance de tu hijo. Good old fashioned adventures, thousand devils!


viernes, 23 de enero de 2015

Macros De Flores E Insectos

Un hombre de campo me comentó hace poco: “ahora se ven menos mariposas y, en general, hay menos bichos que cuando yo era crío”. Sin negar del todo la utilidad de los plaguicidas, yo también empiezo a echar de menos el colorido y la variedad de los insectos que poblaban las primaveras de antaño. No es que, cual ecologista insobornable, prefiera las picaduras de mosquito a la fruta bien presentada, pero entre lo que uno lee sobre la enfermedad de las abejas y su repercusión desastrosa en los fenómenos de polinización, y lo que uno constata cuando va a fotografiar las bellezas del campo, la cosa da para preocuparse.

Cuando era más joven, tenía una simpatía muy escasa hacia el mundo insectil. Consideraba, pobre de mí, que todo lo que tenía seis u ocho patas, o picaba, o mordía, o atormentaba de cualquier otro modo a los seres humanos. No es que ahora me haya apuntado a la sociedad protectora de moscas y mosquitos, pero empiezo a echar de menos a muchos simpáticos, vistosos e inocentes coleópteros, lepidópteros, celíferos y otros antófilos. La peña que hace compañía a las florecicas del campo, vaya.

Fotografiar a estos seres, requiere una buena cámara digital, paciencia y mucha suerte. Las dos primeras fotos, las hice en modo macro, con una Canon EOS D40 que no me gustaba, porque tenía un autoenfoque poco cuidadoso y que ahora ya no tengo. Quien se haya asomado a este blog, habrá notado que gusto de retratar las flores con bicho, cuco o cualquier otro pequeño invitado.

 
En ésta, sobre una amapola transgénica, de un rojo en extremo descolorido, se abaten, como un par de drones, dos avispas asesinas. Pobres. Son dos insectos dípteros, moscas como quien dice, que ataviadas merced a un fenómeno de mimetismo, se hacen pasar a ojos de sus depredadores, por peligrosas portadoras de un doloroso aguijón. O eso creo.

 
En este cardo, se afana perezosamente un escarabajo. Se movía tan poco que ni siquiera podría asegurar que estaba vivo, disfrutando del interior jugoso y perfumado que, pese a su aspecto, tienen los cardos. Cuando éramos críos, en mi pueblo, nos estragábamos las manos pelando las espinas, hasta quedarnos con un reducido corazón, el del cardo, que es dulce y sabroso; siendo de la familia de la alcachofa, está aún más rico, aunque dudo que valga la pena la tortura que hay que infligirse para comprobarlo.

Las dos fotos restantes, las hice con una cámara muy modesta. En la primera, aún trabajaba en el instituto: un muchacho, durante una excursión a Sariñena, se puso un insecto palo en el pelo y fue a comprarse un polo. No exagero.

 
 
 

lunes, 19 de enero de 2015

Un Año Sin Humo (Pero Con Mucho Vapor)

Hace un año probé por enésima vez a dejar el repugnante vicio del tabaco. Los fumadores estábamos convirtiéndonos en una minoría tan marginada, nuestra exclusión social era jaleada con tal unanimidad, que uno ya temía que, en estos tiempos revueltos, llegara al poder un partido de tendencia antifumita, proclive a señalarnos como los culpables de la crisis y que fuéramos obligados a llevar una pegatina en la frente: “apesta”.

Quizá exagero un poquito, pero a saber de dónde recortará el próximo lumbreras político: los fumadores pueden verse apartados de la atención sanitaria, al fin y al cabo son culpables de averiar su propio aparato respiratorio a sabiendas… Como drogadicto de la nicotina, había probado yo infructuosamente algunos métodos, cuando reparé en que un emprendedor local había abierto una tienda de cigarrillos electrónicos.

El kit de segundo curso

Por aquél entonces, se presentaban como una alternativa al tabaco, menos agresiva, más saludable y expuesta a un mayor grado de tolerancia social (que desapareció con inusitada rapidez). Entré en el establecimiento y fui invitado a catar aquella mercancía. No me desagradó, consideré que podía darle la oportunidad de ejercer de sucedáneo de mis sempiternos cigarrillos: han pasado doce meses y he olvidado donde los dejé, no he vuelto a probarlos. Miento: este verano pedí uno a ver cómo sabía y no me gustó nada, a las tres caladas lo tiré.

Desconozco, como todo el mundo, los efectos a largo plazo del nuevo vicio que he adquirido. En el plazo corto, he dejado de jadear al caminar rápido o subir escaleras, tengo testigos de que se han atenuado mis feroces ronquidos, he recuperado el olfato y el gusto… Claro que no he renunciado a la nicotina y gasto más dinero en cacharritos que cuando era fumador, pero la nueva adicción es más entretenida, más limpia y mucho más agradable que la anterior. El alquitrán y las partículas sólidas en suspensión ya sólo los inhalo, como los demás ciudadanos, de las chimeneas y tubos de escape, lo cual se considera socialmente mucho más correcto.

No debes vapear mientras conduces

Una cuestión oscurecía mi felicidad y ha dejado de hacerlo: cuando empecé, parecía tratarse de una nueva moda, algo masivo, pero esta expectativa se ha desinflado y en lo del vapeo quedamos cuatro frikis que, de momento, no podemos dar crédito a nuestra buena fortuna. Las zarpas recaudadoras y las ganas de dar por culo con todo tipo de regulaciones de los poderes públicos, parecen estar en hibernación y ojala sigamos así, abandonados. Al principio se desplegó un tándem de amenazas, no olvidemos que Estados y Tabacaleras tienen una relación ambivalente: por un lado hay restricciones, por tratarse de un producto perjudicial para la salud, pero por otro lado hay complicidad, no desatendamos que el fumador es un contribuyente que se deja un pastizal en el fisco. Al no ser el vapeo un contendiente peligroso para las Tabacaleras, se han amortiguado las amenazas: eso es más peligroso que el tabaco, eso es muy malo, eso te puede explotar en la cara… No suelo vapear por la calle, pero cuando lo hago, hay gente bienintencionada que me para y me dice que en la televisión han dicho que “eso es malísimo para la salud.”

No. No es para ponerle una inyección a una vaca

De momento, y toco madera, las administraciones se han olvidado de nosotros, salvo para decir que tampoco se puede vapear en determinados lugares públicos. Yo me temía que se pusieran a regular el tamaño, la potencia, el peso, el color y el sabor del cigarrillo electrónico, de acuerdo con los consejos de un cuñado asesor, o los intereses de un sobrino fabricante.

"We love China"

Conozco poca gente que lo ha probado: tres o cuatro personas que comenzaron a sustituir el humo por el vapor y, al cabo de poco tiempo, retomaron el cigarrillo. No les convenció el sucedáneo. Pese a haber dejado de fumar, yo no aseguraría que se trata de un remedio al cien por ciento eficaz contra el tabaquismo. Es otra cosa muy diferente al cigarrillo. A mí me gusta mucho más, pero puede no convencer por varios motivos, el principal de los cuales es que es más laborioso: hay que aprender una serie de habilidades para vapear satisfactoriamente, requiere una pequeña dosis de dedicación. Cargar baterías, rellenar depósitos, reemplazar resistencias gastadas, son los quehaceres básicos… Pero ay de ti, amigo, si te enganchas a la afición. Es más arduo que la crianza de bonsáis. El día que te pasas de consumibles (kits de usar y tirar) a reparables (donde te haces tus propias resistencias), o te planteas elaborar tus propios líquidos, ya la has cagado, una nueva ocupación absorberá buena parte de tu tiempo libre.

Resistencias himphames y algodón empapado

Ahora, eso sí, el placer de un reparable bien montado, que tire bien, que sepa bien… Eso debía ser lo que los antepasados buscaban con una buena pipa junto a la chimenea. Una complacencia muy sabrosa, un deleite muy grato. El que avisa, no es traidor.

"Stay cloudy"
¿Te animas a empezar? Pues venga


¿Es nocivo? Gente muy cualificada lo duda.


sábado, 17 de enero de 2015

Dos Minutos De Odio 3. El Esperado Sepelio De Bolinaga

Veintinueve meses después de ser puesto en libertad, con motivo de su muerte inminente por enfermedad terminal, el ciudadano vasco Josu Uribetxeberria Bolinaga ha fallecido en la intimidad de su domicilio de Mondragón. Que la tierra le sea leve (y que los suyos se apiaden de su alma).

Las historias de buenos y malos son privativas del cine del oeste o de la película “La fuga de Segovia”, donde los etarras que se escapan del trullo son “los buenos” y los guardiaciviles a los que matan en su huida, “los malos”. En la vida real, los malos no son tales, se trata simplemente de personas con motivaciones e ideales diferentes de los nuestros. Esta muerte tan esperada por “víctimas” y “verdugos” nos pone de relieve el asunto: depende de qué lado del conflicto te haya adjudicado el destino. Como en Antígona.

 
Si estás aguardando el advenimiento de Euskal Herria, el finado es un caído ejemplar, un valeroso gudari que se ha dejado el pellejo luchando contra el Estado opresor. Tienes la ventaja de que puedes exteriorizar tu duelo con la mayor dignidad y proponer que al fallecido le bailen el aurresku en la plaza de tu pueblo o que pongan su nombre a una calle. Monseñor Setién, por otra parte, le estará aguardando a la derecha del Padre, para guiarle por el paraíso de los abertzales, donde la puntería de los bienaventurados y su destreza con los detonadores y explosivos es infinita.

Si eres un españolista, un constitucionalista o, simplemente como yo, uno de un pueblo donde los terroristas asesinaron a un librero, se te exige mayor compostura y grandeza de ánimo: no puedes exteriorizar tu alegría, aunque pienses que la defunción de un bicharraco de este calibre es un homenaje que la naturaleza se da a sí misma. Así que no digas que estás como los gusanos de contento, porque te expones a ser tildado de vengativo, intransigente y rencoroso.

Hasta el autodenominado Estado de Derecho tiene una tendencia a ser más comprensivo y magnánimo con los verdugos que con las víctimas. Sus magistrados, a éste gudari/asesino, Código Penal en mano, lo condenaron a ¡224 años de cárcel! Las decisiones de la justicia son, para los legos en Derecho Penal como yo, un tanto desconcertantes, usaría un calificativo más fuerte si creyera en la libertad de expresión, pero voy a dejarlo en “desconcertantes” ¿Quién puede tirarse 224 años en la cárcel? Y si el máximo efectivo es, según creo, 30, ¿qué más da 224 que, puestos a hacer el ridículo, 300.000? Porque a este criminal/abertzale, que estuvo en realidad 15 años en la hucha, antes de que lo soltaran porque estaba malito, el Estado opresor le ha perdonado el 93 % de la pena. Que saque cuentas cualquier ciudadano ejemplar, por ver si a él se le trata tan bien cuando, por ejemplo, le ponen una multa.

 
Por mi parte y, aunque nadie me lo ha pedido, voy a dejar mi fingida equidistancia y voy a tomar posición: si en la “Historia Universal de la Infamia” de Borges cupiera la referencia a seres tan mediocres, éste podría protagonizar uno de sus capítulos.

Confío en que el IVA que pago en mis cervezas, debido a la autonomía fiscal que contempla el Concierto vasco, no haya servido para financiar sus cuidados paliativos.

Hasta pronto, espero. No creo que nos veamos en La Tuerka.

 

jueves, 15 de enero de 2015

El Parque De La Azucarera De Monzón, Nevado

Pronto hará diez años desde la última nevada digna de tal nombre que cayó por estos lugares. Mi hijo el pequeño, que tiene once, por supuesto no la recuerda e invierno tras invierno me reclama que haga nevar para él, ya se sabe que, a ciertas edades, los padres parecen todopoderosos.

 
Pero como ya está dejando de creerlo, el colegio a donde va ha acudido este año en mi socorro y se lleva a los niños a esquiar a Panticosa, salvando así a mi hijo de la frustración y a mí del descrédito.


 
La nevada que hoy testimonian estas fotografías, cayó en Monzón uno de los últimos días de febrero de 2005, después nada de nada: han precipitado copos alguna vez, pero sólo han cuajado en los parabrisas de los coches. No es que antes nevara mucho por aquí, pero llevamos diez años con el invierno privado de uno de sus más representativos (y seductores) atributos.

 
Aquélla vez, aproveché el silencio y la quietud subsiguientes a la nevada y, en las primeras horas de la tarde, recorrí el parque de la Azucarera con una cámara digital Sony V1 que era lo mejor que tenía entonces para estos propósitos. Me encontré con un manto blanco de unos cuatro dedos de espesor, prácticamente sin hollar: el frío mantenía a la gente en casita, detrás del vaho de los vidrios y no se veía un alma.


 
Desde entonces, como digo, ha llovido mucho pero no ha nevado nada. Mi hijo sigue soñando con una nevada de medio metro, que le haga perder uno o dos días de colegio, que le permita comprobar lo difícil que es armar un muñeco decente y que le haga pasar por la experiencia de la endemoniada puntería que tienen algunos con las bolas de nieve. También verificaría que la piel de los guantes y de las zapatillas se agrieta en tan sólo unas horas de contacto con el agua helada y además, la cara y las manos, con el frío, se ponen muy coloradas…


 
Nada de esto pertenece a su experiencia infantil. En vez de Blancanieves y los siete enanitos, preventivamente, le tenía que haber contado Negracarbones y los siete gigantones. Pido un deseo: antes de que acabe este invierno, publicar fotos de una nevada actual. En Monzón. Subir a Panticosa no se vale, es trampa.


 
Por otra parte, cuando cae aquí la nieve, el manto blanco es muy efímero. La última vez, esa misma tarde parecía que quería asomar el sol y empezaba a derretirse la nieve escasa sobre las abruptas laderas del castillo. Los relatos de la blanca Navidad, de los lagos helados donde se solazan los patinadores y de los niños que hacen travesuras con sus trineos son, decididamente de otras latitudes. Aquí, como decía Labordeta, polvo, niebla, viento y sol. Qué áspero.
 
 
 

martes, 13 de enero de 2015

Jean Sibelius - Sinfonía Nº 2

Aún no hace tantos años, todos pensábamos que el CD de audio era el formato musical definitivo, un soporte que perduraría a lo largo de mil años. Qué cosa es la tecnología, no te puedes fiar: hoy en día, cuando ponen algo a la venta, ya está obsoleto, es decir, no lo lanzan sin asegurarse de tener ya el recambio, el sustituto más avanzado, que hará que todos sigamos comprando y comprando, en un vano intento de hacer disminuir el paro con tan interminable flujo de demanda.

La cuestión es que compré dos colecciones de discos de música clásica del sello Deutsche Grammophon, ¡doscientos cedés! Allí estaba toda la pandilla, desde Monteverdi hasta John Williams con la banda sonora de La Guerra de las Galaxias, pasando por Bach, Mozart, Beethoven, Brahms y otros ilustres talentos. Y allí siguen, criando polvo en dos bonitos estantes (ahora los acostumbro a escuchar en el iPod y en Spotify que, para Borges, vendría a ser la infinita discoteca de Babilonia…)

Hasta el otro día que desempolvé uno de Jean Sibelius, para compartirlo en ésta página. Por varios motivos, siento una afinidad especial por el espíritu que se trasluce en la música de este finlandés ilustre. Su procedencia me parece exótica (¿cuántos finlandeses sabría nombrar? Si me esfuerzo mucho, cuatro: el referido, más un escritor, un futbolista y un piloto de coches, a ver si los adivinas). Su vida me parece interesante, con las dificultades de carácter, las adicciones y la perpetua tensión de un gran artista. Y su obra me ha acompañado en diversas convalecencias: me intriga, me distrae y me serena a un tiempo.

 
No es un compositor fácil, de estos que lo oyes un par de veces y te pones a silbar sus melodías, no. Tampoco es una música que te exija paciencia y nervios de acero, como la de muchos compositores más vanguardistas del siglo XX, es decir, todavía es tonal y tiene unas estructuras reconocibles. Yo la aprecio especialmente porque me parece a la vez serena y dramática, reposada y dinámica, íntima y poderosa, meditativa y descriptiva… Especialmente su ciclo de siete sinfonías constituye el típico regalo que los dioses hacen a la humanidad cada doscientos o trescientos años. Proponen un sonido orquestal con una textura inconfundible, esa es para mí la clave: timbres, armonías, motivos melódicos y rítmicos se entrelazan, como he dicho, en una textura, la palabra no es otra, que tiene evocaciones paisajísticas. La paz bucólica de los bosques nevados, movimientos y tensiones que fluyen o se amortiguan y una definitiva tendencia o propensión al silencio. No sé si el de la paz, o el de la melancolía y la amargura. Una música muy “natural”, influida por los ciclos, aspectos y facetas de la propia naturaleza, la música de un amante de la ornitología…

Imagen tomada del blog sibeliusencastellano
 
Jean o Johan Sibelius (Hämmelinna, 1865-1957) nació en la Finlandia todavía perteneciente al imperio ruso, su música, teniendo evidentes influencias nacionalistas, tiende hacia lo universal y, afortunadamente, es un compositor sobremanera valorado en nuestros días. También tuvo mucho éxito en vida, pero hacia su madurez le fue abandonando la inspiración (por una brutal autoexigencia, quizá) y tuvo momentos en que tendió a consolarse con la botella. Fue bastante longevo ¡y había sobrevivido a un cáncer de garganta! A partir de 1926 ya no termina obra alguna, después de su incomparable séptima sinfonía, ¿para qué?

 
La que hoy he colgado en mi nube y te recomiendo que te la bajes, es la segunda. Para mí, no siendo la mejor, es la más asequible de sus sinfonías: con una estructura muy definida, de corte clásico, en cuatro movimientos y un innegable sesgo beethoveniano, es más “movida” que otras, tiene melodías más detectables y un momento decididamente orgásmico: el arranque del cuarto movimiento.

Es, pues, la puerta de entrada ideal a un ciclo sinfónico del que cualquier aficionado a la música, con un poco de esfuerzo, extraerá un placer interminable... Aaabre tu meente.
 
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domingo, 11 de enero de 2015

No Todos Somos Charlie (Pero Houellebecq Sí)

Según un poeta y filósofo muy venido a menos en la consideración de mis contemporáneos, la civilización termina produciendo fatiga y, en ese momento, el magnetismo de la barbarie acaba mostrándose muy poderoso.

Hay algunas otras, pero el fanatismo religioso es una sólida fuente de barbarie, una continua exhibición de atrocidades. Sin ir más lejos, aquel perturbado integrista católico de la masacre de Oslo, pero, ay amigos, la diferencia con lo del miércoles pasado es que sus seguidores no son una amenaza para la sociedad en la que vivimos, el pervertido noruego no tiene detrás nutridas masas ignorantes y empobrecidas que le jalean, como hubiera ocurrido en tiempos de la Santa Inquisición: su aventura produjo, en la opinión pública, una repugnancia sin fisuras.

 
En una sociedad que se dice laica como la nuestra (y como la perrita espacial), entiendo que la blasfemia es un derecho civil (el de la libre expresión o algo así). Si yo salgo blasfemando a la calle, cosa que no pienso hacer, no puedo ofender a los creyentes en un dios misericordioso y omnipotente: es una contradicción que, el citado ser, necesite de unos matones que defiendan su buen nombre. Realmente lo que sus guardaespaldas hacen es desacreditarlo a los ojos de cualquier ciudadano medianamente perspicaz: se me podrá denunciar por herir los sentimientos de un colectivo más o menos susceptible, pero creo, de buena fe, que la ofensa a dios debería castigarla o perdonarla él mismo, a no ser que sus sicarios piensen que es por completo inepto, o que está muy mayor.

 
El martes día 6, leía yo, en “El País” que me habían traído los Reyes, un artículo sobre uno de mis escritores preferidos, Michel Houellebecq, el cual iba a publicar, precisamente el día de los salvajes atontados, su nueva novela en la Francia de la liberté: “Sumisión”. Una ficción en la que un islamista moderado gana las elecciones presidenciales en nuestro país vecino y ello ocasiona, en su sociedad civil, algunas transformaciones que yo puedo imaginar y el escritor se ha dedicado a narrar.

 
Como es costumbre en los medios de la Alianza de las Civilizaciones, la información está “sesgadita” y rezuma displicencia y antipatía con el provocador y reaccionario Houellebecq.

Reaccionar es reaccionario. Houellebecq acciona. Acciona con la pluma y a los mentecatos les escandaliza más que los que reaccionan con el Kalashnikov, ¿por qué? Un tic recurrente de los popes de la actual izquierda es reverenciar a los salvajes, da igual islamistas magrebíes, narcotraficantes mexicanos o encapuchados vascos, los muy ceporros piensan que gente así traerá la revolución social, cantando narcocorridos en la primavera árabe y disparando alegremente sus AK-47 contra dibujantes blasfemos y rehenes judíos. El materialismo histórico se actualiza por estos estrafalarios vericuetos: la religión ya no es el opio de los pueblos, sino su té con menta.

 
Por ejemplo, decir que el escritor de “Plataforma” hace apología del turismo sexual es tan estúpido como pretender que Tolstoi enaltece el adulterio porque escribió Ana Karenina. El melón que tal ocurrencia ha destilado, merecería que sus admirados revolucionarios le hicieran la ablación del clítoris, aprovechando que, siendo varón, no le haría excesivo daño.

 
Bueno, yo traigo aquí la información, consciente de que no está el horno para bollos y de que quizá tardaremos en leer la novela en español: el propio autor está, como quien dice, huido, y ha abandonado la promoción de su libro, ante la que está cayendo. No faltarán biempensantes que digan lo que es oportuno y lo que no es oportuno expresar ahora. Y tendrán parte de razón, si te pueden pegar un tiro, más vale que te calles…

 
Ahora, que no vengan luego con lo de “Todos somos Charlie”, De paso, aprovecho para subir unos chistecillos gráficos, precisamente de Charlie Hebdo (y si no entiendes el francés, te jodes).