El caso es que casi se me pasa por alto.
Hoy hace 84 años que fue proclamada en Madrid y otras ciudades españolas la
segunda República. Me lo ha recordado mi amigo el Resentido que, como es un
tanto contradictorio, unos días dice que piensa votar a los de Podemos, porque
confía en que le darán el pasaporte a su denostado borbón y otros, en cambio,
clama por la resurrección de Franco, para que ponga un poco de orden en el
desnortado patio de las baronías territoriales, delincuenciales y corrupturistas.
España y yo somos así, señora.
Había pensado en no atreverme a
frivolizar con un tema en el que la memoria histórica adolece de amnesia
parcial. Cuando toco un tema sensible de índole política (zas, la palabrota que
empieza por “p”), mis amigos, que dicen no leerme, ponderan unánimes lo
reaccionario de mis textos: Sigerico, Amalarico, Gesalerico y un servidor,
encabezamos la lista de los ultramontanos más carcas y me entra complejo de
estar disecado. Y es que no soy republicano, mi familia paterna lo fue y pagó
con un duro exilio su desafección por el bando victorioso. A los numerosos
republicanos de nuevo cuño, que me bombardean con sus razones de que una
monarquía es un anacronismo, de que no tragan que el jefe del Estado sea un
fulano no electo y de que la dinastía borbónica posee una amplia hoja de
servicios constelada de regias cagadas en su nada
inmaculada trayectoria (recordemos a Fernando VII, con su “marchemos todos y yo el primero, por la senda constitucional”, no es de extrañar que el presidente Mas porfíe en apartarse de la citada senda).
No obstante, a estos neorrepublicanos,
les suelo recordar con malicia que algunos de los países que miramos con más
envidia, Holanda, Reino Unido (éste no podría ser una república, sería una
contradicción en los términos), Bélgica, Dinamarca o Suecia, son monarquías
parlamentarias, mientras que todos los países que miramos con más horror son,
sin excepción, repúblicas. Por otra parte, nadie se entrega a aclararme qué
tipo de república abrazaremos cuando Podamos: presidencialista, parlamentaria o
bananera son los tres estándares más divulgados. Una república
presidencialista, al estilo de los USA, parece ser lo que peor nos cuadra:
imagino a mis amigos de izquierdas, verdosos por la repugnancia que les produciría,
por ejemplo, el señor Aznar como presidente de la República: me entra flato de la risa. De este otro modo, al menos les queda el consuelo de que al borbón no lo han elegido.
A
los antiguos republicanos, no les hare blanco de mis malévolas tiñosidades:
aquellos que viven, frisan los noventa años de supervivencia y no sería justo
que los metiera en el saco con la nueva hornada: éstos que, sin haber pasado
por una existencia tan difícil como sus mayores, se creen mejores que ellos y
piensan que darían con la solución que los otros no hallaron, la de integrar un
país seriamente dividido, con mucha desigualdad social, privilegios frente a
marginación, exclusión, ignorancia o pobreza… Y atraso, mucho atraso: ese era
el terreno en el que les tocó pelear (y perder) a nuestros mayores. Puede que
sea verdad que la historia no les ha hecho justicia. Entre otras cosas, con sus
herederos. (Bueno. Está por ver.)
Para no despedirme en plan melancólico,
recordaré un libro que leí hace muchos años (en aquella hoy superable transición
democrática),se titulaba “El desfile de la Victoria” de Fernando Díaz-Plaja,
una obra de ficción, una novela en la que el busilis del asunto era el hecho de
que los republicanos habían sido el bando vencedor en la guerra civil. De forma
intermitente, se pone de moda este tipo de historia-ficción y, en concreto,
aquí se abordaba el tema de los opositores a una victoriosa república
democrática, que eran unos aristocráticos y decadentes señoritos falangistas los
cuales preparaban, cómo no, un atentado… Si algún día estoy de humor (y está el
horno para bollos), publicaré mi propia versión, en clave jocosa y
retrofuturista, de lo que hubiera sido un triunfo de las armas republicanas
(miedo me doy). A mandar.
Tampoco has dicho que seas monárquico, si te fijas, pero igual eso se presupone que no, y lo de la república hay que especificarlo.
ResponderEliminarTampoco has dicho que seas monárquico, si te fijas, pero igual eso se presupone que no, y lo de la república hay que especificarlo.
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