¿Por qué está tan presente este gran país
latinoamericano en los últimos tiempos en nuestros medios de comunicación? ¿Y
por qué impulsa de tal modo a nuestros políticos a la incontinencia verbal?
¿Qué intereses se mueven por aquí para que tengamos tan presente la realidad
sociopolítica de allá? The answer my friend is blowing in the wind, que es la
manera fina de decir que no hay una pista clara en tan enrevesada baraúnda, otra
vocinglera trapatiesta que trae divididos a nuestros representantes públicos.
Se confundirá quien piense que se trata
de una cuestión de menosprecio o de racismo, pero vistos desde la óptica
corriente en estas latitudes, sus actuales mandamases nos parecen tres puntos
por encima de pintorescos y tan solo uno por debajo de grotescos.
Bien es verdad que esta apreciación no es
unánime: en la especie de patio de colegio en que se convirtió el Congreso el
otro día, los del PP, PSOE, CiU y PNV trataban de sacar adelante una exigencia
de liberación de los opositores que en aquel país están encarcelados bajo la
severa acusación de golpismo. Ignoro si es razonable que un gobierno encarcele
a determinada oposición política, aunque me doy cuenta de que, en determinados
regímenes, es muy frecuente ceder a la tentación de orillar interlocutores
molestos por este medio (y aun por otros más contundentes).
Lo
que llamó de veras mi atención es la catadura y razonamientos de los que se
oponían a cursar la moción: el bizarro e impulsivo señor Tardá, en nombre de
ERC, espetó a sus adversarios: "Un Gobierno legítimo sólo puede ser
sustituido por la voluntad expresada en unas elecciones, y Maduro ganó, aunque
a ustedes les joda". Esto me hace temer lo peor, pues el impetuoso
separatista podría ganar las elecciones el 27 de septiembre y, tomando ejemplo
de sus admirados bolivarianos, podría decretar que sus opositores ingresaran en
prisión, cosa que, a tenor de lo que expresa, debe parecerle muy justificable ¡eso
sí que les jodería!
A los de Izquierda Plural, les parecía
una injerencia intolerable en los asuntos internos de un Estado soberano pedir
las excarcelaciones. A su parecer, la injerencia solo debe aplicarse a Estados
Unidos (caso Couso) o a Israel (por la causa palestina)… Y es que en los
periódicos en que envuelven sus bocadillos, todavía no salen noticias acerca
del final de la Guerra Fría. Entrañables.
Pero los más chiripitifláuticos, como de
costumbre, fueron los chicos de Amaiur, que dijeron que en España también se
encarcela a la gente por sus ideas políticas (Otegi), a lo que cabe señalar que
no es así, precisamente, si huyen a Venezuela (donde las dan, las toman).
Para apaciguar los ánimos, según es su
costumbre, Salió el señor Maduro, visualicemoslo con su chándal, en su canal
televisivo, para señalar que los congresistas españoles harían mejor en
dedicarse a pensar en sus mamás, advirtiendo que no les hará ni puto caso porque
son unas élites racistas y corruptas, a las que ya corrieron de allí hace
doscientos años y, lo acabó de arreglar, hablando de los grupos paramilitares
que usaba el señor Felipe González para encargarles el asesinato de sus
opositores políticos. Un prodigio de perspicacia el señor Maduro, claro que,
con la cantarina ayuda de pajaritos hipertrofiados, ya se puede.
El caso es que no era mi intención hoy
intoxicar, sino evacuar dos observaciones:
Una, que antes de este terremoto
mediático que nos ha sacudido los últimos años, era para mí éste, uno de los
más desconocidos países latinoamericanos. Uno tenía noticia de Argentina,
Brasil, México, Perú, Chile o Colombia a través de los reflejos de su cine, de
su literatura, de sus intelectuales y artistas, de sus avatares políticos, pero
confieso que, respecto a Venezuela, estaba más pez que los boquerones. Una vaga
idea de un país relativamente rico y con oportunidades de trabajo, donde habían
ido a parar algunos de nuestros emigrantes en los tiempos de vacas flacas.
Dos, que en las láminas de vocación
panhispánica de mi vieja enciclopedia, salían cuatro páginas de bellas fotos de
Venezuela. Las pondré hoy en el blog como desagravio: un país con estampas tan
hermosas, no debe dar lugar a un juicio por mi parte, ignorante y a la ligera,
basado tan sólo en el pintoresquismo de algunos de sus dirigentes, cuyos
improperios y bravatas, amplificados por la caja de resonancia de la prensa,
dan una visión empobrecida y burda de una realidad que seguro que es más
valiosa y contrastada que esa zafia caricatura que sacamos aquí. Aunque claro,
lo de guardar en la hucha a la oposición ya lo hacía en la madre patria, un
tiempo atrás, un gallego muy peculiar, no tan chistoso como el señor Maduro,
pero peculiar de todas formas. También estoy seguro de que el señor Rajoy
considera a Joan Tardá un golpista o poco menos, pero de eso a tenerlo entre
rejas…
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