Según cuentan las más acreditadas
leyendas justificativas del poder establecido, a cuyo conjunto denominamos
Historia, hubo una época remota en la que los poderosos justificaban su
preeminencia en la protección que
brindaban con generosidad a los más inermes, desfavorecidos o debiluchos; los
que antiguamente recibíamos el calificativo de desamparados.
Yo jamás he creído en esas paparruchas ni
en muchas otras de los, para mí excesivamente acreditados, estudios históricos.
Es más, tiendo a pensar que los poderosos aristócratas de antaño obtenían, al
igual que los envidiados plutócratas de hogaño, sus honores y glorias del
abuso, del saqueo y de la que los romanos llamaron “suprema ratio”, es decir,
la fuerza.
Al igual que antes los señores ejercían
la fuerza basada en sus entrenados brazos y en sus aguerridas mesnadas, en
nuestros días, los nuevos señores ejercen la fuerza del número, la de las masas
cuyas necesidades y aspiraciones controlan, adulteran y dirigen. Éste mismo es
un texto manipulado por sus aviesos propósitos: es saludable permitir que unos
cuantos idiotas accedamos a una ilusión de lucidez (perfectamente controlada)
que es tan minoritaria como inofensiva. Aunque, eso sí, te lo pasas bien.
Esto viene a cuento, o mejor a leyenda,
de la figura de san Jorge, santo patrón de Aragón, de Inglaterra, de Georgia,
de Bulgaria, de Etiopía y de unos cuantos lugarejos más, encomendados a la
protección de tan bienaventurado y poderoso varón. En Aragón es día festivo a
todos los efectos, así que aquí lo estamos disfrutando, con sol y el viento de
costumbre en esta época.
Como me preocupa la eventualidad de que
los nacionalistas aragoneses adquieran la resonancia y primacía sofocantes de
sus homólogos catalanes y, al ser pillado sin tener ni pajolera idea de quien
era ésta sagrada momia, me tenga que exiliar al desierto australiano, me
documentaré un poco, pues no es un riesgo baladí el que corro: los candidatos a
ser elegidos fuerzas vivas de esta agonizante comunidad, he notado que fuerzan
“una miajica” el perfil autóctono, tan rentable en las urnas inminentes y,
cuando los entrevistan en la radio, hablan todos que parecen el mismísimo Paco
Martínez Soria.
Al parecer, San Jorge/Sant Jordi/Saint
George/San Xurde/Al-Khader fue un soldado romano originario de Capadocia, que
se convirtió al cristianismo y recibió martirio el 23 de abril del año 303,
poco o nada más se sabe de manera contrastada del sujeto, cuya enorme
popularidad se debe a una leyenda que, en cada sitio, cuentan de manera
diferente: un dragón atemorizaba a un reino, o tenía secuestrada a una
doncella, o exigía con draconiana avidez riquezas y tributos… El personal
andaba pues bastante molesto con este precursor del señor Montoro y es entonces
cuando aparece a caballo el santo, con armadura, imaginamos que desciende de
entre los bienaventurados así pertrechado, y le arrea una somanta al dragón.
Los lugareños, agradecidos, le colman de honores, prebendas y su fervor es tan
duradero que llega a nuestros días, solapándose con la fiesta del libro o,
incluso, eclipsándola.
La versión más curiosa de esta leyenda,
la recuerdo de un libro de lengua de 3º de EGB: una doncella encuentra en sus
aposentos una lagartija de buen tamaño. Sus gritos alertan al señor de la casa,
que acude y, con un cuchillo, la corta en dos. Luego la muestra muy ufano a su
criado y éste, en la taberna, al contar el incidente, engrosa la lagartija, convirtiéndola
en un enorme lagarto.
Más tarde, el tabernero cuenta el suceso
a unos arrieros y otros parroquianos y al lagarto, le crecen los colmillos, le
sale cresta y alcanza el tamaño de un gorrino bien cebado. Finalmente, los arrieros, en su camino, relatan a otros
viajeros el acontecimiento, de modo tal que la talla del lagarto pasa de
cerdo a vaca y de ésta a elefante o a bestia gigantesca que eructa fuego…
En Cataluña, la festividad, laborable a
todos los efectos y celebrada desde el siglo XV, es una especie del día de los
enamorados autóctono: el mozo regala a la moza una rosa y una espiga y la moza
regala al mozo, un libro. Como soy un poco tocapelotas, mientras estuve allí me
pareció una celebración un tanto sexista: a mi modo de ver simboliza o legitima
la superioridad intelectual del varón, más dado a la lectura que a la
decoración o a la perfumería. No obstante, tiendo a no fiarme de mis
apreciaciones, que expongo por pura vileza.
Como esta otra de la corrección política
de la leyenda: cuando yo era niño, San Jorge alanceaba al dragón desde su
corcel y lo dejaba tendido boca arriba, exánime y con las entrañas humeantes colgando,
faltaría más. Después, se limitaba a darle una manta de hostias, lo abandonaba
malherido o lo ponía en fuga… Actualmente, bajo el signo de la relamición, el
santo persuade al dragón de que su conducta es disruptiva, insolidaria y
molesta. Y también de que las doncellas no deben ser sometidas a sevicia o
vejación alguna, de no mediar el consentimiento explícito de éstas. Convencido
el dragón de lo inadecuado de su conducta, se presenta voluntario a 300 horas
de trabajos comunitarios. De no ser así, imaginemos que se entera Greenpeace de
que un santo patrón anda molestando, con su lanza herrumbrosa, a un animalito
de una especie en peligro de extinción… Lo hacen ir en el Rainbow Warrior III,
de vuelta a Capadocia, ¡remando!
Te preocupa la eventualidad de que el trato que lleguen a recibir los nacionalistas aragoneses en las tertulias y medios de comunicación de tan exquisito y amable como el de los homólogos catalanes llegue a ser empalagoso?
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