domingo, 2 de junio de 2013

Exabrupto Exaragonés (Y Un Zaragoza De Segunda)

Uno de los sentimientos generalizados que me resultan más ajenos es el de sentirme orgulloso de la comunidad en la que el azar quiso que naciera. Por supuesto, nada dice eso de la comunidad en concreto, sino de mi sentimiento de desarraigo, de ser un advenedizo en cualquier lugar. No entiendo el porqué de esa empobrecedora obcecación por la propia identidad cultural, habiendo cosas tan interesantes de origen checo, turco, argentino o japonés. Cuando alguien me dice: “como no eres de aquí, no lo puedes entender” yo traduzco por “dado que no lo soy, no hay nada aquí que valga la pena entender”, si me dicen “es algo que compartimos todos los de esta tierra”, pienso, por ejemplo, en el polvo, la codicia o los mocos. Los sentimientos nacionalistas, acostumbro a mirarlos, consecuentemente, como una ridiculez (además, peligrosa). Para mí sensibilidad, catalanismo, españolismo y vasquismo, por traerme los más cercanos, los aprecio elaborados con la misma hedionda caspa. Cuando mi exilio permanente me condujo a trabajar a L’Hospitalet, un compañero me trajo una revistilla intitulada “Fuellas”, y me dijo: mira, esto te gustará, es de tu tierra”, le contesté: “yo no tengo más tierra que la de las orejas”. El insistió, haciéndome ver que estaba en aragonés, “la lengua que habláis allí” y otras razones igual de bien fundadas, total que cogí el obsequio para no ofenderle con un desaire que a él le hubiera parecido incomprensible y gratuito.

Dicho todo lo anterior, una de las cosas que más me extrañan de mí mismo (y que más me avergüenzan en este momento, por el mismo motivo fútil por el que me enorgullecieron en otros pasados) es que soy un hincha, un forofo irracional del Real Zaragoza. Por éste motivo hoy es un día triste para mí y quiero celebrarlo con toda la amargura de la que sea capaz. Cierto que se veía venir, ya abominé de San Jorge, un santo patrón de segunda, cuando regresamos de Balaidos en la zona roja, pero mientras hay vida hay esperanza. La semana pasada, en abierto por televisión, tuve ocasión de ver como el Betis nos pasaba por encima. Y ayer, consumatum est, al infierno, allí será el llorar y el crujir de dientes…


Obcecado por la desesperación, di en buscar y encontré un soneto que escribí para cuando me acometiera un arrebato como éste. Lo cierto es que viene al pelo, aunque creo que exagero un poco (se trata de un desahogo). Ahí va (agua va):

EXABRUPTO EXARAGONÉS

Con odio majadero te bendigo,
oh, patria, más que cualquier cosa, chica,
Aragón, por pesar, tierra no rica
ni noble, donde nacer fue castigo.

 Sea el desprecio que mi verso aplica,
forma de saldar mi deuda contigo:
que amo más la cizaña que tu trigo
y más al betún que a la Pilarica.

 Eres madre que a sus hijos expulsa,
abortándolos de tu tierra insulsa,
en busca del pan, a la Conchinchina;

qué digo madre, siquiera madrastra.
Hez de tu aliento, mi origen me castra,
soy de tu raza y... mejor la porcina.


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