Uno de los sentimientos generalizados que
me resultan más ajenos es el de sentirme orgulloso de la comunidad en la que el
azar quiso que naciera. Por supuesto, nada dice eso de la comunidad en
concreto, sino de mi sentimiento de desarraigo, de ser un advenedizo en
cualquier lugar. No entiendo el porqué de esa empobrecedora obcecación por la
propia identidad cultural, habiendo cosas tan interesantes de origen checo,
turco, argentino o japonés. Cuando alguien me dice: “como no eres de aquí, no
lo puedes entender” yo traduzco por “dado que no lo soy, no hay nada aquí que valga
la pena entender”, si me dicen “es algo que compartimos todos los de esta
tierra”, pienso, por ejemplo, en el polvo, la codicia o los mocos. Los
sentimientos nacionalistas, acostumbro a mirarlos, consecuentemente, como una
ridiculez (además, peligrosa). Para mí sensibilidad, catalanismo, españolismo y
vasquismo, por traerme los más cercanos, los aprecio elaborados con la misma
hedionda caspa. Cuando mi exilio permanente me condujo a trabajar a L’Hospitalet,
un compañero me trajo una revistilla intitulada “Fuellas”, y me dijo: mira,
esto te gustará, es de tu tierra”, le contesté: “yo no tengo más tierra que la
de las orejas”. El insistió, haciéndome ver que estaba en aragonés, “la lengua
que habláis allí” y otras razones igual de bien fundadas, total que cogí el
obsequio para no ofenderle con un desaire que a él le hubiera parecido incomprensible
y gratuito.
Dicho todo lo anterior, una de las cosas
que más me extrañan de mí mismo (y que más me avergüenzan en este momento, por
el mismo motivo fútil por el que me enorgullecieron en otros pasados) es que
soy un hincha, un forofo irracional del Real Zaragoza. Por éste motivo hoy es
un día triste para mí y quiero celebrarlo con toda la amargura de la que sea
capaz. Cierto que se veía venir, ya abominé de San Jorge, un santo patrón de
segunda, cuando regresamos de Balaidos en la zona roja, pero mientras hay vida
hay esperanza. La semana pasada, en abierto por televisión, tuve ocasión de ver como
el Betis nos pasaba por encima. Y ayer, consumatum est, al infierno, allí será
el llorar y el crujir de dientes…
Obcecado por la desesperación, di en
buscar y encontré un soneto que escribí para cuando me acometiera un arrebato
como éste. Lo cierto es que viene al pelo, aunque creo que exagero un poco (se
trata de un desahogo). Ahí va (agua va):
oh, patria, más que cualquier cosa, chica,
Aragón, por pesar, tierra no rica
ni noble, donde nacer fue castigo.
que amo más la cizaña que tu trigo
y más al betún que a la Pilarica.
en busca del pan, a la Conchinchina;
qué digo madre, siquiera madrastra.
Hez de tu aliento, mi origen me castra,soy de tu raza y... mejor la porcina.
Mu patriotico no es, no...
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