Polisse (2011) fue rodada por la
directora y actriz francesa Maïwenn Le Bresco, que la firma usando sólo su
exótico nombre. Además de dirigir, esta señora, de una belleza meridional muy
notable, se reserva en ella el papel de Melissa, fotógrafa y conciencia
espectadora de lo que la pantalla nos va a echar encima. Que va a ser mucho,
muy sincero, impactante y muy feo.
Anteriormente había tenido ocasión de
conocer de manera muy breve y marginal a esta hermosa actriz en el papel
turbador de cantante de ópera alienígena, una suerte de atractivo calamar que,
con el nombre de diva Plavalaguna actúa en “El Quinto Elemento”, una película
que, pese a sus defectos y excesos, también me gustó mucho.
“Polisse” finge un ratito que es un
documental sobre la brigada de protección de menores de Paris norte. Asistimos
a interesantes interrogatorios que nos van sumiendo en un vivo malestar. Hay
una delgada línea roja que separa al padre o al abuelo excesivamente cariñoso,
afectuoso o sobón, del genuino delincuente sexual, del pederasta, y es misión
de un nutrido reparto coral de actores, metidos en la piel de policías bastante
duros, ir desentrañando casos y casos de abusos de autoridad, abusos sexuales,
violaciones y otras manifestaciones de brutalidad y torpeza. “La niña cuenta lo
que quiere contar, eso es todo”… dice el primer acusado. Nos quedamos siempre
con la incomodidad de no saber, compartimos con los apasionados e intolerantes
policías, en todo momento, la oscura sospecha de estar removiendo lo más sucio
e injustificable del fondo abismal de los actos humanos, pero ahí nos quedamos,
no sabemos qué dirán los jueces, no hay seguimiento de los casos. Las
secuencias se suceden vertiginosas, casi atropelladas; vemos a los policías en
sus, más o menos desastrosas, vidas personales, afectadas por lo absorbente y
sórdido de su trabajo; seguimos a los policías en sus, más o menos
conflictivas, relaciones laborales, con los compañeros, con los superiores,
siempre tan dados a enjabonar a los poderosos, con los detenidos, siempre tan
dados a las evasivas y las justificaciones, “¿Papá te toca por encima o por
debajo del pijama?”, los testigos son muy imprecisos claro, son niños.
La película tiene un punto de inflexión
en una fiesta que lleva a los compañeros de la brigada a un disco-bar, donde la
fotógrafa se enrolla con uno de los policías, Fred, como se veía venir, porque
era el que la trataba con más aspereza. Toda esa larga escena rezuma una densa
sensualidad y está muy lograda, pero a partir de ese momento la historia, sin
llegar a languidecer, no acaba de evolucionar y reproduce más de lo ya visto,
frustrando un poco la expectativa de ver una gran cinta y retornando, sin más,
al tono de documental esbozado en un principio: un filme intenso y honrado, que
no acaba de arriesgar, de mostrar la suficiente ambición para ser otra cosa,
algo de cinco estrellas, como apuntaba su arrollador comienzo.
Así nos quedamos con una película muy
irregular: los puntos a su favor se cristalizan en secuencias muy fuertes, de
un realismo y una intensidad que aturden, los puntos en su contra señalan que
la obra nunca termina de redondearse, de cuajar, y cae en ocasiones en lo
convencional, en lo melodramático o en ambas cosas a la vez. Se inspira
abiertamente en “La clase” de Laurent Cantet, a la que, a mi juicio, supera en
bastantes aspectos, pese a tener defectos mucho más llamativos. Si se hubieran
atrevido, hubieran podido titularla en español “La pulisía”.
Vuelvo a señalar la notable seriedad del
cine francés reflejando sin tapujos una compleja y difícil realidad social y
sus extraños condicionantes multiculturales. Así asistimos, por ejemplo, al
despellejamiento de un integrista musulmán que ha casado a su hija menor a la
fuerza; pero produce cierta desazón, porque no se esgrimen razones contra el apestoso fanático, cuando el tipo dice a su
interlocutora: ”¿no te da vergüenza? Vete a tu casa. Cuida de tus hijos y de tu
marido”, la agente de policía interpelada con esta andanada de basura, para
contradecirle, ¡recurre al Corán! Como si el librito de marras tuviera la
última palabra, no solo en Irán, sino también en Francia. Un Estado moderno y
laico (por poco tiempo, por lo que veo).
Otro defecto que abarata un filme por otra
parte muy sólido, es el súbito e inconsistente dramatismo de un final arbitrario
y forzado. La directora podía haber tenido la suerte de cortar la película con
la violenta discusión de Iris y Nadine, muy estresadas por motivos de trabajo, una
escena con mucha garra, pero no tuvo esa fortuna. Así que el epílogo que viene
después es, como mínimo, banal y gratuito en su atrocidad.
Iris Y Nadine, azote de pederastas |
Por último señalaré otra pequeña
inconsistencia: la fotografía es demasiado pulcra para un asunto tan sórdido.
No quiero con esto decir que todas las películas que bajan al infierno de lo más
horrendo que hay en lo humano, tengan que fotografiarse con el estilo abrasivo de
“Ciudad de Dios”, pero “Polisse” parece, en ocasiones, un spot de Danone y no
se lo merece. Poco más que añadir: como es francamente buena, ganó el premio
del jurado en el festival de Cannes de 2011, pero no la vieron tan buena como para darle la Palma de
Oro. A mí me ha gustado su acercamiento apasionado y honesto a un tema tan
escabroso, tan invisible y tan presente.
Nadine, estresada, agrede a Iris |
No hay comentarios:
Publicar un comentario