miércoles, 19 de junio de 2013

Balsas De Riego En Las Proximidades De Monzón

Un recuerdo de mi primera juventud en Monzón viene asociado con un amigo de aquella época, un chico galante y apuesto, apasionado artesano del requiebro y cultivador paciente y minucioso de las amistades femeninas. Un tipo bastante ligón, vaya.

Balsa pequeña del Adamil en otoño
Tenía mi amigo una Vespa algo achacosa y guardaba en ella una manta plegada. La idea era llevar al campo, a la luz de la luna, a alguna joven dama con la que pasar unos tiernos momentos en soledad compartida. Su destino favorito era “el lago”. Estaba entonces de moda un grupo entre que flamenco, progresivo y místico llamado Triana que, con mucho sentimiento, cantaban “ayer tarde al lago fui / con la intensión de conoser / algo nuevo. / Nos reunimos allí / y todo comensó a surgir / como un sueño”. Precioso. Luego mi colega se quejaba de que los mosquitos le habían picado en el culo y la envidia nos mortificaba. Si bajo la luz de la luna reflejada en el lago, los mosquitos te pican allí, es que estás ocupado en algo interesante.
Balsa grande del Adamil
El caso es que yo ignoraba y sigo ignorando que, en los alrededores de Monzón, hubiera algo que pudiera ser denominado “lago”. Algunos años después, aficionado ya a los largos paseos, conocí el lugar idealizado por la fantasía bucólica de mi amigo. Era una balsa de riego en la finca de “el Adamil”. Acabáramos, pensé, este está como aquél de los molinos confundidos con gigantes y los rebaños de ovejas con ejércitos, solo que en romántico.

Balsa grande del Adamil destellando al sol
Una observación más detallada ha corregido mi error de apreciación. Si bien no son lagos, pueden ser lugares muy hermosos, márgenes casi idílicos. Allí entre sombras y reflejos, o bien con los destellos arrancados al sol por el viento en la superficie de aguas de transparencia inesperada, nos topamos con rincones que tal vez ablanden el corazón de alguna joven influenciable, proclive a las ensoñaciones sentimentales que estos paisajes evocan.

Ahora solo necesito una Vespa y cuarenta años menos. Y que no haya mosquitos. No soporto los mosquitos.

Balsa en Selgua

Balsa en el pinar de Salas

Detalle del reflejo en la balsa del pinar de Salas

1 comentario:

  1. Ay Jesús, que delirio de imaginación. ¡¡Que no es Canadá, que son los Monegros!!
    Pero, cierto, que la cartografía n-dimensional del mundo fluye por la sustancia gris de cada quien, como que el mapa mental de un Tuareg (como yo) el desierto del Sahara no es más que un conjunto de Oasis.
    Insisto en lo de la tasa por espacio natural (ya no me meto en la de atardeceres). Os tendrían que cobrar por la densidad de mosquitos. Con un paisaje así, las fotos salen solas.
    En la ciudad no hay lagos, por más que los busque. Solo rincones para ausentarse, claros u obscuros.
    Ala.

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