Un recuerdo de mi primera juventud en
Monzón viene asociado con un amigo de aquella época, un chico galante y
apuesto, apasionado artesano del requiebro y cultivador paciente y minucioso de
las amistades femeninas. Un tipo bastante ligón, vaya.
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Balsa pequeña del Adamil en otoño |
Tenía mi amigo una Vespa algo achacosa y
guardaba en ella una manta plegada. La idea era llevar al campo, a la luz de la
luna, a alguna joven dama con la que pasar unos tiernos momentos en soledad
compartida. Su destino favorito era “el lago”. Estaba entonces de moda un grupo
entre que flamenco, progresivo y místico llamado Triana que, con mucho
sentimiento, cantaban “ayer tarde al lago fui / con la intensión de conoser /
algo nuevo. / Nos reunimos allí / y todo comensó a surgir / como un sueño”.
Precioso. Luego mi colega se quejaba de que los mosquitos le habían picado en
el culo y la envidia nos mortificaba. Si bajo la luz de la luna reflejada en el
lago, los mosquitos te pican allí, es que estás ocupado en algo interesante.
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Balsa grande del Adamil |
El caso es que yo ignoraba y sigo
ignorando que, en los alrededores de Monzón, hubiera algo que pudiera ser
denominado “lago”. Algunos años después, aficionado ya a los largos paseos,
conocí el lugar idealizado por la fantasía bucólica de mi amigo. Era una balsa
de riego en la finca de “el Adamil”. Acabáramos, pensé, este está como aquél de
los molinos confundidos con gigantes y los rebaños de ovejas con ejércitos, solo
que en romántico.
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Balsa grande del Adamil destellando al sol |
Una observación más detallada ha
corregido mi error de apreciación. Si bien no son lagos, pueden ser lugares muy
hermosos, márgenes casi idílicos. Allí entre sombras y reflejos, o bien con los
destellos arrancados al sol por el viento en la superficie de aguas de
transparencia inesperada, nos topamos con rincones que tal vez ablanden el
corazón de alguna joven influenciable, proclive a las ensoñaciones
sentimentales que estos paisajes evocan.
Ahora solo necesito una Vespa y cuarenta
años menos. Y que no haya mosquitos. No soporto los mosquitos.
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Balsa en Selgua |
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Balsa en el pinar de Salas |
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Detalle del reflejo en la balsa del pinar de Salas |
Ay Jesús, que delirio de imaginación. ¡¡Que no es Canadá, que son los Monegros!!
ResponderEliminarPero, cierto, que la cartografía n-dimensional del mundo fluye por la sustancia gris de cada quien, como que el mapa mental de un Tuareg (como yo) el desierto del Sahara no es más que un conjunto de Oasis.
Insisto en lo de la tasa por espacio natural (ya no me meto en la de atardeceres). Os tendrían que cobrar por la densidad de mosquitos. Con un paisaje así, las fotos salen solas.
En la ciudad no hay lagos, por más que los busque. Solo rincones para ausentarse, claros u obscuros.
Ala.