jueves, 20 de junio de 2013

Juntos - Lukas Moodysson (Adiós A La Familia Tradicional)

Acabo de darme el placer de ver “Juntos”. Con guion y dirección de Lukas Moodysson, esta sorprendente película sueca del año 2000 empieza como nuestra Transición, con la frase “Franco ha muerto” y la euforia que a continuación se desata. La ficción se sitúa, pues, en Estocolmo en 1975 y vamos a asistir a los avatares cómicos y dramáticos, tiernos y escandalosos, hipócritas y sinceros, de una comuna hippie donde conviven varios adultos jóvenes, esforzándose por superar las contradicciones y carencias de la periclitada familia burguesa convencional, de la obsoleta moral patriarcal judeocristiana y de todo tipo de imposiciones, discriminaciones, cadenas y condenas.

El problema que surge cuando se trata de superar un modelo caduco y opresivo no es tanto romper con él y dejarlo atrás, sino establecer un paradigma de relaciones que mejoren la experiencia vital de todos los sujetos implicados. Y esto ya es otro cantar. La película de Moodysson analiza el tema sin prejuicios, sin tapujos y con una sutileza que se tiene oportunidad de ver en muy contadas ocasiones.

La primera trampa que elude es la del maniqueísmo, también evita el compromiso y comienza a narrar material muy sensible sin enjuiciar: Elisabeth es un ama de casa con dos hijos, Stefan y Eva, un niño y una preadolescente. Abandona su hogar porque su marido Rolf (encarnado por el actor Michael Nykvist, el protagonista masculino de la saga Millennium) es un borrachín y un maltratador y la ha golpeado. Elisabeth marcha en compañía de sus hijos a quedarse con su hermano Goran, idealista y alternativo, que vive en una comuna hippie radicada en un caserón de las afueras. El aterrizaje de la madre y sus dos criaturas en su nueva familia es antológico, el choque producido por la confrontación con un esquema de valores radicalmente contestatario es narrado desde los ojos de los niños y no tiene desperdicio.

 
La historia se desgrana en varios planos y niveles y funciona como un mecanismo de relojería. Por un lado Elisabeth es una persona convencional que ansía liberarse de las secuelas de su relación matrimonial traumática, haciendo el esfuerzo de adaptarse a esquemas de conducta rompedores. Por otro lado los miembros de la comuna no acaban de hacer honor a su nombre “Tillsammans” (Juntos) y el elenco de individualidades abarca desde naturistas, pasando por activistas políticos o simples inconformistas, hasta personas en busca de una identidad sexual… y al frente, que no al mando, está el inefable Goran. Éste y Lena forman una pareja pretendidamente abierta y liberada, que ha superado los viejos clichés burgueses de la exclusividad afectiva y la posesión, pero en “Juntos” casi nada es lo que parece.

Eva no quiere ni mirar
Para acabarla de liar, el impresentable Rolf, el marido abusón, echa de menos a su mujer y a sus hijos y, animado por un cliente al que presta servicios de fontanería, decide emprender un cambio de hábitos para recuperar a los suyos. Su cliente y amigo se pone a sí mismo como ejemplo de la estupidez de caer en una angustiosa y vacía soledad: el pobre estropea los desagües para que Rolf venga a repararlos y así poder hablar con alguien.

Las presentaciones
Stefan y Eva, los hijos, miran con la misma dureza a su padre, ebrio y violento, que a la comuna que, para ellos, tiene unos valores despreciables, está sumida en el desorden y carece de las cosas más elementales: perritos calientes, televisión, normas aceptables… Pero a lo largo de la película irán pasando del menosprecio a una comprensión de mayor riqueza y madurez. 

Goran
Capítulo aparte merece la iniciación sentimental de Eva con un rarito niño, hijo de unos vecinos que denigran y espían a la comuna, iniciación que opera un cambio en la difícil vida de ambos, ayudándoles a superar la marginación y a recuperar su autoestima. Esto me permite abordar precisamente el punto clave de esta sensacional comedia, que no es otro que la complicidad, la compasión con la que el autor mira desde la cámara. Moodysson podría mirar con condescendencia a sus ridículos, abatidos y atormentados personajes o sentir lástima por ellos, pero no hace ni una cosa ni otra y es esa mirada, cargada de empatía, la que los redime a casi todos y la que convierte unas vivencias, a mitad de camino entre lo grotesco y lo melodramático, en una experiencia humana entrañable, coronada por el paraíso de un partido de fútbol familiar en el jardín y es que “a todo el mundo le gusta el fútbol”.    

Elisabeth magullada
Una producción decididamente cutre, entre el telefilme de sobremesa y el vídeo casero, con planos donde se usa el zoom para singularizar los personajes y una fotografía que subraya colores primarios, vivaces o chillones, son factores que juegan, de forma simple y eficaz, a favor de la película, dándole un aire doméstico, íntimo y creíble, que recrea aquella época setentera con más aciertos que medios: la furgoneta de Goran es aquí el icono emblemático. En general me ha dado la impresión de que no hay nada superfluo o gratuito ni en el aspecto formal o material de la película, ni en su guion, ni en su montaje. Entre eso y la deliciosa “S.O.S” de Abba como leit-motiv en un buen combinado de músicas de la época, nada chirría en este frágil y afinadísimo mecanismo que pretende (y consigue) transmitir espontaneidad, frescura y naturalidad. A cualquiera, desde seguidores de monseñor Escrivá de Balaguer, hasta devotos del mas libertario credo anarquista, esta película puede servirles para acrecentar su sintonía con el mundo y su… ¿Tolerancia? Yo que sé.

“No pienso discutir a quién le toca fregar los platos. ¡Fregar es de burgueses!”
  
Rolf, ruina de padre
 
 
 



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