Vuelvo con la fijación por fotografiar puertas
cerradas. Son fáciles de encuadrar y siempre parecen poner a salvo un misterio
encerrado en un recinto, en un patio o en un almacén. Esta vez el paseo me ha
llevado por el casco viejo de Monzón. De Montsó, Monte Sonoro, el sonoro
silencio tras las puertas que clausuran un mayor o menor abandono. La parte
antigua está algo degradada y escasean los portales que puedan considerarse de
valor artístico, pero no es eso lo que me interesa esta vez. Me dedico a buscar
muestras pintorescas, con ese exotismo invisible de lo cercano. La primera que
encuentro es la Puerta Verde, aquella de la célebre canción de los sesenta:
“Otra noche más que no duermo,
otra noche más que se pierde,¿qué habrá tras esa puerta verde?
todos ríen y no sé qué pasa
tras la puerta verde,
no descansaré hasta saber qué hay
tras la puerta verde.
Toqué y cuando contestaron
dije: aquí a mí me llamaron.Risas y enseguida me echaron.
Sólo pude ver que mucha gente allí se divertía
y
que entre tanto humo todo allí se confundía.Yo quisiera estar al otro lado de la puerta verde.
¿qué habrá tras esa puerta verde?,
¿qué habrá tras esa puerta verde?,
¿qué habrá?”
Los grafiteros, dados infatigablemente a
emporcar toda superficie visible del pueblo, aquí han tenido un inusual acierto
al poner este corazón estarcido en rosa sobre la puerta que, así, queda
curiosamente decorada.
Aquí topé con otra misteriosa puerta verde
con restos de azulete en el dintel. La parte baja del umbral está muy
estropeada, aunque precisamente eso le añade encanto.
Uno encuentra un punto de desconfianza
cuando es sorprendido en una actividad tan friki como la de andar fotografiando
puertas. La reticencia de los dueños es notoria: piensan que eres un enviado del
ayuntamiento (?) con la misión de certificar que aquello está en ruinas o algo
parecido.
Otros propietarios o vecinos te hacen saber que si vivieras allí no
le encontrarías al asunto ese sabor tan típico. Es extraño ser un turista en tu
propio pueblo.
Si bien la mayor parte pertenecen a
propiedades clausuradas o en desuso, a veces una nota de color (azul, en este
caso) asalta alegremente la retina proclamando que el local está vivo, es sede
de algo activo.
Claro, también hay puertas grandiosas, con
extensas cristaleras, que proclaman su actualidad como la de este moderno
polideportivo: no todo iba a ser tipismo rural.
De todas formas, cuando empecé esta
entrada, era consciente de que había una puerta que no me podía dejar, porque
es la que todo el mundo espera ver en relación con Monzón: vaya pues aquí la
entrada del palacio de los Luzán.
A mí también me encantan las puertas, Víctor (eh, hola, por cierto, toc toc, llamando a la puerta....) Son muy resultonas en foto, un cuadro dentro del cuadro siempre invita a pasar adentro. Me acaba de decir mi madre que tienes un blog por aquí, así que a la bolsa que va, me alegro mucho de localizarte, un abrazo a tí y a toda la familia que pilles por ahí cerca.
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