miércoles, 4 de diciembre de 2013

El Monasterio De Sigena Durante Su Abandono

En el siglo XII doña Sancha de Castilla, esposa de Alfonso II de Aragón, apodado el Casto (tal vez porque su consorte debiera apodarse la Coco), mandó construir este monasterio de estilo románico cisterciense que, superando con mayor o menor fortuna complejos avatares históricos, ha llegado hasta nuestros días. Lo más remarcable de lo que se conserva es la asombrosa portada de la iglesia: un arco con numerosas archivoltas sin adorno, que no cobijan un tímpano y que forman un conjunto original e inolvidable: una vez visto es inconfundible.
 

El monasterio estuvo prácticamente abandonado en los años setenta y primeros ochenta. La maleza lo invadía y uno podía acceder a la iglesia y otras ruinosas dependencias como Pedro por su casa.
 

Con un amigo, también con veleidades excursionistas, nos habíamos provisto en aquella época de dos ciclomotores Mobylette, de los que usaban los labriegos para desplazarse al huerto. No molaban nada, pero eran fiables y robustos como los pilares de la Tierra. Un día llegamos hasta Villanueva de Sigena y “exploramos” de cabo a rabo el desaliñado y bellísimo conjunto monumental.
 

Hasta nos subimos al tejado. Las fotos son malas porque yo entonces tenía una Olympus Pen EE-3 que, siendo funcional, no daba para más definición. Además las escaneé con el culo y me deshice de los originales L.
 
Un joven Himphame ante la iglesia
Un joven Himphame en el campanario
Actualmente, el monasterio vuelve a estar habitado y activo. En 1985 se instalaron allí un grupo de religiosas de las Hermanas de Belén y de la Asunción de la Virgen que, al parecer han ido consiguiendo fondos para restaurarlo en parte. Por tal motivo, la visita hoy en día es más cómoda e instructiva, aunque ha perdido el aspecto “aventurero”, romántico y gratificante que yo tuve el privilegio de disfrutar hace casi 40 años.
 

El monasterio es hoy además testimonio de un conflicto muy significativo, para cuya explicación tengo que remontarme unos añitos más. En 1936, los aguerridos milicianos le prendieron fuego, coherentemente con lo que sus creencias y su sensibilidad dictaban. Pero la Generalitat de aquél turbulento momento histórico, tuvo la sensata ocurrencia de “preservar” las pinturas murales, unos frescos románicos de grandísimo valor que, aun hoy, el pasmado visitante puede admirar en el MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña, traduzco de su página web), previo pago de una modesta entrada (12 €). Posteriormente, la propia Generalitat completó su esfuerzo preservativo, adquiriendo a un precio irrisorio el resto de los objetos de valor artístico que se habían salvado de la furibunda piromanía anarcosindicalista. El gobierno aragonés reclamó luego una opción de retracto en el pago, para recuperar los bienes pero, en este caso concreto, los tribunales bendijeron el expolio que, al parecer, había tomado la dirección políticamente correcta, sin olvidar que fue la propia Iglesia la que se había vendido los copones y otras herramientas. En ese litigio andan los próceres de aquí, con menos posibilidades de éxito que si se hubieran embarcado en la recuperación del oro de Moscú.

 
Tengo, para terminar, el placer de adjuntar dos imágenes que permiten una comparación muy bonita (e instructiva): la foto de la piedra desprovista de sus valiosas pinturas y la foto de las valiosas pinturas puestas a buen recaudo por nuestros vecinos. Se pueden sacar variadas y opuestas conclusiones, dado que los caminos del Señor son infinitos.

La piedra despintada
 
O se puede hacer un fotomontaje superponiendo ambas imágenes.
 
La clave está en el MNAC

 

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