Crowded House, literalmente “La Casa
Abarrotada”, un ingenuoso nombre para un grupo de música pop comercial del
cual, según su publicidad, “conoces muchas más canciones de las que imaginas”. A
finales de la década de los 80 y comienzos de la de los 90 (del siglo pasado, glup),
unos muchachotes australianos (del mismo Melbourne, de Melbourne capital),
comandados por un tal Neil Finn, un refinado escritor de canciones pop, gozaron
de un considerable éxito en lo que no sé si se llamaba, tal vez no todavía, el
“mainstream” musical, la fábrica de sueños de usar y tirar encaminados al
público adolescente, en particular “a las niñas” que son más sensibles… Incluso
aquí, en la otra punta del globo terráqueo, su bombazo “Don’t Dream It’s Over”
(1987) sonó hasta el aborrecimiento, puede que hasta en la radio del pastor más
perdido entre las montañas. Es lo que tiene la aldea global. Hacia 1993 se
esfumó su éxito y adiós muy buenas, un recopilatorio y a pensar en otra cosa.
De "jóvenes ídolos" |
Catorce años más tarde, que en el
mundillo musical son diecinueve modas después, vuelven como si no hubiera
pasado nada y graban este “Time On Earth”. Sus fans están más calvos, ellos y
más fondonas, ellas y, tanto unos como otras, salvo contadas excepciones, ya no
prestan excesiva atención a los lanzamientos discográficos… Por lo que respecta
a llegar a un nuevo público, de la generación más joven, la cosa está
verdaderamente cruda para estos trovadores: se les ha pasado el arroz o han
perdido el tren. Ya en los 70 se decía, como ocurrencia chistosa acerca del
vertiginoso e implacable paso del tiempo, “¿sabías que Paul McCartney, antes de
estar en los Wings, tocaba con otro grupo?”
a "maduritos interesantes". |
Catorce años más tarde, pues, Neil Finn y
compañía regresan con otro disco, como si hubieran pasado unas semanas de
vacaciones, haciendo lo que saben, orfebrería pop efervescente y ligera. Y,
como era de esperar, la grabación tiene una repercusión modesta y escasa: algún
fan nostálgico y algún despistado que rastrea en las rebajas del Corte Inglés.
Otra más del paso del tiempo |
Craso error. Porque el disco es muy
gordo, está muy bien hecho y Finn y compañía no han perdido el pulso: siguen
escribiendo muy buenas canciones, puede que mejores que las de antaño. Algo más
reposadas e introspectivas, lógico, pero sin perder el gancho. Sorpresa. Poco a
poco el álbum va ganando un reconocimiento crítico más que merecido y, para mí,
es de lo mejorcito que vio la luz en 2007, un poquillo anticuado, claro, en el
momento de su aparición, pero reúne una colección de canciones de muchísimos
quilates, acariciadoras y agradables, que pueden relajar los oídos más ásperos,
encallecidos o agarrotados.
El disco era un cedé |
Y tenía esta portada |
El pop se ha hecho adulto sin perder un ápice de su
delicia o de su frescura. Requiere, eso sí, una escucha paciente, porque no
entra a la primera, pero a las cuatro o cinco escuchas quizá ya te sientas
tentado de silbar o tararear las estrofas y estrib illos más agradecidos y
pegadizos, que están en “She Called Up”, en “Even a Child” o en “Walked Her Way
Down”. Si recordabas su época anterior, te agradarán “Nobody Wants To” o “Say
That Again” (¡qué temazo!). “Pour Le Monde” huele a algo aún más grande: a las
grandes canciones pop de la edad de oro. Y si le dedicas tiempo, te acabarán
llegando cortes más apagados, pero de mayor ambición y enjundia, como “People
Are Like Suns” o “English Trees”. De ésta última pongo un sencillo y bonito
vídeo con la traducción, aunque me parece que tiene algún fallo de sonido,
lástima:
Y si quieres bajarte el disco y
grabártelo en un casette, para ponerlo en el aparato de la cocina y que suene
mientras fríes las empanadillas, como se acostumbraba a hacer antaño y así
descansas de los insufribles políticos de la radio, pues aquí tienes un enlace
que espero que te funcione. Si te gusta, te lo acabas bajando de pago, en
calidad iTunes, serán 10 euros muy bien gastados, te lo garantizo:
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