“Eso está más pasao que los Pokémon” oí
decir hace casi veinte años a un muchacho de secundaria, refiriéndose a una
cuestión de moda. Pero se equivocaba. La pervivencia de la (para mí)
insustancial saga ha sido inusitada: un desafío más a mi obtuso entendimiento.
Se siguen editando, sin descanso, novedades en el fértil terreno de los juegos
para videoconsolas y mi asombro, que mis hijos atribuyen a una indestructible
cazurrería, no deja de crecer ante tamaña proliferación. Aún recuerdo cuando
fui, hace mucho tiempo, a ver con uno de ellos que estaba en segundo de
primaria, la inenarrable “Pokémon Mewtwo: El Regreso”, a mí casi se me salta un
ojo, pero él ni parpadeó. A mí me pareció una paparrucha incomprensible, a él
la octava maravilla del séptimo arte. La brecha generacional quedó de
manifiesto en un instante. Salimos del cine, él convencido de que, de mayor,
iba a ser entrenador Pokémon, decisión que no abandonó hasta cumplidos los
dieciséis años; yo, persuadido de que me iba a perder todo el resto de la saga,
decisión que no he abandonado hasta hoy, y creo que me he perdido unas veinte
películas de los pendencieros bicharracos.
Disney y la explosión demográfica |
Una vez que andaba echando pestes yo, de
las pamplinas con que les llenan a los niños de hoy el hueco donde antes
sospecho que se solía alojar el cerebro, una amiga mía, psicóloga por más
señas, me confortó diciendo que tenía su lado bueno: fomentaba el amor por los
animalitos y ayudaba a los niños a comprender la Teoría de la Evolución… Ignoro
qué pensará el buen Darwin en el otro barrio de esta, como poco, mixtificadora
divulgación, pero a mí me queda un taimado reproche que hacer a los adalides de
la psicopedagogía posmoderna:
Que es ni más ni menos que el dirigido a
su desprecio por la importancia de la memoria en el aprendizaje. Se burlan,
como si fuera un pasatiempo de cenutrios, de los que memorizan nombres y fechas
en historia, conjugaciones y reglas en gramática o símbolos y valencias en
química… “El aprendizaje memorístico no sirve para nada”, para no ser un
berzotas hay que desarrollar, según ellos, el pensamiento lateral, la
inteligencia emocional y la solidaridad con otras culturas que nos ayuden a
hacer la ablación de nuestras limitaciones como occidentales. Magnífico
programa, pero luego resulta que los niños disfrutan ejercitando la memoria
que, al fin y al cabo, es una potencialidad asombrosa de la mente. Y se
aprenden de memoria los nombres, características de ataque y defensa,
evoluciones, costumbres y hábitats de ¡setecientos Pokémon! En lugar de,
pongamos por caso, las tablas de multiplicar, los primeros números primos o los
verbos irregulares ingleses. ¿El saber no ocupa lugar o los saberes vanos
desplazan a los conocimientos útiles? Responda, señor Pedagogo, no me deje
anquilosado en mi conclusión final: en realidad, todos los saberes son vanos (particularmente los adquiridos por los
pedagogos).
¿A cuántos puedes poner el nombre? |
Termino, pelillos a la mar, compartiendo
aquí mi homenaje a los afortunados creadores nipones con un Pokémon inédito,
diseñado por mí, con mis propias nalgas, y al que he puesto el nombre de
Scarfotar, que creo que está vacante.
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