Continúo con las entradas que hacen
alusión al hecho religioso. Debe ser propio de las fechas, supongo. El caso es
que estábamos paseando por Madrid con unos amigos y, desde un escaparate, nos
asaltó una visión inaudita: se anunciaba allí una nueva confesión, la Iglesia
Patólica, por más señas, que como es sabido tiene su sede en el Paticano. Dado
que soy propenso a atender a la Revelación, de cualquier modo que se vehicule
la palabra divina, me acerqué en actitud de catecúmeno, leí el mensaje y hasta
tomé una fotografía para vencer la incredulidad de los incrédulos.
Sobre un catafalco, en todo parecido a
los tradicionales monumentos de Semana Santa, campeaba una fotografía de mi
venerado Groucho Marx, con su célebre frase: “Dios ha muerto, Nietzsche ha
muerto y yo tampoco me encuentro muy bien”. Debajo, otro cartel rezaba:
“Iglesia Patólica. El Pato de Goma nos salva de toda idolatría, ya que hay que
ser idiota de remate para creer en Él. www.PATICANO.com”. En
torno a este parco mensaje, se desplegaba un altarcillo, entre cristiano y
oriental, con profusión de patitos de goma y otros símbolos.
Por supuesto, me encantó la provocación,
me pareció lúdica, frívola e ingeniosa y sopesé el convertirme en acólito de
tan singular credo. Más tarde, ya en mi hogar, visité su web en busca de una
evangelización más precisa y me topé con una página de corte republicano, entre
libertario y marxista karlista (es decir, de Karl, más bien que de Groucho)
que, sin suponer una palmaria decepción, me remitía a rollos demasiado bien
conocidos y, una vez más, pensé “lo comparto pero no lo respeto”. Eso sí, como
detalle fetén, se ofrecen a oficiar bodas por el rito patólico, lástima que ya
estoy casado por el rito civil. Otra vez será.
Y, dado mi natural misticismo, me inclino
más por la Iglesia Catatónica.
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