sábado, 17 de octubre de 2015

El Imposible Equilibrio

El paraje que hoy muestro en unas fotografías pretendidamente atemporales, es conocido en mi pueblo como “La nariz de Castro”, no osaría contestar acerca de cuál es el motivo de semejante dedicatoria, ni tengo la menor idea de quién era el tal Castro, el homenajeado nasón, ni en qué época vivió para dar bautismo a tan precaria roca.

 
Roca que ya hizo acto de presencia por este blog en la entrada del 12 de diciembre de 2012, pero como mis paseos otoñales me llevan una y otra vez a su sombra entre ominosa y sedante, hoy, en plan monográfico, le dedico unas cuántas imágenes más, para darla a conocer a los forasteros, aunque sin ánimo de dar pie a unas envidias improcedentes. A fin de cuentas, no es que sea nada del otro mundo: estos relieves sedimentarios de roca arenisca abundan por estos campos más que las carrascas que los agrietan, los almendros bordes que los coronan, o los enseres basurientos que abandonan a su vera algunos desaprensivos, quizá con ánimo de contrarrestar el afanoso reciclaje del grueso de la población.

 
La roca tiene el tamaño aproximado de un autobús que se alzara encabritado sobre sus cuartos traseros. Vista desde el sur, parece una más de las areniscas redondeadas por la erosión. Pero, desde la otra cara, muestra un equilibrio más que improbable: parece que se vaya a volcar de un momento a otro. Parece que pudieras irla a captar mientras bascula. No obstante, aquí entra lo que llamamos el tiempo geológico: se va a desprender con toda seguridad, el caso es que no sabemos si dentro de 15 días, o dentro de 15.000 años. Mientras tanto, permite fotografiar una imagen certera de la incertidumbre. Yo creo que todo lo que conozco está en este equilibrio imposible, es el que beneficia nuestra propia existencia, al menos hasta que se desploma.

 
Así que, cada vez que paso por debajo, la animo a aguantar, a resistir las lluvias, los vientos y las heladas una temporada más. Vamos, sigue ahí.

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