Como diría mi reverenciado Chiquito de la
Calzada, las flores son “los órganos sesuales que tienen las plantas para haser
guarreridas”. En una película que tuvo un éxito tan inexplicable en los años
setenta como explicable es su olvido en la actualidad (“Adiós, cigüeña, adiós”
de Manuel Summers), están unas muchachitas en un aburridísimo colegio religioso
tardofranquista, escuchando una aburridísima lección sobre la fecundación de
las plantas fanerógamas, mientras alguna de ellas, entre bostezo y bostezo, da
vueltas a su irreparable fecundación, para la cual no ha recibido ni va a recibir
lección teórica alguna. Eran las gloriosidades de la época; ahora perseverantes
sexólogos se desplazan a los centros de secundaria, aunque la abundancia de
información no parece haber resuelto el problema de los embarazos tempranos e
indeseados.
Por lo que a las plantas respecta, visten
para la ocasión sus mejores galas, para que los golosos insectos hagan los
trabajos de desplazamiento y transporte que las raíces prohíben a las
interesadas. Las abejas se llevan la palma y los laureles aunque, pobrecillas,
cada vez hay menos abejas. Sólo les faltaba la plaga de las avispas asiáticas,
mal llamadas avispas asesinas, que las esperan a la puerta de las colmenas para
darles matarile. Lo oí en la radio y es un serio problema. La locutora, cuya
corrección política raya en el papanatismo, exclamó muy alarmada: “¡Pero cómo
es posible que vengan esas avispas que
son de fuera, para atacar a nuestras abejas!” (Observemos cómo la inquietud
la llevó al desliz… Las trampas del directo, que luego ella utiliza para
desacreditar a desprevenidos adversarios).
Hoy las láminas de mi descerrajada
enciclopedia traen la funcionalidad fisiológica de las flores. Siempre me han
gustado las flores y más desde que sé que son órganos sexuales cuya estética
complace a las señoras… No todos son así, y apunto una idea malvada: ¿se imagina
alguien a un desinformado, tratando de agradar a su amada con un manojo de
testículos de perro, de ovarios de rata? Bromas macabras aparte, siempre me ha
sobrecogido la dificultad de la nomenclatura en la ciencia botánica: si hubiera
tenido un ápice de retentiva hubiera memorizado muchos de los términos que
salpican estas láminas: heterodinamo, sinfiandro, diadelfo…
Los términos y relaciones más sencillos,
me tocó explicarlos en numerosas ocasiones, ante un auditorio más que otra
cosa, aburrido, con un esquema invariable parecido al de abajo en el encerado.
Yo no sé para qué cambian los libros de texto cada temporada, si las flores
siguen teniendo el mismo esquema funcional, son así de retrógradas, ellas.
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